Se improvisa con las figuras destacadas del género que están esa noche en la Milonga y los que tuvimos/tenemos la suerte de caer a bailar una noche en que aterrizan por el lugar los muchachos y muchachas acostumbrados al baile de escenario pero con alma de milongueros, y se trenzan en alguna muestra de su talento, nos dejan un regusto especial.
Uno va allí a cenar y bailar, pero un plato extra de este tipo siempre se agradece, especialmente por la generosidad de estas figuras que se sienten allí como pez en el agua, por recurrir a un latiguillo fácil.
Con esa poderosa intuición que nos permite apreciar la experiencia del arte o de la música, degustamos ese plato extra. Y vemos como los viejos milongueros siguen tramando pasos para el olvido.
Con el espesor de la lejanía y el ritmo percutiente de la música volvemos a uno de esos momentos que parten la noche en dos. Soy en este caso sólo un transmisor de sentimientos y experiencias muy comunes. Y me gusta repetir aquello que ha dejado un sedimento importante. Porque como decía Thomas Alva Edison: "No se puede dar marcha atrás al reloj, pero sí se le puede dar cuerda nuevamente".
Y palabreando las sensaciones, podemos ver moviéndose en un mismo territorio emocional a la gran María Nieves con cuatro grandes bailarines: Javier Rodríguez, Pancho Martínez Puey, Carlos Gavito y Miguel Ángel Zotto. Ocurrió una noche del año 2004. Y le damos cuerda nuevamente a los recuerdos para ver el improvisado momento.
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