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domingo, 13 de octubre de 2019

Las voces del tango

Es un aspecto muy importante del tango y hoy tengo ganas de hablar de ellos. En otro momento también hablaré de ellas. Con sólo mencionar lo que significó Carlos Gardel, la chapa internacional que le dió al género, su pinta galana, las películas que filmó en Francia y Estados Unidos, los casi mil registros discográficos que nos dejó, ya estaría inmortalizado. Pero además deberíamos recordar que fue el inventor del tango cantado. Y que, para más gloria suya, sin saber música, supo arreglárselas para firmar con Alfredo Le Pera,  Battistella, Celedonio Flores, Razzano y otros, infinidad de tangos y piezas folklóricas que trascendieron a su época, componiendo la música..

Fue el gran modelo, el descubridor, el inventor de la génesis cantable del tango. Melódicamente un portento, pero además trabajó la voz, estudió con el maestro Bonessi y lo mismo lució acompañado por guitarras que teniendo detrás una orquesta. Sí, fue el gran maestro y aunque su registro vocal fue cambiando con los años, también adquiró más carpeta en todos los sentidos y tenía razón aquel crítico que dijo, cuando lo escuchamos en el disco: "Cada día canta mejor".

Carlos Gardel e Ignacio Corsini cantando a dúo

En esa aventura iniciática hubo dos voces que lo acompañaron en el camino del alumbramiento y la proyección del tango cantado. Fueron Ignacio Corsini y Agustín Magaldi, dos estilos totalmente distintos entre sí e incluso en la comparación con Gardel. Pero fueron muy importantes. Poseedores ambos de eso que llamamos "personalidad artística", dejaron su impronta y permitieron atisbar que el tango tenía diferentes formas de interpretación pero que todas podían ser válidas cuando eran acompañadas por cualidades canoras, modulación e interpretación de los correspondientes versos.

Charlo fue, quizás, un compendio de todos ellos. Tuvo cosas de Gardel: la pinta, el galán de cine, su faceta impresionante de compositor, esa manera de frasear que lo llevó al virtuosismo y además el dominio de varios instrumentos (Guitarra, acordeón, piano), que incluso le permitió llevar al pentagrama tantos temas de Anselmo Aieta que éste le marcaba con su bandoneón. Su capacidad de transmisión emotiva, le permitió grabar con las orquestas de Canaro y Lomuto unos 570 temas, sin trabajar en dichas orquestas, además de los registros propios. Fue un cantorazo en toda regla.

Charlo grabando con Francisco Canaro
                                   
Era la época de los estribillistas, que sólo cantaban una parte de los temas. Generalmente la segunda. Fue Canaro quien comenzó a tener dos cantores, le seguirían otros directores y así el tango creció con ellos y los grandes poetas que tuvo el género encontraron el antídoto al inexorable olvido en la interpretación de los excelentes vocalistas que se fueron alineando en las distintas orquestas y que cantaron sus versos, muchos de ellos, de diversas raigambres, que tuvieron la generosa acogida del público..

Cada uno tiene sus gustos y todos son respetables. Pero yo creo que en el rubro de los vocalistas de tango, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche y Raúl Berón sons las muestras magistrales de cuatro estilos y voces totalmente distintas, que están en un escalón superior, y merecen figurar como precursores de una estética que los llevó al podio y la muestra está en los registros discográficos que nos dejaron. No es casualidad que los cuatro hayan estado en la orquesta de Aníbal Troilo, como Fiorentino o Rufino... La oreja del Gordo fué especialísima.

                                 

Edmundo Rivero y Floreal Ruiz cuando cantanban en la orquesta de Troilo

Pero además, tuve la suerte de disfrutarlos in person, de vivir sus interpretaciones personalmente y puedo dar fe de cómo nos llegaban. Maestros, sin duda alguna, y sin que ellos tuvieran esa noción de lo que representaban, aunque la salva de aplausos premiaran sus actuaciones en vivo. Ese abanico de pasiones que subyacen en el tango, y, en este caso concreto, en la poesía que se inventó Pascual Contursi y que tuvo continuadores y renovadores magistrales, necesitaron de estos intérpretes para que su obra, la densidad de esas páginas, viviesen aquel momento de esplendor en el cual los cantores fueron artesanos de la trascendencia del tango.

Además,  hubo en ese mapa sentimental y el lenguaje que florea el pentagrama otro caso muy trascendente y digno de recordar permanentemente, como lo hacemos. Yo diría casi milagro: El encuentro de director y cantor, de orquesta y vocalista que parecieron nacer el uno para la otra. Los casos de D'Agostino-Vargas, Troilo-Fiorentino-Marino, D'Arienzo-Echagüe, Pugliese-Chanel-Morán, De Angelis-Dante-Martel, Tanturi-Castillo-Campos, Di Sarli-Rufino-Podestá, Caló-Berón-Iriarte, Fresedo-Ray, Biagi-Ortiz, Canaro-Maida, José García-Rojas, Malerba-Medina, Rodríguez-Moreno, Lomuto-Omar, Francini-Pontier-Julio Sosa, Demare-Miranda, Héctor Varela-Ledesma-Lesica-Lavié...

                                         

La  capacidad del encantamiento del ritmo con esa voz especial tanguera, entrando en el momento justo y cantando a compás, son la esencia misma del tango, el exorcismo que nos impulsa en la pista, nos convocaba en la radio, nos deslumbraba en los palcos de los cafés o de los lugares como Caño 14, donde pasé tangas noches. Esos poetas: Manzi, González Castillo, Celedonio, García Jiménez, Cadícamo, Cátulo, José María Contursi, Discépolo, Expósito, Romero, Dizeo, Marcó, Rubistein, Bahr, Sanguinetti, Camilloni y tantísimos otros, necesitaron de estas voces para que su obra alcanzase el reconocimiento a su gran aporte intelectual.

Y si bien no todos son ruiseñores los que cantan entre las flores, el paisaje se presta para que muchos que no están en ese primer plano, también se luzcan con la añeja estrofa, la imagen poética evocadora, el paisaje musical que nos sigue acompañando y emocionando. Ya dije que sobre gustos no hay nada escrito y respeto todas las opiniones. A mí, por ejemplo, al margen de los nombrados, me gustan mucho Ricardo Ruiz, Ángel Díaz, Héctor Mauré, Roberto Mancini, por ejemplo. Y el Jorge Casal que cantaba en la orquesta de Florindo Sassone. Porque con Troilo, luego tuvo muchos problemas de garganta. Y ya más hacia aquí, las de Rubén Juárez o Ariel Ardit, entre muchas otras. Afortunadamente la trilogía tanguera: Música-poesía-baile, tuvo a  tantísimos cantores que siguen vivos en el día a día de los que escuchamos aquellos discos y los bailamos. Y nos tintinean en el cuore como si estuvieran presentes.



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