Translate

viernes, 24 de julio de 2020

Tinta roja

Pocos géneros musicales han albergado en sus filas a poetas de la talla que ha tenido el tango. Los Manzi, Expósito, Cadícamo, Discépolo, Le Pera, los Contursi, González Castillo, Celedonio, Cátulo, son una muestra palpable de la calidad de estos vates que nos han legado verdaderas joyas envueltas en música. Y han trascendido largamente las fronteras rioplatenses y  hoy siguen mostrando sus laureles incólumes en infinidad de paises de todo el mundo.

Cátulo Castillo fue más que un poeta. Violinista, jovencísimo director de orquesta que se plantó en Europa con sus músicos, compositor tempranero, le puso música a páginas tangueras de su padre, Don José González Castillo: Silbando, Acuarelita del arrabal,  Organito de la tarde, Juguete de placer, Aquella cantina de la ribera. Recién a la muerte de su progenitor (hombre de teatro, poeta) se decidió a ocupar el sitial que le había dejado éste y pasó a ser  uno de los más importantes que ha tenido el tango. Su obra en ese sentido habla por sí sola. La intensidad de su escritura estuvo en ebullición continua. Siempre.

                                   


Sebastián Piana, enorme compositor, pianista, director, amigo del barrio, fue colaborador de su padre (Cátulo y Piana le pusieron música a Silbando). Y en 1941 pergeñaron este tango que muestra el derroche de sabiduría estilítica de ambos. Tinta roja, grabado de inmediado por la orquesta de Pichuco, con la impagable voz de Fiorentino, se convirtió en un éxito inmediato. Y perdurable. Piana explicaba como fue el nacimiento de esta página.

-Es uno de los temas que más se tocan de mis 500 obras. Tinta roja, originariamente fue un tango instrumental. Como necesitaba dinero para hacerle un regalo a mi señora, voy sólo con la música en mi mente, a ver a un editor amigo. Luego de tocar el tema, le pedí 150 pesos, a cuenta de la futura edición. Mañana te lo traigo listo, le dije, aunque en realidad no tenía nada compuesto.
Ese mismo día, por suerte, se me terminó de ocurrir la música. Claro, no tenía que ajustarme a una letra. Al editor le gustó. Me comentó:
-Le hace falta letra, ¿por qué no lo ve a Cátulo, a ver si se la hace?
Cátulo Castillo, que también era músico, al otro día concluyó la letra:
-Sebastián, le puse el nombre de "Tinta roja" -me dijo.
Así surgió este bello tango que estrenó Aníbal Troilo.

Y así eran estos genios que se sacaban de la manga obras de semejante calibre que surgen del sentimiento y del talento indiscutible que poseían. La indisimulada marca de fábrica retrata al músico y al poeta. La capacidad de transmisión emotiva. Así era el paisaje que evocaba Cátulo. La sangre adolescente, esas graves baldosas que pisó tantas veces, la modorra de la calle gris, el fervor de las esquinas, el alumbramiento inaugural, los sueños y asombros juveniles, la fonda de la esquina, el infaltable buzón, la ronda del policía, las noches de verano en aquella entrañable cosmópolis porteña...

Paredón,
tinta roja en el gris del ayer,
sobre mi callejón
con un borrón pintó la esquina.
Y el botón
que, en lo ancho de la noche,
puso el filo de la ronda como un broche.
Y aquel buzón carmín. Y aquel fondín
donde lloraba el tano
su rubio amor lejano
que mojaba con bon vin.

¿Quién no ha evocado aquellas liturgias adolescentes, la cartografía emocional, los inmigrantes en las casas largas, la humilde fonda, los perfiles de aquellos muchachos mayores extravertidos que nos llenaban de asombros, las quimeras soñadas? Cátulo recrea el fervor de la esquina, esa tinta roja en forma de sangre que salpica el paredón grisáceo, dejándole un  recuerdo que se inserta para siempre en los ojos del muchachito imberbe. El balcón de la piba que despertó sus primeros sueños.  Y la evocación lo lleva a evocar la confluencia de elementos que desaparecieron en la sociedad de la prisa.

¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En que rincón, luna mía,
volcás, como entonces,
tu clara alegría?
Veredas que yo pisé,
malevos que ya no son,
bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón.

Paredón,
tinta roja en el gris del ayer,
borbotón de mi sangre infeliz
que vertí en el malvón
de aquel balcón que la escondía.
Yo no sé si fue negro de mis penas
o fue rojo de tus venas mi alegría...
Porque llegó y se fue tras el carmín
y el gris fondín lejano
donde lloraba el tano
sus nostalgias de bon vin.

Troilo con Fiore lo grabó el 23 de octubre de 1941 y Tinta roja impregnó el alma de los porteños. En abril de 1971, el Polaco Goyeneche grabó un CD acompañado por la orquesta de Pichuco y entre esos 12 temas estaba también Tinta roja. Susana Rinaldi y Miguel Montero dejaron, incluso, muy buenas interpretaciones.

Lo recreamos en aquel inolvidable registro de Troilo con Fiorentino.

                                

4 comentarios:

  1. Breve: el tango es la música popular más importante del mundo...
    y es nuestra.

    ResponderEliminar
  2. El mal gusto de algunos intérpretes y difusores, hizo q el tango no tenga llegada generacional. Fíjense, en cambio, como El Polaco logró la fusión con los rockeros

    ResponderEliminar
  3. Muy interesante historia y exégesis de este tango, obra maestra insoslayable. Me encantó la expresión "joyas envueltas en música"!

    ResponderEliminar