El Negro Montero fue una de las voces importantes del cincuenta y debutó con la orquesta de Osvaldo Pugliese, a quien lo recomendó el bandoneonista Mario Demarco -que ya lo había tenido en su conjunto- en el Club Atlético Huracán en 1954. Justo el club de mi barrio donde, con la barra, pasamos tantas noches milongueando. Y, por supuesto, ahí estaba yo, firme como estatua.
Miguel Montero era tucumano, nacido en la Capital de esa provincia conocida como El jardín de la República. Y con su familia vivió un tiempo en Córdoba para luego radicarse en el barrio porteño de Saavedra. Su padre era pintor y decorador y el oficio lo continuó con sus hijos varones, pero también era aficionado al canto y supo transmitírselo a ellos. Y en su casa se escuchaba mucho tango porque el jefe de familia era hincha de los tres grandes: Gardel, Corsini y Magaldi.
Miguel fue el que más se embaló con el canto ciudadano y de pantalones cortos, entonaba temas en el barrio, en cualquier fiestita que le dejaban un hueco. A los dieciséis ya despachaba algunos tangos por Radio Del Pueblo y lo iban conociendo. Tanto, que dos años más tarde le habla Pedro Maffia para incorporarlo a su orquesta y en su casa se festejó de lo lindo hasta la madrugada.
Después se enrolaría en la de Juan Carlos Cobián, con veinte años, cuando el gran pianista y compositor bahiense volvió de sus aventuras locas por Estados Unidos. Y entonces comenzó a cuidarse y entendió que tenía su futuro en el tango.
Sería ese excelente pianista, Juan Carlos Howard, quien lo recomienda a Francisco Lomuto, que buscaba un reemplante por la ida de su vocalista Carlos Galarce, para hacer dupla con Alberto Rivera. Con esta orquesta dejaría seis grabaciones (en una selección de temas interviene con Alberto Rivera) y la muerte del Director da fin a esa etapa, en diciembre de 1950.
El Negro Montero tenía una voz potente, recia y dramática, con un deje quejoso que lo identificaba y definía su estilo. Fue muy buen cantor y su muerte a los 53 años, impidió que dejara más grabaciones en su época de solista, cuando era representado por mi querido amigo, el gallego Fernández, con quien pasamos tantas noches y madrugadas geniales en lo de Pepe Fechoría.
Hoy lo escuchamos a Montero en dos temas con la orquesta de Francisco Lomuto: Una pena, de Adolfo Rosquellas y Arturo Luis Albert, grabado el 2 de noviembre de 1949. Y Nunca más, de Francisco y Oscar Lomuto (Pascual Tomás Lomuto), registrado el 25 de abril de 1950.
Pero también les dejo la yapa. Miguel Montero como solista, secundado por la orquesta de José Libertella, en esa belleza de tango de Joaquín Mora y José María Contursi, que es: Como aquella princesa. Grabación del 18 de noviembre de 1964.
Una pena- Miguel Montero con Francisco Lomuto
Nunca más - Francisco Lomuto-Miguel Montero
017- Como aquella princesa - Miguel Montero
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