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sábado, 16 de marzo de 2024

Nido gaucho

    La dupla Héctor Marcó-Carlos Di Sarli, fue muy fructífera y dejaron un tendal de temas que se pusieron de moda rápidamente, y perduran exitosamente en los discos, sacudiendo el flujo azaroso de la memoria. Corazón, La capilla blanca, Porteño y bailarín, Con alma y vida, Así era mi novia, Cuatro vidas, Tangueando te quiero, En un beso la vida, Por qué le llaman amor, Bien frappé, Juan Porteño, Rosamel son la muestra creadora de ese binomio tan especial que supo pulsar en el sentimiento tanguero.

   Además, por supuesto del que traigo hoy a la palestra y que al que el maestro de Bahía Blanca le tomó un cariño especial, ya que lo llevó al disco en cuatro ocasiones: ocurrió en los años 1942, 1946, 1951 y 1955. En la primera versión lo cantó Alberto Podestá, luego Jorge Durán-Bob Toledo y en las dos últimas Mario Pomar. 

                                       


   Evidentemente este tema tuvo gancho, porque a diferencia de otras creaciones de la dupla, Nido gaucho también fue llevado al disco por Francisco Canaro cantando Eduardo Adrián, el 30 de diciembre de 1942. Osvaldo Pugliese con la dupla Jorge Maciel-Abel Córdoba lo grabaron en diciembre de 1964. Y Miguel Caló con Roberto Rufino lo hicieron el 20 de septiembre de 1966.

                                                     


   Los versos de Héctor Marcó (Marcolongo) están inspirados en el paisaje campero y el fascinum que retrata el bullicio de los pájaros, las flores que le dan un condimento especial a esa naturaleza, el ranchito en el que habita y en el que sueña con refugiarse para siempre con su amada. Él le llama Nido gaucho y le adosa todo el ornamento natural. 

Luciendo su color de esperanza
su plumaje
y el viento hace vibrar sus cordajes
en los pastos
y en la flor.
Yo tengo mi ranchito en la loma
donde cantan
los zorzales...
Margaritas
y rosales
han brotado para ti,
porque un día será ese nido gaucho
de los dos.

   En la segunda parte del tango, el flechazo amoroso lo conduce a la ilusión a través de idealizaciones románticas con sensibilidad y fantasía, imaginando el coloquio perpetuo con ella y el paisaje verde de la esperanza. La música está atenta a los contornos precisos y ambos se unificarán  dado que el tema está construido alrededor de un tono  y por ello es importante precisar la sintonía.

Florecerán mis ilusiones
y se unirán los corazones.
Dime que sí,
que la noche pampera abrirá
y su rayo de luna pondrá
luz de amor en tus ojos.
No digas no,
que el dolor secará mi rosal
y en la cruz de mi rancho el zorzal
morirá por tu amor.

   Di Sarli prefirió no agregar la primera bis del poema. Su música, como siempre, combina perfectamente con la atmósfera campera y nostálgica diseñada por Marcó. El tango cantado por Podestá es el que más me llega, sin desdeñar para nada a los otros. Incluso en el aspecto milonguero. Y es el que propongo recrear para acompañar este recuerdo.

   Lo grabó esa primera vez el 30 de noviembre de 1942, con la voz de Alberto Podestá y es la versión que acá recordamos.

                                   



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