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domingo, 23 de marzo de 2025

LOS INMORTALES:

  Un goce de porteñidad

 Al igual que el legendario café, nació en la calle Corrientes y creció en insomnes madrugadas alentado por la gente de la farándula, la misma que continuó el derrotero de aquellos que le insuflaron la incipiente vida del teatro y el cine nacional. Nuestro café, bar y restaurante, no importa la clasificación, en principio distaba de ostentar semejante nombre.

Fue uno de sus contertulios de aquellas charlas hasta el alba, don Enrique Serrano, quien en virtud del carácter y condición de las notables figuras que allí se congregaban, como lo hicieran  Carriego, Florencio Sánchez o Rubén Darío en el bautismo del primero, sugirió que el boliche debía llamarse así. "Los Inmortales".

La propuesta fue apoyada al instante por todos los presentes, en un coro de manifiesta alegría. La fama de que gozaban, auguraba esa perennidad. sabían bien de qué vivirían para siempre en la memoria de aquellos a los que había brindado felicidad.  ¿Quiénes eran?

Imposible olvidar aquellos nombres que fueron la luminosidad de la noche porteña: Tito Lusiardo, Luis Sandrini, Luis Arata, Mario Danesi, Aníbal Troilo, Edmundo Rivero, Gerardo Matos Rodríguez, Ángel D'Agostino, Juan D'Arienzo, Julián Centeya y otros personajes de su misma transcendencia. La lista se hace interminable.

                        



El lugar constituía la cita ineludible de los actores al terminar las funciones de los teatros, y de los músicos al finalizar su jornada en los cabarets.  A ellos solían sumarse integrantes de elencos extranjeros que visitaban el país; tal el caso del Folies Bergère,  y el Lido de París. Los franceses acudían a degustar la especialidad de la casa, una pizza a la piedra que se había hecho famosa entre la gente del ambiente y cuya receta quisieron llevar a su país.

Aquel clamor general, que exigía cartel imperecedero, conmovió a Chiche Di Ciancia, el dueño de la empresa. Al fundarla, por encima de un acto comercial, había querido crear un ámbito en que la amistad fuera un elemento convocador. Y ahora, la propuesta de don Enrique Serrano y el apoyo de todos a su moción certificaba la intención buscada. En verdad, aquello constituía un honor, la total compensación de sus desvelos. ¿Cómo no aceptar tamaña distinción? 

Desde entonces el título de Los Inmortales volvió a erigirse sobre la tanguera calle Corrientes. Al igual que el antiguo café que abría sus puertas a pocas cuadras del suyo, el nuevo también sería refugio de poetas, escritores, políticos, dramaturgos, actores, periodistas, todos aquellos talentos que desde su oficio moldeaban el alma de la ciudad.

Su presencia quedó en la impronta de las conversaciones gestadas en nocheras tertulias hasta el alba que Chiche, siempre dispuesto a tender su mano, sostuvo con su carácter   cordial y protector. Protector del recuerdo de aquellas glorias, porque sintió con orgullo la distinción de que tantas ilustres figuras de la cultura popular argentina, asistieran a sus mesas con un espíritu de pertenencia, como quien tiene allí su segundo hogar.

Hoy entrar a Los Inmortales es como asistir a la gloria, una gloria en la que día tras día se cumple el ritual de sumergirse en la nostalgia. La hija de Chiche Di Ciancia, María Laura es la encargada de mantener modernizada la pizza que consagró su padre, el italiano que encontró en Buenos Aires el sitio perfecto para convocar al mundo noctámbulo y a los amantes de la pizza.

 

-Y todo esto es tan cierto que muchos de nosotros, los que culminamos tantas noches y madrugadas maravillosas en ese local, donde le dábamos rienda suelta a la pizza y a la charleta; que la nostalgia, desde tan lejos nos vuelve a asomar por esa puerta y ese aroma que nos envolvía... 

 

 

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