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jueves, 30 de octubre de 2025

Osvaldo Fresedo y la ronda nueva (III)

 “A dos bandoneones Loduca-Fresedo”
-“Cuando estaba en el Royal Pigall, la compañía Victor envió un técnico con un equipo de grabación, digamos “portátil”, para realizar una gira por todos los países de América latina registrando la música característica de cada uno de ellos. Cuando llegó a Argentina, con quien primero se contactó fue con Vicente Loduca, porque él ya había estado en Norteamérica actuando con el pianista Celestino Ferrer.
Lo conocían porque allá habían grabado unos discos para ser editados en nuestro país. A raíz de esto, cuando vino el técnico comenzó a buscar si estaban Ferrer o Loduca. Ferrer se había quedado en Francia y en consecuencia lo ubicó a Loduca y lo apalabraron para la realización de una serie de discos.
Loduca se llegó entonces al Royal Pigall; a mí no me conocía personalmente, pero lo conocía a “Pirincho”. Lo vio y dijo: “Mirá, yo tengo un asunto: me vienen a ver de la Victor para grabar unos discos. ¿Los podría hacer con ustedes?” Le contestamos afirmativamente.
Como este hombre de Víctor no conocía nada, Loduca le daba lo que quería.
En resumidas cuentas fuimos con toda la orquesta del Royal más la inclusión en ella de Vicente Loduca. Era la primera vez que se tocaba con dos bandoneones.
La etiqueta de los discos especificaba: “A dos bandoneones Loduca-Fresedo”.
En estas grabaciones intervinieron:
Bandoneones: Vicente Loduca y Osvaldo Fresedo.
Violines: Francisco Canaro y Julio Doutry.
Piano: José Martínez.
Contrabajo: Leopoldo Thompson
Preguntamos al maestro Fresedo si en este conjunto los bandoneones hacían dos voces:
-“Mire, hacíamos lo que venga, porque Loduca lo que quería era ganarse unos pesos”.
Fueron grabados en 1917 siete discos en los que se anuncia haber sido realizados con dos bandoneones, pero hay tres discos más del mismo año que también podrían serlo:

                                       
Vicente Loduca


En la presente discografía de Vicente Loduca –Ya publicada al referirnos a la trayectoria de este bandoneonista en el tomo I de esta serie- hemos querido salvar la omisión de la placa 65905 y la consiguiente alteración de los números correlativos en los discos siguientes.
Como vemos en ella, a partir del fonograma 69717 del año 1917 recién aparece la aclaratoria: “Dos bandoneones Loduca-Fresedo”; como señala nuestro querido y sapiente investigador don Horacio Loriente –gracias a quien brindamos esta discografía- es posible que también lo sean los demás de 1917, lo que concuerda con lo expresado por Fresedo, quien aseguraba haber comenzado a grabar con Loduca en 1917.

“Casino Pigall” con orquesta tzigana

-“Vino entonces el asunto de la apertura del Casino Pigall, que era también propiedad de Lombart y éste me mandó a buscar para la inauguración, que se produciría el 24 de mayo de 1918. Me hizo entonces el ofrecimiento.
“Muy bien, ¿pero con orquesta?, le pregunté.
“No, bandoneón solo”, fue la contestación.
“Pero, con bandoneón solo, ¿qué voy a hacer?”.
Lo que pretendía Lombart, era incorporarme como único bandoneón a la orquesta tzigana de Mirabell que era el conjunto exclusivo de la casa.
Yo intervendría solo cuando se ejecutaran tangos.
En la orquesta de Mirabell estaba el Sr. Leo, de violín; el Sr. Jean Koller, también violín, de origen suizo-francés, que curiosamente luego fue violín de mi orquesta; de piano había un Sr. Berezartúa, “El vasco”, y de contrabajo Hugo Baralis padre. Por el lado de Baralis me gustaba, porque tenía ritmo de tango.
No podía entrar otra orquesta, así que tenía que conformarme con los músicos que había, que eran buenos, pero no para el tango.
Le contesté que iba a ir, pero la verdad que yo no quería trabajar así. Yo quería ver si salía algo con Cobián y Tito.
Entonces, a Lombart le pedí una cantidad elevada para que me dijera que no.
Le pedí veinte pesos por noche para mí solo y ante mi sorpresa… ¡¡Dijo que si!!
Empezamos a ensayar con Baralis, con Berezartúa… las cosas andaban bastante bien, pero llegó un momento que no aguantaba más aquello.
En el ’19, encaré con firmeza a Lombart diciéndole: “Lo siento mucho Monsieur Lombart, pero no puedo seguir aquí; la única forma sería con un buen pianista tanguero y un violín, hacer una orquesta. Así no puedo”.

Primera “Orquesta Fresedo” en Casino Pigall

Al acceder Lombart a la solicitud de Fresedo, éste se volcó de lleno a la búsqueda de los elementos para integrar el elenco.
-“En el café “El Parque” de Lavalle y Talcahuano, en cruz con los tribunales había un pianista de tango muy bueno. No me acuerdo con quién fui, y después de oírlo tocar, lo mandé a llamar por el mozo. Con ellos estaba de bandoneón Pedro Maffia.
Le pregunté al pianista si quería tocar conmigo; ellos ya me conocían.
“Bueno, yo iría –me respondió-, pero resulta que estoy con un chico que toca el violín que fue quien me trajo aquí, así que no puedo dejarlo. ¿Usted no lo llevaría?
Le pedí entonces que lo hiciera tocar, para escucharlo. Tocó unos tangos y le dije que sí, que lo trajera.
El pianista era José María Rizzuti y el chico violinista, Julio De Caro.
Así tocamos en el Casino Pigall, quedando con nosotros Jean Koller y Hugo Baralis, padre”.
Integración de la orquesta Osvaldo Fresedo en Casino Pigall, de la calle Maipú 340, entre Sarmiento y Corrientes, en los años del teatro Casino, año 1919:
Bandoneón y director: Osvaldo Fresedo.
Violines: Julio De Caro y Jean Koller
Piano: José María Rizzuti.
Contrabajo: Hugo Baralis (p)
Ese mismo año el conjunto de Fresedo fue el animador del 6° baile del internado, donde tuvo la oportunidad de dar a conocer su tango “El sexto baile del internado”, compuesto ex profeso para tal celebración, efectuada en el “Pabellón de las Rosas” de Avenida Alvear y Tagle, el 21 de Septiembre del año mencionado. En la ocasión, su conjunto fue reforzado:
Bandoneones: Osvaldo Fresedo, Ricardo Luis Brignolo, Luis Minervini, Roque Biaforte y Luis D’Abraccio.
Violines: Rafael Rinaldi, Julio Doutry, Jean Koller, Julio De Caro, Bernardo Germino, Emilio Ferrer y Arturo Arbruzese.
Pianos: José María Rizzuti, Enrique Delfino y José Martínez.
Bajos: Hugo Baralis (p) y Olindo Sinibaldi. (Información del Dr. Luis Adolfo Sierra, al autor).


Orquesta Típica Select y su primer viaje a Norteamérica

-“A los pocos meses de estar trabajando con mi orquesta en el Casino Pigall, me llamaron de la RCA Víctor y me entrevisté con los Sres. Laiter y León, que eran sus representantes. Ellos me informaron que estaban eligiendo los mejores músicos que había en el país, para enviarlos a Norteamérica para grabar discos, preguntándome si yo estaría dispuesto a viajar, a lo que respondí afirmativamente.
Luego me consultaron si me gustaría de pianista para tocar conmigo, Enrique Delfino. Les contesté que sí y me solicitaron mi parecer sobre la posibilidad de que el violinista fuera Tito Roccatagliata “¡Cómo no!” –Les respondí-, además es mi amigo.
Así quedo constituida la base del conjunto que viajaría a Estados Unidos a grabar los primeros 25 discos registrados en Camden, Nueva Jersey para ser editados en la Argentina por la Cas Pratt de la calle Sarmiento 643, su representante en el país”.


El viaje

Los tres músicos elegidos zarparon de Buenos Aires en el vapor “Marta Washington” hacia mediados del veinte. Enrique Delfino nos informa alguno de los pormenores de la travesía:
“Si hoy todavía es una aventura tocar tangos en los Estados Unidos –Delfy declaraba esto en 1961- imagínese cuánto lo era para esos días de 1920. Para colmo nos tocó una navegación muy dura a bordo del “Marta Washington”, y al pobre Roccatagliata lo atacó “el mal del mar”, que lo mantuvo prácticamente acostado durante toda la travesía. Recuerdo cómo obsesionado por el naufragio, solía decirme: “Claro, para vos no hay problema, tenés apellido de pescado”. Además, para burlar la cuarentena impuesta por la ley de inmigración, ingresaron al país clandestinamente en la zozobra permanente de ser sorprendidos por las autoridades y a cada uno que le pasaba le veían cara de policía. Rememoraba el maestro Fresedo.
-“Cuando llegamos a Nueva York, Tito, Delfino y yo, anduvimos deambulando por sus calles, conociendo Broadway. Delfy, siempre de buen humor, iba adelante y chapurreaba en inglés, para que creyeran que éramos norteamericanos. ¿Cómo van a creer que somos norteamericanos?, mirá los pantalones anchos que tenemos, y ellos usan los pantalones finitos”.
Después fuimos los tres a comer a un restaurante automático en Broadway, en la 7° avenida.

                                         
 
El segundo violín
-“estábamos los tres sentados a una mesa, cuando de pronto aparece un tipo y exclama: “¡Hola Pibe!”, y me tomó de los hombros; yo ni lo conocía y oír hablar en español, sobre todo en Nueva York, era rarísimo, “¿Pero, no te acordás –insistió- que yo iba a bailar todas las matiné al Casino Pigall?”.
Recién lo reconocí; estaba acompañado por otro muchacho. “Te voy a presentar a un amigo: Roberto Medrano. ¿Qué andan haciendo por acá?”.
-“Vinimos a grabar unos discos, para la Víctor, así que tenemos que viajar a Filadelfia, pero hace una semana que estamos en Nueva York esperando que nos den fecha para grabar”.
-“¿Así que vienen a grabar?, ¡Caramba! ¿No me podrían llevar con ustedes?”, me dijo este muchacho que se llamaba Alberto Infantas Arancibia, y tocaba algo el violín.
Él había llegado en el vapor “Bahía Blanca” y había desertado: los dos estaban en la vía. Medrano tenía la idea de poner allá una academia, para enseñar a bailar el tango en Nueva York. Yo le dije: “Pero usted cree que con eso se va a ganar la vida aquí, que nadie sabe nada, ni de tango, ni de nada”; y él replicó confiado: “Si, la vamos a pasar”.
Con ellos había una “barrita” de argentinos que después nos la presentaron: “¿La verdad? No me gustaba nada…”

“El tango” y “la tanga”

-“Y estos muchachos ¿qué hacen aquí?”, les pregunté
-“Viajan a Europa… a buscar… muertos”, me informó Infantas.
-“¿Cómo a buscar muertos?, exclamé azorado.
-“Si, los soldados que murieron en la guerra, sabe, ellos los traen y aquí los entierran; es un “trabajito”, ¿entendés?...”
-Los invitamos a comer a ambos y en el transcurso de la comida, en un aparte, Infantas reiteró en la solicitud de venir con nosotros.
-“Bueno, mire, usted sí venga, pero Medrano, no. Concluida la cena les pregunté: ¿Y ahora adónde van?” A dormir a cualquier estación de tren”, me respondieron.
Allá las estaciones son muy amplias y negros y blancos pueden dormir, sin que nadie los moleste. Pero nos condolimos de ellos y les ofrecimos que vinieran a dormir a la pensión en que estábamos nosotros. Para que no los descubrieran dormían debajo de nuestras camas.
Después de 9 años, estando yo en el fabuloso Les Ambassadeur de Francia, que presentaba las revistas americanas de mayor suceso, en una de ellas, como máxima atracción venía la pareja de baile internacional “Medrano and Donna” ¡El mismo Medrano que había dormido debajo de nuestras camas!

La definitiva integración del conjunto

Cuando empezamos a ensayar, lo hicimos tocar a Infantas Arancibia. Tocaba un poco, pero fue el segundo violín.
Alberto Infantas Arancibia, posteriormente, en 1934, fue director de la orquesta del cabaret “El chico”, uno de los de más categoría en el ambiente neoyorquino hispanohablante. Cumplió, además, dos brevísimos papeles en calidad de actor, en sendos films protagonizados por Gardel: “El tango en Broadway” y “El día que me quieras”.
Ya en Camden, se agregó el violoncelista, presumiblemente Herman Meyer, de ascendencia alemana. Desgraciadamente el maestro Fresedo no recordaba su nombre, para confirmar o rectificarlo.
En síntesis, su formación sería la siguiente:
Bandoneón: Osvaldo Fresedo
Piano: Enrique Delfino
Violines: David “Tito” Roccatagliata y Alberto Infantas Arancibia.
Violoncello: Herman Meyer.
-“Nosotros éramos cinco: piano, bandoneón, dos violines y cello; no se pudo poner contrabajo porque era demasiado bajo y el equipo grabador no lo tomaba.
Todavía no había micrófonos y se grababa con bocinas.
Un día, estábamos grabando “Milonguita” y en un estudio contiguo al nuestro, el maestro Paul Witheman grababa con su orquesta el fox-trot “Murmurando”.
Por su importancia en la evolución instrumental del tango, damos la discografía del conjunto.

                                      



A raíz de haberse presentado a una de las sesiones de grabación con alguna deserción en su plantel, se resolvió que Delfino y Fresedo grabasen dos temas cada uno como solistas.
Osvaldo Fresedo registró en solo de bandoneón dos versiones:


La discografía de la típica Select publicada en la revista Estudios de Tango N°9 de mayo-julio de 1972, ha sido reproducida en este trabajo, pues por lo común no se la incluye en la discografía general de Osvaldo Fresedo, siendo la labor de este pequeño conjunto de notables, de una trascendencia enorme como muestra del mejor tango instrumental de su época, motivo por el cual no se puede pasarse por alto.
Estas placas registradas en Camden salieron a la vente en nuestro mercado, en sucesivas tandas, las que fueron recibidas con gran aceptación, tanto por la modalidad interpretativa de la orquesta, como por los valiosos títulos vertidos en su cuidadoso repertorio.
Finalizadas estas grabaciones retornaron a Nueva York donde dejaron a Infantas y a Medrano, realizando algunas incursiones en locales nocturnos.
-“De ahí nos queríamos ir a Francia, idea que nos tenía entusiasmados; teníamos 90 dólares cada uno y el pasaje a ese país costaba 50 dólares, mientras que volver a Argentina nos salía 150 dólares por cabeza…”
Dicho sea de paso, digamos que por su tarea de grabación cada músico había recibido ¡5000 dólares!
-“Nos encontramos entonces con el agregado de la Embajada Argentina en Nueva York, Conrado del Carril, de quien era amigo; nos invitó a una fiesta en su residencia, y al conocer nuestra situación nos aconsejó que volviéramos a Buenos Aires: “Yo les voy a agregar un adelanto para que regresen”.
Ir a Francia era una aventura, por ahí nos tocaba “correr la coneja”, además “Tito” quería ver a su mujer, así que finalmente optamos por regresar”.
Llegaron a esta capital en diciembre de 1920.


Al que se va del Casino, se lo ocupa su vecino
Cuando Fresedo dejó el Casino en oportunidad de viajar a Nueva York, su orquesta quedó con la denominación de “Orquesta Fresedo” dirigida por el bandoneonista Pedro Polito, sufriendo algunas variantes:
Bandoneones: Pedro Polito y Miguel Orlando
Violines: Julio De Caro y Manlio Francia
Piano: José María Rizzuti
Contrabajo: Hugo Baralis (padre)
A su regreso al comunicar a sus músicos que no seguiría como director, el conjunto se disolvió.
Entonces, realizó los bailes de carnaval de 1921 en el teatro “Opera” como integrante de una orquesta numerosa que presentó Francisco Canaro, donde éste dio a conocer su tango “¡Sufra!” y Fresedo el tango “Cielito mío”, cuya primera parte pertenece a un motivo popular mexicano titulado “Cielito lindo”, según nos aclara el mismo compositor.

OSCAR ZUCCHI


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