Tal vez no terminemos de valorar en su justa perspectiva lo que fueron aquella tremendas orquestas típicas de los años treinta/cuarenta/cincuenta, que las representamos como si solamente hubieran destacado en los años cuarenta. Cuando en realidad todas las grandes comenzaron en distintos momentos de los años treinta y siguieron llenando clubes, teatros, en los cincuenta. Creando éxitos, vendiendo discos a paladas, luciendo en televisión, batiendo récords en los clubes.
Si nos detenemos a pensar seriamente en la historia del tango, en esas orquestas del cuarenta, los poetas y compositores aportando temas que se convertían en éxito permanente, en los cantores, los integrantes de aquellos conjuntos, en las barras que acompañaban a cada una de las orquestas, realmente, es digno de asombro continuo. Y amerita seriamente volver una y otra vez sobre el tema y como se han convertido en figuras de culto permanente, de ensayos, de textos periodísticos y literarios, los Troilo, D'Arienzo, Pugliese, Di Sarli, D'Agostino, Floreal, Vargas, Rivero, Goyeneche, Berón, Echagüe, Dante, Campos, Castillo, Rufino, Tanturi, Discépolo, Celedonio, Cadícamo, Expósito, Fiorentino, Morán, Contursis, Piazzolla, Caló, Manzi y podría seguir nombrando un rato largo...
Porque lo cierto es que el jazz norteamericano tuvo unos intérpretes maravillosos, unos temas que invadieron el mundo y fueron célebres por sus propios méritos. El bolero tuvo su gran momento, con páginas inolvidables e intérpretes como por ejemplo el gran Lucho Gatica. Lo mismo pasó con las orquestas de jazz argentinas que acompañan a las Típicas en las veladas que convocaban multitudes en Buenos Aires y que muchos de nosotros hemos vivido.
Hubo momentos en que nacían géneros como el mambo, que atravesaban fronteras. La música brasileña que dio creadores y cantantes maravillosos/as. La época de Club del Clan, con Palito Ortega, Violeta Rivas y todo el elenco que batía récords de rating en televisión. El rock que invadió el mundo entero y en Buenos Aires, con la ayuda de grabadoras y televisión, desplazó al tango. Aquellos cantores italianos como Domenico Modugno, las Mina, Milva, Carrá.... Es cierto que todo pasa y los géneros se renuevan, y en este sentido todas las novedades, modalidades, géneros, van sufriendo los lógicos bajones. Como el pasodoble español, por ejemplo, que en Buenos Aires se bailó tanto, incluso en las fiestas familiares y casamientos. Y todos han ido dejando lugar a otros géneros, otros sucesores.
Pero el tango siempre vuelve. Con un agregado. Todas aquellas grabaciones de los cuarenta, hoy se pasan y se bailan en casi todo el mundo. Troilo, D´Arienzo, Di Sarli, Pugliese, D'Agostino, Tanturi, Demare, Caló, Canaro, De Angelis, Gobbi, Biagi, Fresedo, Enrique Rodríguez, Donato, Laurenz, Varela y otras formaciones son conocidas a través de sus grabaciones. Cada una de ellas tiene su estilo determinado, muy reconocible. Es otra de las características geniales del tango. Se pueden bailar en Canadá, Rusia, Australia, Japón, China, como en España, Italia o Argentina. Y eso es realmente impresionante.
Los discjockeys de todo el mundo que pinchan la música en las milongas de sus respectivos países, cosechan esas orquestas en sus registros discográficos. Es lógico que muchos de ellos no conozcan la intimidad de esos temas, los poetas, los músicos intervinientes, los compositores, pero el fenómeno no deja de llamar la atención e incluso, de asombrarnos, si nos ponemos a pensar detenidamente en ello.
Todo comenzó con la resurrección del tango bailable en los años noventa del siglo pasado. Recuerdo mis viajes a Buenos Aires, mis recorridas por las milongas por la tarde, la noche, la madrugada... Era impresionante. Había vuelto a mi lontana juventud milonguera. Al poco tiempo llegaba el furor a España, a Francia, Italia. Hubo que preparar bailarines de ambos sexos a toda velocidad. Y desde entonces no ha parado de crecer, de extenderse como una mancha de aceite por todo el mundo.
En muchos países: Rusia, Japón, Francia, Alemania, se arman orquestas que imitan a alguna de aquellas grandes del cuarenta y en su repertorio incluyen esas páginas que vuelven una y otra vez en partituras e intervenciones de vocalistas. Realmente es digno de asombro ese renacimiento mundial. Y es también como un mensaje de reconocimiento a todos aquellos protagonistas de las noches de Buenos Aires en los escenarios y en sus grabaciones de hace setenta, ochenta años, noventa años...
Y como digo al comienzo, tal vez no terminamos de valorar lo que fueron aquellas orquestas que arrastraban multitudes. Ni a aquellos poetas, cantores, compositores, arregladores, músicos. Pero el tiempo, las estadísticas, la realidad actual, sí que demuestran y reconocen sus grandes méritos. Porque han conquistado definitivamente el mundo con su obra y estos nos enorgullece a todos. A los que hemos vivido a fondo el tango como milongueros, como oyentes, como periodistas, escritores, historiadores, discjockeys, organizadores de milongas, difusores.
El Tango está vivo, está de súper moda y todas aquellas grandes figuras del género hoy suenan familiares en los rincones más alejados del mundo. Como si estuvieran presentes sobre el escenario. Esas grabaciones que nos legaron, se venden, se escuchan, se bailan en infinidad de ciudades. Hay Festivales constantes en todas partes, parejas de bailarines que rotan en ellos, y esa música envasada, esas orquestas tan vigentes como antaño. Nos representan con gran categoría y nos dejan una sensación maravillosa en el corazón.
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