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viernes, 27 de diciembre de 2013

La milonga ayer y hoy

Les traigo este reportaje y exhibición de una pareja de milongueros de los años cincuenta. Sirve para calibrar cómo era el ambiente de las milongas en aquellos bulliciosos años en que el tango llenaba horas de radio y las orquestas florecían como hongos después de la lluvia.

Esta pareja cuenta a Tono Gallesio, como se aprendía a bailar tango y cómo eran aquellos bailes que muchos no conocieron, aunque oyeron comentarios sobre los mismos. Hay que tener en cuenta que el tango tuvo un bache enorme entre los años sesenta y ochenta. Las orquestas se desmembraron, no había difusión de esta música nacional prácticamente y mientras algunos músicos se batían en retirada, otros se arreglaban con cuartetos o quintetos, porque las grandes orquestas eran imposibles de mantener. Las milongas languidecieron, los clubes de barrio fueron cerrando sus puertas, y sólo quedaba algún rinconcito olvidado en el cual dar rienda suelta a la emoción del baile.

                                               


Fue como si se hubiera apagado la luz de repente. La nostalgia recrea aquellas milongas impresionantes que comentamos entre amigos, con la alegría de que el tango ha vuelto a vuelto a ser popular, aunque no tuviera nunca el apoyo de los gobernantes.

Se ha expandido por el mundo y para muchos de nosotros es un motivo de enorme placer ver la difusión que ha alcanzado y cómo han logrado un excelente nivel de baile en muchos países. Esta pareja analiza el presente con la nostalgia apuntando a aquellas multitudes que lo bailaban en Buenos Aires y con la crítica a algunos modos actuales de comportamiento que choca con los códigos de la belle epôque. La diferencia generacional juega siempre su papel crítico y aunque uno trata de ser benevolente e intenta pasar por alto muchas cosas, lo cierto es que a veces nos toca ser blanco de choques, brusquedades en el desplazamiento de las parejas y eso se hace duro de soportar.

                                                   


Por eso, comprendo al milonguero del reportaje y su compañera quejándose de estos comportamientos asilvestrados. Aunque creo que en Buenos Aires, se soporta mejor que en Madrid, por ejemplo. Cuando milongueo en las pistas porteñas, creo que el nivel general es bastante aceptable, con las pequeñas excepciones que la población de las mismas puedan ocasionar en forma de choques. En España -salvo abundantes excepciones de gente que lo baila bien-, falta recorrer mucho trecho para alcanzar ese standard.

                                         

                                                

Y los invito a escuchar a esta pareja de milongueros veteranos que nos recuerdan lo que eran aquellas fiestas de los años cincuenta.




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