Recuerdo las fiestas suburbanas
en los amplios patios porteños
que el cemento horizontal desalentó para siempre.
Un perfume hondo de enredaderas
gestaba la esperanza
en el patio, dibujado como un pozo de la noche,
repleto de pasos que giraban alucinados
más allá del latido, más acá del futuro.
El baile era un alboroto
de polleras y sueños,
de deseos escondidos que nunca se pronunciaban.
El tango temblaba su emoción
en la vigilia jubilosa del beso.
ALFREDO CARLINO
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