Es curioso que un tango que ha tenido el éxito de las piezas que perduran en el recuerdo y la emotividad de los que bucean en estos temas para interpretarlos, haya sido el único que pergeñó el poeta autor de los versos. Por cierto, un poeta de calibre que mostró sus dotes en libros como "Kermese", realizado en 1930, o "El tañedor", que le valió el "Premio Nacional de Literatura" en 1939.
En el trienio 1947-1949 recibió el Premio de la Comisión nacional de cultura a la poesía por "El buhonero" y "El libro de la rosa y el delfín". La dirección de la Provincia de Buenos Aires también lo premió por su trabajo en 1951. Dos año más tarde la Editorial Sudamericana publica su libro "Antología poética". Como periodista colaboró en numerosos medios Como "La Nación", "Caras y caretas", "El Hogar", "Leoplán" "Poesía argentina" y otros.
Y me sigue sorprendiendo por el hecho de haber llegado a escribir sólo un tango en su vida poética. Alberto Franco trabajaba en la casa Glücksmann, donde conocería a Carlos Gardel. El gran cantor fue una tarde a la casa de José González Castillo, donde estaba éste con su hijo Cátulo y Alberto Franco, y desafió a los dos jóvenes a componer un tango.
El propio Franco lo contaba así: "«El tango “Corazón de papel” fue algo simplemente accidental. Estaba yo en casa de Don José González Castillo, el gran señor e ilustre dramaturgo, con cuyos hijos, Cátulo y Gema me unía una cordial amistad. Era por 1929, un día sábado, apareció Gardel y de buenas a primera nos espetó: "¿Por qué no escriben un tango y me lo dan?".
-Cátulo y yo nos miramos y acordamos hacerlo enseguida. Me senté y escribí de un tirón la letra. No ignoro que es muy pobre, pero la música de Cátulo la salva. Al día siguiente lo entregamos a Gardel que enseguida lo grabó.
Efectivamente Franco y Cátulo (que ya se había estrenado con "Organito de la tarde" y tenía apenas 23 años en ese momento), pusieron manos a la obra y crearon este tema que Gardel llevaría al disco el 20 de marzo de 1930 con sus guitarristas Aguilar, Barbieri y Riverol. Ese mismo año Roberto Maida con la orquesta de Alberto Castellano lo grabó en discos Columbia.
Los versos son algo juguetones, ingenuos, pero tienen gancho. Una muñeca es la protagonista y Franco con gotas melancólicas evoca a esa muñeca que, como es lógico, no tenía corazón. Las tribulaciones del personaje suben en ebullición continua, con el bloqueo emocional y el logro estético.
clavaste en mi muñeca vestida de Pierrot
y alzándola en tus brazos, como una madrecita,
dijiste: "Pobrecita, no tiene corazón".
Tus manos diligentes hurgaron todo el cuarto
y con un pedacito muy rojo de papel,
un corazón le hiciste, un corazón pequeño,
que clavaste en su pecho con un lindo alfiler.
vestida de Pierrot,
nunca tendrá tu pecho,
amores ni ilusión,
nunca podrás vivir
nunca podrás querer,
muñequita de trapo,
corazón de papel.
y vos, que en ese pecho tenés un corazón,
igual que golondrina volaste hacia otro nido
sin preocuparte nada por lo que atrás quedó.
No importa, pobre cosa de carne pasajera,
te apagarás un día lo mismo que un quinqué
y en cambio mi muñeca será siempre la misma
con su pecho sin alma que hiere un alfiler.
vestida de Pierrot,
aunque no tengas alma
te quiero sólo a vos,
pues sé que para siempre
habrás de serme fiel,
muñequita de trapo,
corazón de papel.
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