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lunes, 30 de septiembre de 2019

Desde el tablón

En aquella Buenos Aires de los años cuarenta y cincuenta, el fútbol y el tango, eran la aguja que nos picaba y nos inyectaba vitaminas espirituales. Aquellas experiencias emocionales componían una especie de sinfonía del universo. Y la radio, la pista de baile, el tablón de la cancha, sí, eran fogonazos de vida que surgían del sentimiento más profundo, con su maciza identidad.

El poeta Héctor Negro que tan hermosa obra construyó a lo largo de su vida

Troilo era hincha de River, Manzi y Centeya de Huracán, Stamponi de Vélez; Julio Jorge Nelson de Racing, De Angelis de Banfield, Juan Carlos Copes de San Lorenzo, como Lesica, Goyeneche de Platense, Oscar Ferrari y Rodolfo Scianmarella de Boca, Héctor Varela y Baffa de Independiente, Jorge Sobral de Estudiantes de La Plata, Echagüe de Newell's y podría seguir un rato largo nombrando a tangueros grosos que también gritaban los goles de su equipo en la cancha o al escucharlos por la radio.

Vale la pena recordar que Eduardo del Piano, Emilio Brameri, Carlos Viván, Alberto Echagüe, Oscar Fresedo y varios músicos y cantores apuntaron buenas cualidades futbolísticas antes de pasarse al tango. Y, a la inversa, hubo jugadores de fútbol que lucieron buena golas y aptitudes canoras interpretando tangos. Como Juan Vairo, Raúl Leguizamón, Rodolfo Micheli, Julio Elías Mussimessi y otros. Incluso el Zurdo López -Miguel Ángel- que destacara en Ferro, River e Independiente y luego como técnico, en su juventud tocaba el fueye en una orquesta típica de Córdoba.

Hay bastantes tangos dedicados a un equipo determinado, incluso renombrados como Racing Club, de Greco; Independiente Club, de Bardi; El Ciclón (por San Lorenzo), de Aieta; River Plate, de Leopoldo Díaz Vélez; El taladro (Banfield), de De Angelis; Estudiantes de La Plata, de Francisco Rotundo y Tití Rossi: Boca Juniors, de Scianmarella y sigue la lista... Incluso dedicados a determinados futbolistas, como El Mortero del Globito. Se refiere a Hermino Masantonio, goleador de Huracán, que cumpusieron Miguel Padula y Francisco García Jiménez, por citar un ejemplo.

                           
El poeta Néctor Negro, hincha de Independiente, desgrana su sensibilidad poética, oteando las costumbres suyas y de tantos seguidores pasionales que saltaron, vibran, gritaron, corean, en ese contenedor tribunero que los cobijaba y los convoca como embrujados, con estos versos que le brotan del cuore.

Llené mi pecho con el aire del potrero.
Le di a la mala con la leña del tablón.
Y fue mi canto un estribillo futbolero.
El primer canto que grité de corazón.

No tuve nunca quien me diera mejor fiesta
que los domingos esperados como el sol.
Y este delirio de seguir mi camiseta
y la alegría reventando cada gol.


El cantor Carlos Varela, también hincha de los diablos rojos, como Negro, fue amigo suyo y grabó varios temas de Negro. Lo definía así:
-Negro es un poeta social que señala los problemas pero que no se queda en la queja, ya que su poesía siempre tiene un mensaje positivo, superador y de esperanza. No apela a la melancolía o la nostalgia. Su poesía es colectiva, nunca habla de una sola persona. Si Negro hubiera vivido en la época dorada del tango, estaría en ese podio de los grandes poetas, pero el hecho de haberle tocado estar en los 60 lo dimensiona como un salvador de la poesía del género.

Carlos Varela y Héctor Negro con Carmencita Calderón

Y realmente está radiografiando en este tango, la pasión, la sensibilidad quimérica del hincha futbolero que vivió, como tantas otras cosas de su obra, en persona. Y que destila y verbaliza poéticamente con pluma literaria y pintoresca través de su obra maravillosa, envolviéndolo en remolinos emocionales.

Si mi mejor juguete
fue redondo.
Y mano a mano nadie pudo más,
porque al final de cuentas solo tuve
esa posible forma de ganar.
Mi infancia caminó por aquel cielo,
por tanto barro que debió esquivar.
Y todos los domingos vuelvo y vuelvo,
por el desquite que la vida no me da.

Yo vi los goles que se cuentan a los nietos
y las pifiadas que dan ganas de olvidar.
Rompí el carnet cuarenta veces, eso es cierto,
pero por eso no me han visto desertar.

Porque tuve berretines goleadores
y de este lado del alambre los colgué.
En cada grito voy soltando los mejores
pedazos de alma, que rodando amasijé.

Cómo nos identificarnos con las palabras y el contenido de este abanico de pasiones futboleras que devienen en un hermoso y sentido tango. Al que le puso música el guitarrista Osvaldo Avena, asiduo colaborador y amigo de este gran poeta que nos dejó hace 4 años y cuyo nombre real era el de Ismael Héctor Varela.

Miguel Montero lo grabó en 1972 acompañado por la orquesta de Ángel Domínguez. Acá podemos escucharlo.

                                     

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