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lunes, 29 de septiembre de 2025

La gran etapa del tango (2)

 El porteño se encontró de pronto viviendo la realidad que un periodista, Dante Panzeri, supo sintetizar de esta manera: "Perón pateaba lingotes de oro que impedían sus paso en los pasillos del Banco central. Yo cenaba en el Tabarís, con champán y show, por cinco pesos. 

Toda la zona portuaria-aduanera, desde la Boca hasta Retiro, estaba abarrotada de kilómetros de cajones de mercadería y chatarra importada. La madera de aquellos cajones, en su casi totalidad podrida bajo la lluvia y el sol, es prohibitiva ahora para muchos muebles finos. Por veinte guitas (un café) escuchábamos en el Nacional o en el Marzotto (separados por el ancho de la avenida 9 de julio) a las más grandes orquestas populares. 

                                  

Al mismo costo  podíamos escuchar como curiosos, a los más iluminados cerebros de la intelectualidad argentina que se reunían en los cafetines vecinos al diario "Crítica", sobre la Avenida de Mayo. Lo mismo podíamos hacer en El Ateneo de Cangallo y Carlos Pellegrini, con lo más florido del cine o el teatro. Otro tango con la elite futbolística en los mediodías de La Cosechera, en Avenida de Mayo y Salta.

En las librerías de Corrientes comprabamos por cinco pesos Las memorias completas del Manco Paz o alguna reliquia de la literatura universal en un lote de tres por cincuenta (centavos). El dólar, del que poco se hablaba, costaba 3,35 pesos allá por el '45. Una noche de juerga de un clase media se cubría con dos o tres pesos. Con cinco ya se podía agregarle a la noche una mina. La entrada al fútbol valía  un peso la popular y recién en 1948 pasó a tres."

                                         


Esta es la noche que vivió y explicó a su tiempo, Adolfo Pedernera, uno de los más grandes jugadores que tuvo la historia del fútbol argentino. "La vida nocturna nos juntaba a todos. Siempre había alguien que nos hacía estrechar la mano con un nuevo amigo. Siempre se compartía una mesa con otro compañero. 

Así conocí a D'Agostino, a Pichuco, a Juan D'Arienzo, a Fernando Ochoa, al Catunga Contursi, al Flaco Discépolo, al Negro Celedonio Flores, a mucha otra gente que también formó parte de mi vida. Nos reuníamos preferentemente en Pichín, en la calle Maipú, enfrente del Marabú, pero también íbamos a la Cortada de Carabelas, al Águila de Lavalle, a muchos otros sitios.

                                   


Junto a José Manuel Moreno frecuentábamos la casa que Fernando Ochoa tenía en Palermo Chico. Allí, todos los lunes, saboreábamos platos típicos criollos y allí nos mezclábamos amistosamente, farándula, tangueros y deportistas.

Recuerdo a Francisco Petrone, Pepe Basso, Roberto Escalada, Antonio Maida, al Conejo Floreal Ruiz y a tantos otros. Fue una época hermosa y cuando me preguntan por qué no se repite, digo que ahora las condiciones de vida son más duras y si cuesta mucho ganar un peso, cuesta más gastarlo".

Esta era la forma de vivir que alimentaba el tango. La radio lo introducía en todos los hogares en programaciones diarias de orquestas y cantores en vivo, desde las 10,30 de la mañana hasta las 11 de la noche.En sólo un año, en 1946, LR1 radio El Mundo contó con la actuación de 36 orquestas, entre ellas las de Ängel D'Agostino, Troilo, Tanturi, Fresedo, Francini-Pontier y Osmar Maderna.


Jorge Göttling

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