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viernes, 26 de noviembre de 2021

¡Cómo se pianta la vida!

    Tal vez será porque uno va cumpliendo años, ves desfilar a tantas figuras que dejaron huella, amigos que se piraron, las limitaciones lógicas de los años, las ambiciones amenguadas y otra filosofía para encarar esa recta final que a veces es muy lunga y en otras se va acortando... La cuestión es que este tango te bate la justa, no hay tu tía, que diría un filósofo de café.

                                 

   Su autor fue un personaje que la vivió y de qué manera. Fue conocido popularmente como Carlos Viván, aunque en la vida real se llamaba Miguel Rice Treacy y era descendiente de padres irlandeses. Futbolista, actor, cantor, viajero incurable, compositor, poeta, libretista, lo cierto es que destacó en muchos de estos rubros y dejó patente su carisma en todos los ambientes por los que transitó.

    Jugó en clubes importantes (Huracán, Estudiantil Porteño, Ferro Carril Oeste), como centrehalf, fue empleado del Ferrocarril donde pudo aprovechar su dominio del idioma inglés, y gracias a ello estuvo en Estados Unidos. En locales nocturnos de Nueva York cantó tango, jazz y presentó espectáculos. En Brasil filmó dos películas, actuó en el casino de Urca, en Río de Janeiro, durante un año y medio..

   Como cantor grabó con varias orquestas unos 150 temas. Formó en orquestas como las de Juan Bautista Guido, con Pedro Maffia, Brignolo, Bonavena, Fresedo, Firpo, Maglio, Donato, Maglio, lo que demuestra que se adaptaba a los distintos estilos con su voz suave que entonaba los estribillos de entonces. Y también destacaría como creador de temas que hicieron roncha. Entre ellos, el que hoy traigo a la palestra.

Lagna Fietta, Nelly Omar, Carlos Viván y el Chato Flores
   

    Hay que apuntar el dato de que este personaje vivió la noche, las madrugadas, los romances fogosos, los amigos noctámbulos, las farras. No se privó de nada y fue querido por mucha gente del tango. Y en esos anversos y reversos, jugosos y odiseicos, las peripecias que fatigaría en su aventura diaria, irán, dejando paso al recuerdo, al olvido y a la realidad de los años. Su pluma se inyecta en la memoria de gente que desfila a su paso por distintos escenarios, bodegones, en las madrugadas infinitas... Y a sus veintiún años de edad habla y describe el final, como una persona que ya las hizo todas.

Berretines locos de muchacho rana
me arrastraron ciego en mi juventud,
en milongas, timbas y en otras macanas
donde fui palmando toda mi salud.
Mi copa bohemia de rubia champaña
brindando amoríos borracho la alcé.
Mi vida fue un barco cargado de hazañas
que junto a las playas del mal lo encallé.

   Era como un presagio, quizás, de lo que le esperaba, por la vida que había elegido, cuando sus trabajos en la Unión Telefónica y en una empresa inglesa le devenían un salario increíble para la época. Pero decidió cambiar todo por el tango, la actuación, el canto. Alternó con muchas mujeres y llegó a formar un hogar, pero el compromiso le duró poco, por su espíritu aventurero y nochero al mango. Lo describieron como un picaflor pero muy respetoso con las mujeres.  Y pinta el posible final.

¡Cómo se pianta la vida!
¡Cómo rezongan los años
cuando fieros desengaños
nos van abriendo una herida!
Es triste la primavera
si se vive desteñida...
¡Cómo se pianta la vida
del muchacho calavera!

   Entonces se instala en su presente y en lo que vendrá, como si supiera el final de la película, lo que no le impidió en lo más mínimo seguir con su berretín a muerte. Con el rumbo que le fija el cuore y las ansias de ser alguien el el tango. Gente como Troilo, D'Arienzo, Razzano, Cadícamo,  fueron sus amigos y confidentes. Y sus temas estuvieron en los repertorios de orquestas y cantantes. En la primera bis bate la justa de lo que le espera al calavera indomable. Palabras que firmarían varios grandes del tango...

Los veinte abriles cantaron un día
la milonga triste de mi berretín
y en la contradanza de esa algarabía
al trompo de mi alma le faltó piolín.
Hoy estoy pagando aquellas ranadas,
final de los vivos que siempre se da.
Me encuentro sin chance en esta jugada...
La muerte sin grupo ha entrado a tallar.

    El mismo Viván le adjuntó la música y hay numerosas versiones del tema. Pedro Maffia lo grabó cantando el propio Viván. Enrique Rodríguez con la voz de Armando Moreno. Alberto Castillo le dio manija  en la versión que registró con Tanturi. Héctor Mauré lo llevó al disco acompañado por guitarras. Luis Petrucelli con Alberto Díaz, Roberto Maida, Néstor Fabián, Alberto Vila, Jorge Falcón,  La típica francesa del bandoneonista Augusto Jean Pesenti, Anselmo Aieta con su orquesta en forma instrumental, Azucena Maizani, Tania acompañada por la orquesta de Alberto Castellano, Troilo con Goyeneche, Donato con Carlos Almada, Pugliese con Abel Córdoba o Libertella con Miguel Montero. 

   Hay para todos los gustos, y yo pongo la versión del Polaco, acompañado por la orquesta de Pichuco, grabado el 30 de abril de 1963.

                                 

  

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