Translate

miércoles, 24 de octubre de 2012

El Indio

Es uno de los tantos queridos amigos que tengo en Buenos Aires. Se llama Pedro Benavente pero a él le gusta que lo reconozcan como El Indio. Su sitio en la Plaza Dorrego es una verdadera institución desde 1992 en que se instaló allí con el tango, sus sueños y su pasión por el arte popular. Hoy es reconocido en todo el mundo, los turistas se hacen fotos con él, filman sus actuaciones y no tienen inconvenientes en depositar unas monedas en la gorra que el bailarín pasa después de su actuación.

                                       
Pedro es un tipo para quererlo. Le gusta perorar entre los temas que baila. Hace política a su manera, un tanto anárquica pero descarnada, sentida. Ha conseguido mantener su sitio contra viento y marea, ha sufrido el robo de la lona plástica con que cubría el suelo donde baila en la Plaza, tuvo roces con los políticos municipales, estuvo preso, pero al fin su trabajo duro tuvo premio y hoy su rincón en la Plaza Dorrego se llama Placita de los pañuelos blancos, gracias al apoyo de Hebe Bonafini.

Aunque aparece esporádicamente en televisión y ha hecho campañas fotográficas para Vogue y bailó con los Red Hot Chili Peppers, con León Gieco o Mercedes Sosa, sigue siendo el muchacho humilde que continúa la tradición familiar y lucha por los más desfavorecidos. Lo que recauda los domingos con la gorra va a parar al comedor para chicos del un centro Popular en Burzaco.

Y también creó TangoLab con la intención de formar un ballet de tango con los chicos de la calle. No lo marearon los viajes por medio mundo, las exhibiciones en diversos países europeos y Estados Unidos, las tentaciones de la noche donde lo esperan los milongueros para testimoniarle su afecto y las milongueras para abrazarlo en la pista.
                                            
Cuando fuimos a  a Buenos Aires, para presentar un libro de poemas de Raúl González Tuñón -que se  editó en Madrid-, en el Café Tuñón, estuvo con nosotros a cada momento. Incluso cuando presentamos un libro mío de poemas lunfas (Versos de lejos), y no dejo de visitarlo en su garita de la Plaza Dorrego, los domingos. Este trashumante de la cultura popular en todas sus manifestaciones, merece el reconocimiento por la generosidad que desmuestra hacia los débiles.
                                   
Y por su sentido de la amistad. Hemos estado juntos viendo una exhibición de Osvaldo Zotto con Lorena Ermocida,  en Porteño y bailarín, en una de sus despedidas para una larga gira, cuando Osvaldo era un cacho grande de la milonga y de Buenos Aires.

Pedro tiene poco colegio pero mucha calle. Y mucha lectura. Y mucho corazón. Por eso lo quiero. Y ese rincón de la Placita, con sol, frío, lluvia o viento, está instalado definitivamente en sus venas. Y es un imán que atrae a visitantes de todas partes del planeta.

Con mucho gusto lo traigo al Blog y lo vemos bailar con Lali (María Laura Sosa), El flete de Vicente Greco. ¡Vamos Indio bravo!









martes, 23 de octubre de 2012

Raúl Berón con Caló

Una de las voces más hermosas que se ha paseado por el firmamento tanguero, ha sido sin duda la de Raúl Berón, ésa que al principio descartaron las grabadoras, el director de la radio y el propio Miguel Caló, por tratarse de un "folklorista".

                                                         
Estos errores garrafales suceden en el mundo de la literatura, de la música y de tantas otras actividades. La clase al final se impone, y gracias al tango Al compás del corazón, de Domingo Federico y Homero Expósito que salió a la calle y arrasó, los juicios lapidarios desaparecieron  y pudimos disfrutar de este gran cantor gardeliano que nos dejó creaciones inolvidables con su melodiosa voz, su entonación natural y su personalidad.

Hoy les invito a recordar dos temas poco difundidos que cantara con Miguel Caló. El primero le pertenece al propio Caló, con letra de Mario Gomila: Soy milonguero, y el segundo es una versión radial (Radio El Mundo) del tango de Domingo Federico, que era el primer bandoneón de la orquesta entonces: En la calle.

Federico, además de enriquecer con su talento y su manejo del fueye, a esa Orquesta de las Estrellas
conducida por Miguel Caló, fue un inspiradísimo compositor que creó numerosas páginas fermentadas a continuación por el conjunto, dándole mayor vuelo popular al mismo. 

Arriba: Pontier y Berón. Francini, Caló y Podestá en medio y Federico debajo
Como asiduo caminador de las pistas de tango desde hace ta'y tantos años, aprecio mucho el final del primer tema, grabado el 23 de abril de 1963. Años antes lo había registrado el propio Caló con la voz de Carlos Dante.:

¡Soy milonguero de ley!
¡milonga mía!,
vos solamente sabés
de la alegría que me vendés...


En el segundo, podemos reconocer al violín de Enrique Mario Francini dibujando esas exaltaciones cromáticas que lo distinguen notoriamente. 


Se trata, como digo, de dos testimonios que se escuchan poco y por eso los traigo hoy al Blog.
Y para poder decir después, en la intimidad:

Berón, Berón / qué grande sos.


Soy milonguero 

En la calle 




lunes, 22 de octubre de 2012

Cacho Herrero

Fue el primer violín de la orquesta de Osvaldo Pugliese durante diez triunfales años, nada menos. Y quien lo convocó para integrarse en las filas del pianista de Villa Crespo, fue Enrique Camerano, otro grande, que entonces ejercía de número uno en la fila de cuerdas y lo tuvo a su lado como segundo desde 1943 hasta 1958. Completaban aquel cuarteto  Jaime Tursky (reemplazado por Emilio Balcarce) y Julio Carrasco. Al retirarse Camerano, Herrero pasó a ocupar el primer atril y Balcarce  sería el segundo.

Aparte de sus grandes condiciones como músico y sus 25 años en la orquesta, Oscar Herrero tenía su linda pinta y rivalizaba con Alberto Morán en las preferencias de la impresionante cantidad de milongueras que seguían al maestro Pugliese en todas sus actuaciones.
Herrero es el primero por izquierda. Mela el último
Durante años no me perdí una sola de sus constantes presentaciones en Huracán que cobijaba a una legión de bailarines como pocos clubes, por sus dimensiones. Incluidos los carnavales -7 grandes noches 7- de 1955. Y veía como las chicas le demostraban su fervor cuando se acercaba al micrófono para ejecutar un solo de violín, y también al bajarse del escenario para descansar y dar paso a la Jazz.

Lo vi y milongueé con Pugliese todos esos años. Cuando Mario Soto (autor de Pasional, Muchachita de barrio, Por pecadora) era el presentador. Y luego cuando lo hacía el Negro Mela y arrancaba la noche con su recitado:

Yo...yo soy el tango.
Lo baten cuatro violines
en armonioso lenguaje
y en un póker de ases

lo repite el bandoneón...
yo soy el tango que ayer
cantó Carlitos Gardel
con acento sensiblero
y hoy cantan Jorge Maciel
junto con Miguel Montero.
Soy el tango, compañero
que a la música enaltece
cuando lo brinda la orquesta
del maestro: ¡Osvaldo Pugliese!.


Y se venía abajo de aplausos y los gritos de su fervorosa hinchada: "¡Ese, ese, ese...la barra de Pugliese...!
Fanelli, Balcarce, Herrero, Rossi, Pugliese y Camerano en Rusia.
Cacho Herrero, al margen de sus grandes condiciones, de haber mamado la música en casa, donde su padre y sus hermanos mayores -violinista y bandoneonista- la ejecutaban, y le dió el más grande las primeras lecciones del instrumento (que completaría luego con Enrique Cantore), dejó algunos temas buenísimos. Fue antes de marcharse en 1968 con otros cinco integrantes de la orquesta para formar el Sexteto Tango, por la falta de trabajo. 
       
Para lucimiento del Flaco Morán, compuso con el poeta Elizardo Martínez Vilas (el de Así se baila el tango), tres temas que la orquesta tocó y llevó al disco: Descorazonado, El mate amargo y Porqué no te tengo más.
Pero también escribió dos tangos instrumentales que, llevados por Pugliese al disco, siguen constituyendo un plato exquisto para los gourmets tangueros. Con un melodismo de primer orden y la tesitura musical de los grandes, inscribió  Nochero soy (1956) y Quejumbroso (1959) entre las mejores creaciones de la febril década del cincuenta. Ambos llevan arreglo del propio Cacho Herrero y son imperdibles, como pueden comprobarlo a continuación.

Acá van. Parando la orejita. O moviendo los remos si tenemos a la pareja al lado.

Nochero soy

Quejumbroso

domingo, 21 de octubre de 2012

La última de Salgán y De Lío

El gran Horacio Salgán tenía 94 años en el momento que subió al escenario de la Torquato Tasso, en el barrio de San Telmo. Ubaldo De Lío contaba 82.

Ambos se conocieron profesionalmente en 1957 en Jamaica, un lugar mítico ubicado en Paraguay y San Martín. El mismo que fuera primer refugio de Piazzolla para desarrollar la música que latía en sus venas.Y también de otro genio del jazz, el pianista Enrique Mono Villegas.

Y lo que empezó como un juego de Salgán y De Lío después de hora, improvisando y jugando con sus instrumentos terminó en la creación del dúo, gracias a la solicitud de los dueños del local que eran muy tangueros y les instaron a unirse y a trabajar juntos en un espacio creado para ellos.

El Quinteto original. Salgán, De Lío, Francini, Laurenz y Ferro
En 1960, después de experiencias muy provechosas y exitosas, deciden unirse a Enrique Mario Francini y Rafael Ferro, y además convocaron a Pedro Laurenz -otro monstruo- para formar un quinteto y así nació el celebradísimo Quinteto Real que años más tarde sería consagrado como el "El mejor Quinteto del siglo XX". Fueron diez años de continuos éxitos.

Las obligadas bajas que se iban produciendo en el mismo, siempre fueron teniendo  reemplazantes de enorme categoría: Kicho Díaz ,Omar Murtah y Oscar Giunta en contrabajo; Leopoldo Federico y Néstor Marconi en bandoneón y Antonio Agri y Julio Peressini en violín.

Los dos próceres del inicio seguían firme en sus puestos de mando, aunque cuando estaba yéndose el 2003, Horacio salgán decide tomarse un descanso, que posteriormente sería definitivo, reemplazándolo su hijo César.

El pasado año, fue cuando, por invitación especial retornaron los dos fundadores por última vez  a los escenarios con el conjunto que parieron (Ahora llamado Nuevo Quinteto Real) y con el cual viajaron por tantos países. Y es muy importante resaltarlo porque Ubaldo falleció justo un año después y este documento cobra valor de reliquia.

Se siente algo especial al verlos y evocar aquellos periplos nocturnos en una ciudad y una época irrecuperables. Gocemos con el video de esa noche inolvidable, en el que interpretan Shusheta, de Juan Carlos Cobián y La llamo silbando, del propio Horacio Salgán.





















sábado, 20 de octubre de 2012

Gustavo Naveira

Hace poco debatíamos entre tangueros frustrados que vivimos en España, sobre la falta de pasión milonguera que notamos en las pistas de baile de este país.

Es cierto que hay muchas maneras de llegar al baile del tango. Algunos lo descubren tardíamente y lo encuentran como un pasatiempo interesante y distinto para salir de la rutina: trabajo-comida-trabajo-comida. Otros porque viven estresados y lo ven como una salida. Los hay que piensan que el abrazo con una desconocida es la puerta abierta al romance. También están los que han visto una exhibición de tango-escenario en la tele o el teatro, y sueñan con la posibilidad de vivir esa experiencia tomando algunas clases. Los hay que llegan por sugerencias de conocidos. Siempre usando el género que abarca a ambos sexos, claro. Hay de todo en la milonga. También los ejemplos positivos, pero el tono general es el que marca la mayoría.

Incluso están aquellos que sienten que el tango en esas pistas donde funge la coalescencia de la pareja, excita su energía psicofísica, y se largan de lleno al aprendizaje.

Hay infinidad de llamadas a la singularidad exclusiva de cada ser humano. Y, afortunadamente no se implanta un estilo colectivo aplanado, chato, corporeizado en una sola manera de bailarlo. En la pista sacamos a relucir nuestra personalidad.
Gustavo Naveira y Giselle Anne
Pero si no le ponemos pasión, si no sentimos en el cuerpo lo que trasmite la música y  nuestra pareja, si estamos charlando mientras "bailamos", si no respetamos la circulación,  si no alcanzamos a comprender las distancias geométricas y de espacio que hay entre el baile de salón y el de escenario o exhibición, es que no entendimos nada. Ni podemos entrar jamás en el alma del tango.

Mientras discurríamos sobre estas cosas palpables diariamente, y sobre eslóganes marketineros: "el verdadero tango se baila en Villa Urquiza...", por ejemplo, que a mí me parece una falta de respeto y una ignorancia de la historia real, salieron nombres a relucir.  Y cuando mencioné el de Gustavo Naveira, uno de los contertulios desimponiendo mi acerto sobre sus cualidades, sentenció drásticamente, al toque: "Naveira no baila tango".

                                                  
"La certeza es un delirio", sostenía Lacan, que venía a decir en realidad, "Nadie sabe nada". Quizás tenga bastante razón si vemos el rumbo que está tomando la humanidad entera, pero volviendo al tema en cuestión, una frase de Gustavo, vendría a aclarar un poco el panorama de lo que sucede en las pistas españolas y que a veces nos lleva al desánimo. Él definía así la esencia del tango.

-Es desarrollar una percepción sobre el movimiento de la otra persona, y ése es el problema esencial por el cual tiene que pasar toda persona que quiere bailar el tango. Tenés que medir, calcular, sentir, ajustar tu movimiento al del otro. Saber cómo trabaja tu peso y moverte de acuerdo a eso. La percepción de lo que le pasa al otro es el foco central en el tango.

Y para no ahondar demasiado en tópicos, códigos y sentimientos, lo vemos bailando en Cachirulo, el año pasado, con su compañera Giselle Anne, a quien conoció personalmente en Madrid, precisamente. Fue bailar el primer día y no volver a separarse. La magia del tango.

Y espero convencer a mi amigo, de que Naveira baila tango.



viernes, 19 de octubre de 2012

El cantor gay del tango

Se hizo su lugarcito en el ambiente con el  nombre artístico de Amour Naya y tenía muy buen gusto cantando tangos. Era natural de Rosario, donde se inició en las noches quilomberas y legendarias del barrio Pichincha.

En esa zona prostibularia, todavía se cuentan anécdotas del tiempo ido y de sus intervenciones en la parrilla Chicharra, que aún existe -remodelada a plein- y donde estribaban otros artistas como Agustín Irusta, Lito Bayardo, Abel Bedrune, José Rezzano y payadores como Antonio Caggiano o Pancho Cuevas.
Amour Naya en 1930
El nombre del local se debía al parrillero- apodado así por su parla y sus silbos-,  y cuya fama se extendía por todo Rosario y aledaños. Las madrugadas alegres, plenas de formidables asados, vino y música, le dieron vida a la zona en aquellas tenidas festivas y ojerosas.

Estaba ubicada en la calle La Plata (Ovidio Lagos) y Jujuy, entre 1918 y 1934.

También se podía tomar allí un guindado uruguayo a 10 centavos el vaso y escuchar en alguna oportunidad al famoso ciego Eusebio Aspiazu, guitarrista de raigambre milonguera, al Pibe Ernesto Ponzio, al mismísimo Carlos Gardel y al Tuerto Gimond. Cuando caía Amour Naya y se entreveraba cantando, era aplaudidísimo por la noctámbula parroquia.

Con su creciente fama y la ayuda de Lito Bayardo pudo llegar a Buenos Aires y hasta hacerse un hueco en las filas de Anselmo Aieta, nada menos, cuando el brujo del bandoneón, era plato fuerte de la noche porteña y arrastraba a infinidad de seguidores, fanáticos de su manejo del fueye.

Al inaugurar con su orquesta el fastuoso cine Hindú de la calle Lavalle, en 1928, su octeto orquestal al que presentaba como "Anselmo Aieta y sus ases", estaba integrado por Juan Polito o Luis Visca al piano; Mazzeo, Cacopardo y Juan D'Arienzo en violines; Aieta, Moresco y Navarro en bandoneones; Pucherito Adesso al contrabajo y, como decía el poeta Juan Carlos Lamadrid "...y el chansonnier Amour Naya, un maricón que cantaba un kilo y medio".
El muchacho viajaría por el interior, retornaría brevemente a Rosario y según algunos comentarios, se radicó posteriormente en Brasil, perdiéndose su rastro en la neblina del tiempo.

Hoy rescato un tema que llegó a grabar en 1930 con Anselmo Aieta, con el seudónimo, esta vez, de Florestan.

Se trata del tango Para que Volvés, de Lynch, Castañeda y Armando Tagini.

Para qué volvés


jueves, 18 de octubre de 2012

Contrabajeando


Ástor Piazzolla estuvo tocando y en muchos casos, haciendo los arreglos, en la orquesta de Aníbal Troilo, desde 1939 hasta 1944, cuando se retira para dirigir la orquesta de Francisco Fiorentino, que también deja el conjunto de Pichuco.

Si bien al principio, ello provocó sarpullidos visibles en el ánimo de Troilo, que lo defendió a viento y marea,  y de su esposa Zita; el corazón de Troilo era grandote y siguió queriendo al "loco de Mar del Plata", y fueron amigos y compinches hasta el final del Gordo.

Incluso Ástor le arregló los temas suyos que fue grabando Troilo, y en los cuales ya comienza a destapar un talento innovador y revelador de su destino: Para lucirse (1950), Prepárense y Tanguango (1951), Contratiempo (1952) y Triunfal (1953).


Una noche de aquellas, se juntan y deciden hacer un tango para lucimiento del contrabajista Enrique Díaz conocido simplemente como Kicho Díaz. El hombre que marcó una gran etapa en la orquesta de Troilo, en  la cual ingresó en 1939, reemplazando a Juan Fassio y se mantuvo en la misma hasta 1950, contribuyendo de manera decisiva al andamiaje musical del conjunto y a la evolución renovadora del mismo.

Piazzolla lo requirió para sus diversos conjuntos, y también alternaría -siempre como solista- en las orquestas de Lucio Demare, Joaquín Do Reyes, el Cuarteto de las Estrellas o el Sexteto mayor.

El aprecio permanente  que le tuvo Piazzolla lo destapa al componer el tango Kicho, dedicado a este contrabajista que hizo escuela, durante los años que se dedicó a la música.

Troilo y Piazzolla ya le habían demostrado públicamente, y bastante tiempo antes, su reconocimiento en 1954, con ese tango que compusieron entre ambos: Contrabajeando, como dije antes, dedicado también a Kicho, y que Pichuco grabó en discos TK con arreglo del propio Ástor y la actuación del homenajeado, con el fin de que pudiera lucirse.


Piazzolla con su Quinteto. Kicho está detrás suyo, fumando
Posteriormente Piazzolla lo grabaría en 1961 con su Quinteto que integraban: Ástor en bandoneón, Jaime Gosis en el piano, Simón Bajour en víolín, Horacio Malvicino con la guitarra y Kicho en contrabajo.

El genial violoncellista José Bragato realizó un brillante arreglo de este tango, para Piazzolla.

Horacio Fumero es un contrabajista santafesino radicado en Europa, adonde llegó de la mano del saxofonista Leandro Gato Barbieri. Tocaba guitarra, bajo y charango. Dice que descubrió el contrabajo a los 12 años. "Fue cuando vi al histórico tanguero Kicho Díaz con Ástor Piazzolla. Me enamoré y me dí cuenta que ése era mi instrumento". Contundente, afirma que "el contrabajo es el poder en la sombra".

Mi amigo, milonguero y excelente bailarín, Hugo Mastrolorenzo, con quien compartí muy lindos momentos en Madrid, ha realizado una impactante coreografía de este tema, interpretado, en este caso,  por Esteban Morgado y su cuarteto. Lo vemos en Riga, Letonia, bailando con Agnese Vanaga. Vale la pena disfrutarlo y degustando este tema de dos monstruos del tango.

.