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domingo, 4 de agosto de 2013

Una noche de garufa

Merece que nos detengamos un rato, aparquemos por un momento el mate y le dediquemos un poco de atención al primer tango de uno de los más geniales compositores: Eduardo Arolas. Y pensemos que éste, su primer tango, lo compuso en el año 1909 cuando apenas garabateaba en el fueye y no sabía ni escribir ni leer música.

El título lo dice todo. Garufa es una palabra del lunfardo y signica juerga. Garufiar, ir de garufa: Salir de juerga.  Y esa noche Arolas había caído con su bandoneón y su pinta bacana de cafirulo a la esquina tanguera de Suárez y Necochea, con sus cafés en las cuatro esquinas que jugaban al "tute cabrero" histórico  del tango...donde todos iban a más, según metafórica definición de Francisco García Jiménez.

                                 
En el Café La Marina, estaba el Tano Genaro. En Las Flores, Roberto Firpo. En La Popular, el alemán Bernstein con su bagayo de choppes al lado. Y en el Royal hacía punta el trío de Francisco Canaro (violín), Samuel Castriota (piano) y Vicente Loduca (bandoneón), Incluso una parte importante de la intelectualidad de entonces se desplazaba en carruajes al viejo barrio poblado de genoveses, vecino al Riachuelo, para escuchar tangos, que hasta entonces eran para los bailarines.

Por el Royal se apareció una noche de 1909, Eduardo Arolas con su bandoneón y cuando se cerraron las puertas, quedaron los del trío, algún que otro músico y varios parroquianos tomando copas, prolongando la velada y dándole cuerda a la afición tanguera. En un momento dado, Arolas dejó la copa de ginebra en la mesa, peló el fueye y se puso  a divagar en el instrumento que había aprendido a descifrar pocos días antes, indicando que había compuesto ese tango.

Eduardo Arolas
-Ché, que lindo tanguito, es macanudo, tocalo otra vez -lo animó Loduca, intentando seguirlo en el acompañamiento, mientras los presentes aplaudían, porque no había demasiados tangos registrados y cada página nuevo era como un alumbramiento esperado.

Arolas tenía 17 años en ese momento y andaba con su alma artística pintando motivos para las carátulas de las partituras de tango. Y el tango le había entrado fuerte. Repitió el mismo porque tenía buena retentiva y Canaro le fue trascribiendo la música como si fuera para el violín. Luego su gran amigo Carlos Hernani Macchi, violinista y flautista, le pasaría la parte del piano, como haría posteriormente con Vicentito, ópera prima de Agustín Bardi, antes que éste supiera escribir música.

-¿Y cómo se llama el tanguito? - inquirió un entusiasmado parroquiano.

-Una noche de garufa, respondió  Arolas ante las sonrisas de los presentes.

Y la garufa sería a partir de allí su modo de vida,  a la vez que tocaba y componía tangos maravillosos con una celeridad increíble, dejando a su prematura muerte una herencia impresionante de páginas que siguen sonando fuerte en todas partes.

                           


Hubo varios registros de este tango inaugural, y en este domingo madrileño de alta temperatura, lo traigo en dos versiones muy buenas. Por el sexteto de Carlos Di Sarli, grabado en 1931. Y bien milonguero, por Ricardo Tanturi con su orquesta, registrado el 6 de mayo de 1941.

Una noche de garufa - Sexteto Carlos Di Sarli

Una noche de garufa - Ricardo Tanturi

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