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miércoles, 18 de septiembre de 2024

Malena

 Más que un nombre de tango

   Me la presentó una noche Alfredo Gobbi en "Mi Refugio", un bolichito folkórico, pegado a radio El Mundo. "Elena..."-me señaló Alfredo. -"Encantada...", susurró la voz aguardentosa de la mujer de empaque elegante y sugestivo. Al rato supe que esa señora que portaba una carpeta llena de papeles, era la Malena que inspiró a Homero Manzi para escribir los versos de un hermoso tango.

   En 1941, el poeta volvía de un Congreso autoral en México -fue con Discépolo y Tania- y en una de las escalas del viaje recaló en un cabarucho de Porto Alegre donde escucha cantar a una mujer que con su voz de sombra, y lejos del pago desata en su ánimo una brumosa nostalgia. La presentaban como Malena de Toledo y hasta el nombre iluminó su lapicera, que, febrilmente garabateó una lluvia de metáforas sobre el papel, en la habitación del hotel donde se alojaba.

                                  

                                                       Elena Tortolero (Malena)

   Luego sabría que que era hija del cónsul español en esa ciudad y cantaba en castellano y portugués. De vuelta en Buenos Aires y en plena filmación de "La guerra gaucha", de la cual era co-guionista, le entrega aquel papelucho al director del filme, Lucas Demare, con una recomendación: "Hablá con tu hermano y decile que si le gustan estos versos, les ponga música".  

   Lucio Demare recibió el encargo pero olvidó la hoja en un saco. Yendo en coche un día, descubre el mensaje en uno de sus bolsillos y para el auto para leer el poema. Acto seguido, le da un ataque de ansiedad y se  dirige a "El Guindado", el bar de Libertador y Acevedo. Allí lo ensambla musicalmente con esos sonidos, que van encadenados magistralmente en frenético rapto. 

   "La letra de Hermero era tan perfecta, tan rítmica, que la musicalizé en 15 minutos", contaría luego. ¡Un cuarto de hora para machimbrar armónicamente una página que se inscribiría en la geografía más cálida y entrañable de los sentimientos tangueros!

   Elena Tortolero, que así se llamaba y despertó al máximo mi curiosidad juvenil, era argentina, de Santa Fe, hija de andaluces (Algunos personajes del tango que la conocieron, aseguraban que era chilena), había recibido esmerada educación y vivía de jovencita en Brasil. En una gira, conoce en Cuba al cantante mexicano Jenaro Salinas. Se enamoran, se casan y viven en Buenos Aires, cerca de radio El Mundo donde él es contratado.

   Allí intimaría Salinas con la actriz Zoe Ducós, que al caer el peronismo emigra a Venezuela  donde triunfaría como actriz. Se casaría con un actor local y luego  al separarse lo hace con el siniestro Jefe de policía de Pérez Jiménez. Salinas,  en plena decadencia va a cantar a Caracas, en lugares de baja estofa e intenta acercarse a su ex amante. Los policías-esbirros de Miguel Sanz lo tiran desde arriba de un puente y luego le pasan con un coche por arriba destrozándolo. 

   Elena viaja a Caracas, trae el cadáver de su marido y lo entierra en Buenos Aires. Ella  había incorporado el tango homónimo a su repertorio y en una ocasión lo canta en un cabaret de Montevideo, con la orquesta del violinista Reynaldo Nichele. Momentos más tarde se entera que ella era la destinataria de esos versos y le invade una emoción tan grande y desgarrante que la voz que tomó ese tono oscuro de callejón, no volverá a escucharse jamás en escenario alguno, por decisión propia y definitiva.

                           

 

   Coincidí con Roberto Palmer, pampeano de General Pico en un verano de San Clemente del Tuyú. Antes de ser primera voz de Los cantores de Quilla Huasi, cantaba en el "caribeño" Trío azul, con maracas y bongó. Actuaban en un cabaret de la calle Reconquista, cuando en una lluviosa madrugada cae al local un pianista amigo con una mujer que llamó la atención de todos. Era Elena Tortolero.

   Roberto departe en la mesa de los visitantes con ella  y posteriormente él y su mujer, harían tal amistad con ella, que Elena terminaría viviendo con el matrimonio en un departamento de la calle Maipú. "Nunca escuché decirle a nadie que era Malena, la del tango. Era muy cortés, educada, fina, reservada, y sólo se lamentaba del paso de los años y de no haber tenido hijos...", según me contó.

  Por entonces, como tantos artistas venidos a menos, se dedicaba a representarlos. Fumaba mucho, tomaba café en grandes cantidades y conversé en un par de ocasiones más con ella en Mi refugio, donde solían recalar muchos artistas. En diciembre del '59 viaja a Montevideo para arreglar unos contratos . Sorpresivamente, el 13 de enero de 1960, llega la noticia al departamento de la calle Maipú: "Elena ha muerto de un edema pulmonar y su cadáver está en la morgue".

   Roberto andaba de gira con los Quilla Huasi y Elsa de Palmer viajó a Uruguay, reconoció el cuerpo, lo trasladó a Buenos Aires y lo enterró en el nicho de su marido del Panteón de los Artistas, en la Chacarita. 

   Increíblemente, también un 13 de enero, pero de 1942, en la Confitería Novelty. Lucio Demare con su cantor Juan Carlos Miranda estrenaba para la posteridad esa alucinante pintura cromática: "Malena canta el tango como ninguna / y en cada verso pone su corazón. / A yuyo de suburbio su voz perfuma. / Malena tiene pena de bandoneón".


(Troilo lo consagró con Fiorentino en enero de 1942,  y también lo grabaría con Raúl Berón en 1952. Acá lo podemos disfrutar en esta última versión:                                                                                                                                                        

                              


    Y podemos escucharla a ella, Elena Tortolero, cantando con la orquesta del bandoneonista Luis Petrucelli el tango de Luis Bayón Herrera y Edgardo Donato: Volvé.

                                           



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