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jueves, 14 de enero de 2021

A fuego lento...

    Rodolfo Mederos, un músico que ha trasvasado las lineas que marcan épocas del tango, me dijo una vez, en medio de una de sus bravatas justificadas y ciertas, con el tono que absorbe quien sabe decir algo bien cierto: "Nene, después de Horacio Salgán no pasó nada en el tango".

 Ignacio Hurban

   Horacio Salgán es uno de los músicos más importnate que tenemos con vida y en actividad actualmente, si bien en 2003 se retiró de los escenarios de manera austera, sin estridencias de ningún tipo, en consonancia con su forma recatada que mantuvo siempre, sigue su actividad de arreglador con un empuje pulcro y admirable.

                                                                                     



   Este casi centenario músico forma parte de una conquista de la calidad  cedida al lenguaje del tango como nadie lo ha logrado. Pianista finísimo de toque galante, no ha dejado nunca que su virtuosismo empañe una sola nota que promueve con su piano.  Conocedor de las entrañas y vericuetos del Tango como pocos, es estandarte de una evolución interna del género que ha llegado a límites extraordinarios. 

   Poseedor de un muy característico "Swing", devenido quizás de su admiración por otras músicas, como el jazz y los movimientos anteriores a la "Bossa Nova", ha logrado con esa amplitud de mirada que añada otra  característica más a su corolario de virtudes, una manera de entender y decir la rítmica del tango, fina, profunda y equilibrada.

   Escucharlo debiera ser para una gran parte de nosotros una satisfactoria y deliciosa obligación.

   Sus arreglos para orquesta típica son de estirpe bailable, o mejor dicho suelen ser bailados, pero aún así conforman una de las páginas más brillantes del tango Argentino, por su complejidad, profundidad y conocimiento del estilo dentro del cual ha puesto una impronta dialéctica imposible de negar. La siempre justificada deficultad de sus partituras mandó más de una vez a estudiar a los virtuosos. 

    Leopoldo Federico y Ernesto Baffa entre otros instrumentistas lo han manifestado en repetidas oportunidades. Su manera de armonizar, de hacer valer los recursos Tanguísticos, de superponer las texturas justo con intrincadas melodías, hace muchas veces que su música sea un terreno vedado para principiantes.

   Defensor y promotor de un género dentro del tango de que se transformó en vanguardista y posterior celoso curador, es depositario en sus etapas de una gran parte de este lenguaje. Es aunque parco en cantidad, un exquisito compositor. Entre sus tangos más conocidos están A fuego lento, Grillito, La llamo silbando, Don Agustín Bardi, que le reservan una suerte de moderna tradición, bibliografía reservada para pocos, sino para uno solo.

   Cuenta con más de 400 arreglos de su pluma. Ha publicado un libro de gran valía, su Curso de Tango, editado en 2001, libro vital sobre todo debido a la poca presencia de bibliografía técnica para el tango. Este es uno de los tantos  actos generosos que pintan una personalidad que se mantiene con algarabía y lucidez a los 90 años. 

   Aclamado y respetado por los músicos más reconocidos a nivel mundial, entre ellos el trompetista Wynton Marsalis, quien dijo: "Lo quiero traer a Nueva York para que toque él. Yo solamente lo quiero ver en el escenario del Lincoln Center haciendo su música. Amo lo que hace".

   Con un camino recorrido así, aún es dueño de una inagotable energía, brega por la transmisión del tango a los jóvenes, con la paciencia y el amor propio de los grandes hombres. Confiesa tener una sola meta que es tocar el piano, y asegura querer con la humildad de un maestro "en lo posible tocarlo bien".

(Ignacio Hurban es pianista, ha editado varios discos con artistas conocidos, dirige un conjunto y una escuela de música, ha recibido premios y es uno de los nietos recuperados. Su abuela, Estela de Carlotto, Presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, después de 36 años de búsqueda incansable, le transmitió la buena nueva. Ahora se llama Ignacio Montoya Carlotto)

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