Hace ya bastante tiempo que emprendieron caminos separados, pero por suerte quedan sus videos que serán siempre material de primera, para apreciar en todo su sentido lo que es una pareja de tango.
En realidad, da la impresión de que conforman una solo cuerpo con cuatro extremidades, pero además, a ello hay que sumarle la elegancia de sus movimientos, la captación musical de lo que realiza la orquesta.
Es como si hubieran nacido para el baile. Para el baile en pareja, claro. Ambos siguen siendo muy buenos bailarines, pero nunca volvieron a alcanzar por caminos distintos, separados, ese nivel, el fulgor repentino que los iluminó en sus infancias. El tango sublimado.
Podemos apreciar su arte, bailando con el conjunto italiano Hyperion Ensamble, el tango de Mariano Mores: Tanguera.
Da la sensación de que lo que hacen es insuperable. Por supuesto, cada pareja y cada bailarín, tiene su estilo, su gracia, su donaire especial. Pero el duende que los impulsa a Javier y Geraldine les da un tono distinto, un ángel especial movilizándolos permanentemente.
Para mí, representan el arquetipo de la pareja de tango. Sin desmerecer a lo que hacen con sus respectivos/as partenaires en la actualidad y en el futuro, creo que esto es insuperable. Tenían además esa impronta juvenil, nueva, virgen, que los impulsaba y aún no se habían profesionalizado, aunque en realidad fueran grandes profesionales.
Uno recuerda esas cosas maravillosas que hacían Fred Astaire y sus compañeras ocasionales y se nos ocurrían mágicas, imposibles de mejorar. Aseguro que hubo y hay grandes parejas de tango, cada una con su estilo y sus coreografías, pero siempe volveré a Javier-Geraldine, cada vez que quiero ver la belleza plena del baile del tango, en un escenario.
En este caso bailan la milonga Flor de Monserrat, de Juan Santini y Vicente Planells del Campo, por Rodolfo Biagi, cantando Alberto Amor, grabado en 1945.
No hay comentarios:
Publicar un comentario