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jueves, 5 de septiembre de 2024

El tango y la pasión

                          

   En las clases de tango me encuentro con multíplices personalidades. Me gusta
topármelas en agraz, enseñarles que en los recintos de baile no serán solamente un
complemento prêt-à-porter, sino unas deidades sensuales que despertarán la intensidad
y ansiedad de sus fugaces compañeros de ruta. Intento inyectarles el tango en vena,
fecundar la pasión y exorcizar las tensiones. 
   Para el prólogo eludiremos los estereotipos que traen en su imaginación, descartaremos lo irrelevante y nos zambulliremos en el misterio que nos acecha en la pista cotidiana. El paisaje indescifrable de nuestros pasos debe estar en el goce de la calma, buscando la sustancia, ardiendo las suelas contra el
piso, ondulando como un viento en los giros y molinetes, entre la afanosa hilera de fieles que se dejan penetrar por la cristalina resonancia musical. 
   Mis afanes por trabajar con alumnos primarios envueltos en su propia vulnerabilidad, no se fundamentan en un discurso teórico, sino en las palpitaciones inscriptas en la memoria genética. El tango es una emoción intensa. Deben saber amansar a ese guerrero que todos llevamos dentro y
para ello es necesaria la sobriedad expresiva, que no está reñida con la elocuencia gestual y corporal. 
   El canon desdeña la artificiosidad gratuita, la provocation, y manejamos de inicio figuras de escasa complejidad, creando un misterio, armando retazos que en forma imaginaria de collage nos irán acercando a la obra de arte final.
   Destilando siempre unas energías oscuras, un sentimiento intenso que nos oprime el
corazón y, en senderos que se bifurcan, nos lleva a un estado de excitación, en el que el
yo aparece hibridado con lo colectivo, conduciéndonos a inmortales noches de pasión y
entrega espiritual sin límites.
   En Níger las mujeres bori se dejan cabalgar por los espíritus después de ensayar
minuciosamente los pasos de la danza de posesión.
   Un sentimiento afilado como un punzón demostrará la reflectante belleza de lo
inestable, de lo imprevisto, porque esa es la atmósfera del tango bailable. Jamás deberán
caer en lo banal, amanerarse; por el contrario deben restallar en su determinismo, con
una sensorialidad perceptiva y exornos de gran belleza.
   Buscarán las notas con sus pies, en la hondura del hombre que las conduce entre una
encendida orquesta de pájaros rituales.
   Deben ser como esos frutos envasados y macerados en alcohol y almíbar: Codiciadas,
llamativas, seductoras, deseadas, sugerentes, derramantes, dulces, impregnantes,
vaporosas, jugosas, fuertes, adictivas, con un post gusto inolvidable.
   Despertando el deseo insaciable de volver a saborearlas inmediatamente.
   Y cuando descubran la fiebre interna que produce el tango, la himnodia interior, su alma
se desmayará irremisiblemente en los brazos del hombre.

“Sólo la música puede crear una complicidad indestructible entre dos seres”.
Emile Cioran (filósofo rumano)

(De mi libro ArTango, con pinturas de Isabel Carafi.)

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