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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Homero Manzi

El gran poeta del tango, en declaraciones a medios de prensa, a fines de 1936, decía cosas como éstas:

   -Para dar mi opinión quiero dejar de lado un término que oscurece el asunto: Folklore. Para mi hay solamente música argentina. Y lo es tanto la del campo como la de la ciudad, con diferencias, claro está, nacidas de su diverso origen. La música del campo, danzas y canciones, tiene la ventaja tradicional de contar con el apoyo del tiempo, ya que sus antecedentes se remontan a mezcladas y arcaicas expresiones de la música india y la española, expresiones que contaron para tomar una forma, con la trascendencia del paisaje.  El estilo trae a su cincha el alma de la pampa; el bailecito la repicada repercusión de las montañas. La vidala, el rumor del viento hecho flecos al atravesar los  filos de los bosques; y así en todo, cielo, sol, lluvia. nieve, viento, estrellas; lo de menos es el hombre; lo de menos en actitud de reflexiva conciencia, convertido en intérprete telúrico de hondas fuerzas naturales. Es la raíz de la tierra.

                                       


   -La música de la ciudad -el tango- en cambio, tiene la extensión de las pasiones; es música sacada de adentro: ríe, sufre, ama, odia, ridiculiza; y por encima de todo el vértigo de los puertos, de las razas, de los vientos y de las velas que traen canciones y nostalgias enganchadas en sus banderines.

   -Sin embargo, sería injusticia calificar la extranjera de música de la ciudad. Ella ha sabido argentinizarse en un legítimo y encariñado manoseo con el ciudad: con el vigilante ochocentista, con el cuarteador de fin de siglo, con el compadraje carnavalesco de los barrios, con las guitarras, con las esquinas y con los bodegones, con las chicas desasosegadas por una esperanza y que esperan en la inútil balaustrada rosa, que descubrió Jorge Luis Borges; con la dramaticidad grotesca del hogar proletario, desacomodado a fuerza de alcohol y malas pasiones; con la aspiración criollizante del hijo del gringo: Juan Moreira sentimental y tímido: con todo ese embarullado juego de personajes y asuntos que hicieron mutis por el practicable de la vida moderna.

                                     

   -Por eso el tango de hoy, el verdadero, ¿qué debiera traducir?
   -A mi entender, la nostalgia de toda esa desaparición, que sólo se puede llorar en dos por cuatro.
   - Y por eso también, a mi juicio, sólo tendrán patente de persistencia los tangos que traigan ese soplo evocativo, lo que sepan ponernos frente  al cuadro y al personaje del novecientos. Los que resumen el dolor porteño del contraste de ayer y hoy; los que nos reconcilien con todos los rincones y todas las costumbres desaparecidas; lo que tengan ese filete filosófico-sentimental heredado de los payadores patrioteros, puristas y amigos de los amplios alardes.

   -El otro tango, el del estribillo y la historia de un dolor, es sólo couplet, sin ciudadanía porteña, y los del amor lacrimógeno constituyen una invasión de los versitos del trópico, no de la danza recia del trópico, entiéndase, sino de las cancioncillas ésas tan en boga y que carecen de sexo y de vértebras.



                               

Cuando pronunciaba estas palabras, Homero Manzi tenía apenas 29 jóvenes años y ya parecía mayor. Poeta, escritor, periodista, político, director de películas exitosas, moriría a los 44 años en pleno desarrollo de todas sus capacidades. En uno de sus versos inéditos, finaliza con estas estrofas.

...un día traje a casa el diploma oficial.
Con él franqueé la puerte medieval del Derecho.
Leí filosofía. Estudié Introducción 
Un discurso de Howard "El Chaco y sus obreros"

Abandoné los libros y me hice luchador.
No supe hacer distingos entre el verbo y el gesto.
peleando por la idea sin sombra de interés.
Cuando me vi expulsado quise hacer un recuento 
y tenía un poema y un amigo entre cien.

Volví a la convivencia de mi barriada burda.
Dejé perder la gloria de mi destino grande.
Tome la calle angosta y le canté a la luna.
Y la gente del barrio se detuvo a escucharme.

En alguna ocasión, preguntado sobre cuál consideraba su mejor tango, contestó, dudando, que creía que era El pescante. Claro todavía no había creado ese milagro de Sur, con Aníbal Troilo. Además la maravillosa parva de tangos, milongas y valsecitos que enhebró con Troilo, con Pîana, Demare, De Bassi,  Maffia, Pracánico, Canaro, De Caro, Hugo Gutiérrez, Rosita Melo, Cátulo Castillo, Ricardo y Alfredo Malerba, Pugliese, Charlo, Donato, Félix Lipesker, Fresedo, Cristóbal Herreros, Di Sarli, Mores, Sureda, Laurenz y tantos otros compositores, es realmente impresionante Parece mentira que en tan pocos años de vida, haya tenido tiempo, entre otras cosas, para tejer la fecunda y hermosa retahila de temas que recobran vida cada día, en tantos lugares del mundo.

     

Es muy difícil hollar entre semejantes composiciones que encierran mensajes de amor, confidencias con música y esa escritura  que talla poemas absolutos, interminables, por su nostalgia y belleza. Y en esa discografía tremenda, genial, escojo, un poco al voleo: el tango Después, que realizara con música de Hugo Gutierrez, y que Rubén Juárez grabó acompañado por la orquesta de Armando Pontier, en 1972. Y El valsecito Tu pálida voz, que realizara con Charlo y que llevó al disco Francisco Canaro con su orquesta y Carlos Roldán el 10 de noviembre de 1943.

Después - Rubén Juárez con Armando Pontier

Tu pálida voz - Francisco Canaro-Carlos Roldán






1 comentario:

  1. Estimado José María:

    ¿Podría dejarme un correo electrónico para comunicarme con usted?

    Muchas gracias,
    Damián
    damianfresolone@gmail.com

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