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sábado, 30 de marzo de 2019

La transmisión

Creo que vale la pena volver sobre algunos párrafos del reportaje que le hiciera Milena Plebs a Chicho Frúmboli hace unos años, para sumergirnos en el tema que toco hoy en mi página. En aquella conversación, decía Chicho entre otras cosas:

-Yo me formé con los últimos grandes milongueros, tomé directamente de ellos la información. Quien empieza a bailar no tiene una experiencia, sino que aprende de una generación intermedia de la que forma parte, somos un nexo entre esos viejos bailarines y los más jóvenes. El problema es que algo se nos pasó en la enseñanza, me hago cargo absoluamente, y también tendrían que tomar esa responsabilidad otros colegas. No pude transmitir lo que aprendí. Estaba enloquecido por la creación, porque vi una nueva veta de evolución en el movimiento. Me volqué absolutamente a eso, y perdí el hilo para poder transmitir lo tanguero que tengo muy adentro. Por eso siento que actualmente hay mucha gente que no entiende o no sabe cuál es realmente la esencia de esta danza.

                                   
Chicho Frúmboli y Mariana Sepúlveda

Y como yo estoy metido en la milonga desde mi lejana adolescencia y milito en las filas del tango desde hace muchos años, creo que vale la pena tocar esta faceta de la danza, tan importante mundialmente hoy día. Que arrastra consigo  un pasado maravilloso en las pistas porteñas, de aquellos clubes inolvidables que fueron el refugio de jóvenes ansiosos por aprender a bailarlo y de milongueros de ambos bandos con solera acreditada.

Todos sabemos o deberíamos saberlo, que para que exista un Nadal en tenis, debió haber antes un Manolo Santana. Lo mismo podría decirse de Vilas y Del Potro. O de Maradona-Messi. De Gardel-Goyeneche, Maffia-Troilo y así sucesivamente en todos los órdenes. El ejemplo cunde, sienta precedentes, contagia, transmite, inculca. Y los milongueros que se fueron pasando la posta, y dejándole a sus relevos los secretos de esta danza, enseñándole sus figuras,  aportándole todo lo que el tango encierra en ese abrazo de dos personas, el respeto, la circulación, los códigos, permitieron que pese a todas las lagunas que tuvo el género volviera a renacer siempre. En la pista, escenarios y en los discos. Siempre.

                              
María Nieves y Juan Carlos Copes, la pareja icónica del tango

No entiendo lo del tango salón, tango milonguero y todos los rebautizos que se hicieron en los últimos años. Siempre fue Tango y Tango fantasía, o sea, el de pista y el de escenario, o exhibición. Si el tango se baila en un patio o en un parque al aire libre ¿deja de ser tango salón? En pistas amplias (Huracán, Atlanta, Subnderland,  el Buenos Aires, Social Rivadavia), se bailaba con comodidad aunque hubiera muchas parejas. En las Confiterías céntricas (Montecarlo, Nobel, Mi club, Dominó) la cosa cambiaba porque no había espacio para moverse con cierta comodidad. Pero los pasos, las figuras se hacían, dificultosamente, dado que era el mismo tango. No se cambiaba la forma de bailar. Había que aguantar más y dosificar los movimientos. No tenía otro nombre ese baile. Era TANGO.

Con la gran irrupción de profesores desde los años noventa en adelante, se han inventado numerosos clichés, eslóganes, nombres, una terminología destinada a captar alumnos que quieren bailar tango, diferenciándose con estas nuevas apelaciones, de otros profesionales . Unos y otros intentan vivir de la enseñanza del baile, y es respetable, pero pretender impactar, seducir con un palabrerío que  desfigura la procedencia popular, el fermento común y natural que surgió pasionalmente entre la grisura cotidiana de las clases desfavorecidas, me choca. La efusión emocional ante las melodías de la memoria colectiva. La sensibilidad y los gestos contenidos. Los rituales, El engarce de la pareja. Todo desaparece en un lenguaje impropio, desvaído.

                           

Historias de veladas inolvidables en aquellos periplos nocturnos. El gran torbellino en espacios míticos.El fuego interior que nos encendía dentro de aquel almario y musicalidad profunda e intensa. El valor seminal que marcó a varias generaciones, reivindicando el tango su naturaleza bastarda y de aluvión. Porque los que inventaron la coreografía de esta danza eran gente del pueblo, humildes. La transmitieron a sus sucesores  y cada uno le dió su impronta y se sucedieron los dibujos, siguiendo aquellos chispazos que provocaba la música.

Así hemos llegado hasta acá y me molesta la sanata con que se pretende vender ahora el hilado de figuras al compás de un tango, por parte de algunos recién arribados al mettier. Eso llevaría a la desnaturalización  de algo tan nuestro, tan sencillo, místico, pasional, disfrazándolo. Si los grandes músicos y los grandes bailarines de tango fueron los más sencillos y modestos. Si no se trata de una ciencia ni de diplomarse en Universidades para ser profesor de esta danza del pueblo.

Algo similar ocurre con la afluencia de disc jockeys de todas las procedencias en las milongas. Algunos bien pertrechados en conocimiento del tema bailable y otros "descubriendo" cosas nuevas, y los bailarines sufriéndolo. Porque ignoran que en el tango, en cuanto a orquestas y temas bailables y de los otros, está todo descubierto hace muchos años. Yo tenía apenas dieciocho, cuando organizábamos un festival en el club del barrio (Alianza o Sportivo Charleston) con el fin de comprar equipos de fútbol y balones. El locutor de radio Libertad, Roberto Pozzi, que era vecino, traía a figuras para engalanar la fiesta y a mí me encargaban seleccionar la música para bailar. Era tarea fácil: estaban los discos de 78rpm a mano, en el club, y todos eran muy bailables. Los compraban por eso.
                                  

En mi ronda por tantos clubes y salones porteños, durante los años juveniles en que bailábamos con orquestas en vivo o con grabaciones, jamás supe quién era el pinchadiscos. Fui durante años a Huracán. Nunca se veía al que ponía la música y era perfecta, inobjetable, motivadora. Pero eran personas que no tracendían más allá de su casilla. Hoy algunos son estrellas, y no todos merecen ese calificativo.  En Italia tuvieron la buena idea de llevar a mi amigo Félix Picherna, con todo su arsenal de cassettes tangueros, y él introdujo la música ideal, la milonguera. Hizo escuela y en la Península itálica hoy día hay buenos pinchadiscos en las milongas.

Y termino estas reflexiones que tratan de recordar los humildes orígenes y el legado recibido. Lo digo con respeto,  pero también por un sentido de pertenencia y de agradecimiento a todos aquellos que me enseñaron a bailar, en la barra de amigos, como se estilaba entonces.Y a todas las grandes figuras del tango que tuve la suerte de tratar. Bienvenidos entonces los maestros, que sin "sanata" valoran y transmiten todo lo que de bueno encierra el tango en sus tres vertientes: Música, danza y poesía.


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