CARNET DE SU ARTISTA PREFERIDO
CARNET DE SU ARTISTA PREFERIDO
"La Avenida de Mayo se entroniza con el cuplé. Sus estrellas son españolas y se llaman Raquel Meller, La Goya, Pastora Imperio, Paquita Escribano, La Maravillita, La Fornarina, Linda Thelma y muchas otras que desde los tinglados del varieté deleitaban con sus figuras, su belleza y su gracia castiza de majas, más que con sus cuplés, a los porteños de los años 20.
Sus apodos que venían de Lavapiés, eran: La Chulona, La Vecindana, La Castañera, La Marimandona, La Apasionada, La Gachona, La Cigarrera... Todas heroínas de un Madrid galante. Artistas magas, hembras maravillosas de fuerza real que ya no abandonarían Buenos Aires. Recordemos a una joven talentosa y además poseedora de una agradable voz, que se sintió atraída por los cuplés tan en boga y debutó por los tinglados del varieté con canciones españolas y criollas difundiendo "La chismosa", "Que la mar es muy traidora"...
...y otras ya popularizadas por Gardel-Razzano como "El pangaré", "Ay..ay..ay...", "La pastora" y "El poncho del olvido". Esta joven tiple que poco después abandonó los cuplés por el arte dramático y la comedia, llegando a ser la gran actriz argentina, orgullo de nuestro teatro y también de los de la Madre Patria, se llamó Lola Membrives.
Luego de las damas, aparecieron los parodistas, españoles e italianos que se llamaron Duarte, Buonavoglia, y dúos cómicos como Los Carpi, Negri-Appiani, Keta y Pepe Ruiz. Famosos tríos como Los Rovira y troupes como Los Chivos y la brasileña Guanabara, cuya figura mimada era el cantante adolescente Raúl Roulien, quince años después estrella cinematográfica de Hollywood.
En esa época fue cuando el diario "Última hora" organizó un concurso de poesías populares con un premio de cinco pesos para el ganador del certamen. Este premio se lo adjudicaron a unos versos lunfardos titulados: "Por la pinta", que firmaba un poeta desconocido llamado Celedonio Flores.
Gardel, asiduo lector de "Última hora", famosa por sus pronósticos hípicos, leyó aquella nota de Celedonio flores y resultando tan de su agrado, sin previa consulta al autor, le hace adaptar música con su guitarrista El Negro Ricardo, aun cuando la misma siempre figuró a nombre de Gardel-Razzano.
Celedonio Flores |
Lo comenzó a ensayar pareciéndole que era una creación que debía grabar de inmediato. Lo citó a Cele al estudio de grabación el mismo día que iba a realizar el disco, haciéndosela escuchar primero, y aquél al terminar de oírla se emocionó tanto que no hacía otra cosa que agradecerle ese honor. Según me comentó Cele, cuando muchos años después de este episodio, éramos fraternales amigos, en aquel histórico momento Gardel, con ese gracejo tan porteño que tenía al expresarse, le dijo:
-Pero hay una cosa, pibe... Tenés que piantarle el título de "Por la pinta".
-Lo voy a pensar, Carlitos. En ese momento no se me ocurre ninguno...
-Pero, qué clase de poeta sos... No hay tiempo que perder. Dentro de unos minutos lo grabo...
Después de unos minutos a Cele se le ocurrió rebautizarlo con el título de "Margot".
El disco salió a la venta y aquellos cinco pesos de premio se convirtieron para Celedonio en una redoblona de miles. Cuando yo escuché aquel disco en la voz de Gardel cantando aquellos versos alejandrinos escritos por Flores -para mí un poeta nunca igualado en su género-, me parecieron más que un poema lunfardo una escuela, un modelo, una fuente donde tendrían que ir forzozamente a abrevar los autores de de letras de tangos futuros.
Pero infelizmente no fue así. La poesía tanguera con el andar de los años se fue convirtiendo en poesía hispana. Algunos poetas de los denominados "cultos" quisieron incursionar en él pero fracasaron al expresarse en un lenguaje completamente extraño al género.
Eso es otra cosa. El valor autóctono fue Celedonio Flores, que supo extraer poesía del barro, esa poesía desdeñada por los puristas.
Como Mahoma, que escribió el Corán para los islámicos, El Negro Flores comenzaba con "Margot" a escribir para los porteños una nueva filosofía tanguística".
(Carlos Gardel, acompañado por su guitarrista José Ricardo, lo grabó en 1921, ubicando a Celedonio Flores como el poeta que esperaba el tango)
Cátulo Castillo no sólo fue un prolífico y espléndido autor de tangos, sino que además dirigió la Historia de la Música y de Pedagogía en el Conservatorio Municipal Manuel de Falla. Estaría incluso 15 años como Director del mismo. Anduvo de jovencito por Europa dirigiendo la orquesta típica en la cual formaban Miguel Caló, Alberto Cima, Roberto Maida y los hermanos Alfredo y Ricardo Malerba.
Volvería tres años más tarde, en 1931, a sus 25 años de edad con el elenco de revistas del teatro Sarmiento, acompañando a su padre -José González Castillo- con quien ya se había ido de niño a Santiago de Chile donde Don José trabajaría en la prensa de Valparaíso. Allí comenzaría su rol escolar que continuaría en el regreso a Buenos Aires, junto con sus estudios musicales.
Cátulo Ovidio González Castillo |
Tenía apenas 17 años cuando compone su primer tango: "Organito de la tarde", que lleva versos de su padre. Y el tema pega fuerte en el ambiente. Su vida está llena de salpicones, como la práctica del boxeo, donde destacaría hasta tal punto que gana un torneo importante, como peso pluma, y lo preseleccionan para las Olimpíadas de Ámsterdam.
Ya conté que cuando yo trabajaba con Antonio Carrizo en radio El Mundo, al terminar nuestro programa "Mundo diez", nos íbamos a almorzar al restaurante que estaba frente a la radio. El programa que iba a continuación lo hacían Cátulo con Luis Medina Castro. Antonio era un gran conversador y nos quedábamos mucho tiempo hablando. En un par de oportunidades, la cosa se estiró, se asomó Cátulo por la puerta del restorán, con su paquete y Antonio lo invitó a la mesa.
En uno de esos encuentros, recuerdo que un día antes yo había escuchado en la radio del coche, de paso para el periódico "La Razón" donde trabajaba, un tango suyo, que es el que hoy traigo a la cita, cantado por Carlos Acuña con la orquesta de Rodolfo Biagi. Se lo comenté, le pregunté por Pittaluga, autor de la música y me contó que era un pianista amigo de su padre, quien se lo presentó y lo animó a que le diera esta letra suya que acababa de escribir. Él, en principio dudó, pero aceptó el consejo y no se arrepentiría, como nos contó.
Corre el tren peregrino,
por el viejo camino,
más allá del dolor,
más allá de tu amor,
más allá del destino.
Corre el tren peregrino
por el largo camino,
y en un sueño lejano
vendrás a mi mano
llenando el andén.
Será lo mismo, puede ser, pero en las cosas
hay una triste sensación de no sé qué.
Las mismas lluvias de ayer, no dan más rosas.
Los mismos cielos de ayer, no dan más fe.
¡Adiós... te vas!... Queda el saludo del pañuelo
con que agitabas tu desvelo, desde el tren.
Egidio Pittaluga, tan poco conocido en el ambiente, aunque embocó otros temas que tuvieron recorrido como Cautivo, Lucecita, Poco a poco despacito, le puso música a estos versos de Cátulo que fueron cantados e interpretados con éxito por Biagi-Acuña, y Di Sarli- Rufino. La versión disarliana fue grabada el 17 de marzo de 1943 y la recordamos aquí.
Los que nos criamos en un barrio reo, nos recreamos con este tango cuyos versos son de Alfredo Navarrine, que fue cantor de temas rurales. Con su hermano Julio formaron un dúo vocal que recorrió distintos pueblos y llegaron no sólo la ciudad porteña, donde actuaron en radioteatros, e incluso anclaron con éxito en Montevideo.
El tango fue penetrando en su corazón musical y en los años veinte, cuando apenas contaba con 21 primaveras, se enganchó en el Teatro San Martín, para la representación de la obra "Juan Moreira", en la que intervenían, entre otros Gardel-Razzano, Pettorossi, Sarcione y otros, dirigidos por José González Castillo y Elías Alippi.
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Los hermanos Julio y Alfredo Navarrine |
Alfredo Navarrine destacaría como poeta-autor de temas que entrarían exitosamente en el repertorio de cantantes prestigiosos. Su amigo Carlos Gardel le grabó nada menos que ocho temas: Tucumana (zamba), Galleguita, Fea (Música de Pettorossi), Sos de Chiclana (Música de su hermano Julio y Rafael Rossi), Lechuza; Oiga amigo, Gajito de cedrón (canción musicalizada por Mario Pardo), el valsecito Ronda de sueños y Barrio reo, su gran éxito.
Escribió más páginas que tuvieron recorrido, pero yo me detengo en este tango que musicalizó el cantor-compositor uruguayo Roberto Fugazot. Carlos Gardel lo grabó el 18 de febrero de 1927, acompañado por sus guitarristas José Ricardo y Guillermo Barbieri. Hugo del Carril lo canta en la película "Vida nocturna". El trío Irusta-Fugazot-Demare lo grabó y popularizó en Europa.
Y los versos muestran al hombre que vuelve al barrio y lo encuentra envejecido...
Canaro lo grabó con la voz de Agustín Irusta. D'Arienzo cantando Armando Laborde. Mauré acompañado por Lito Escarso. Abel Córdoba solista. Fresedo instrumental (1927). Y entre esas versiones traemos la de Rodolfo Biagi con Carlos Acuña entonando los versos. Lo grabaron el 29 de abril de 1943.
«¿Usted es el Hugo Baralis que tocaba en la orquesta de Troilo?»
Desde su adolescencia se lanzó en una audaz investigación para recuperar los secretos perdidos del tango. Guía telefónica en mano, encontró a grandes maestros olvidados y generó enriquecedores puentes. Con El Arranque desplegó gran parte de aquella magia, con un sello propio reconocible.
Tenía 11 años cuando su papá, por hacerle una gracia, le regaló un cassette del cantor Ignacio Corsini para bailar en las fiestas y “estar en la pomada”. Esa broma terminó siendo el puntapié inicial del enorme periplo tanguero por la Argentina y el mundo que sigue recorriendo y sembrando el contrabajista, compositor, director y productor Ignacio Varchausky. Hoy, los frutos de la semilla “cassette Corsini” continúan ramificándose en, por ejemplo, la Orquesta Escuela de Tango Emilio Balcarce, que fundó y cuya dirección artística ejerce desde hace 24 años, y en los cursos web Los estilos fundamentales del tango.
Pero sobre todo Varchausky es reconocido por ser uno de los artífices de El Arranque, una de las orquestas insignia que hizo resurgir el amor por la música porteña a oídos y cuerpos jóvenes allá por inicios de los ‘90, cuando muchos creían que ese enorme legado musical se estaba apagando.
Aquella broma de su padre desató la curiosidad y audacia que Varchausky ya desplegaba a los once años y todavía marcan su forma de vida. “Agarré la guía telefónica y empecé a llamar a los coleccionistas. Ya un poco más grande me comunicaba directamente con los maestros. ‘Buenas tardes, ¿usted es el Hugo Baralis que tocaba en la orquesta de Aníbal Troilo? Lo quiero conocer’, me mandaba así, sin dudarlo”.
-¿Y qué te decían los maestros? ¿Eras bienvenido?
-Recontra bienvenido. Yo creo que primero les generaba sorpresa que alguien joven los contacte, y que además más o menos supiera de lo que estaba hablando. Los tipos veían que yo sabía de grabaciones, orquestas, estilos, que tenía un entusiasmo alucinante y se prendían.
-Poco después surgió El Arranque.
-Con El Arranque rápidamente hicimos un camino y empezamos a grabar discos y hacer giras, a tener algo de exposición en los medios y, bueno, yo iba ganando pequeños pergaminos, entonces los maestros me reconocían como el pibe de El Arranque, o venían a la presentación de los discos. Los viejos estaban orgullosos porque pensaban que el tango se moría y de repente había unos pibes que tocaban bien. Se fue produciendo un intercambio, un pasar la llama de manera muy natural, muy orgánica, porque los tipos no sabían enseñar, pero te enseñaban siendo ellos. Yo iba a ver siempre a la orquesta de Leopoldo Federico y por ahí me subían al micro, me iba a Zárate con ellos y charlábamos y estábamos en la prueba de sonido, siempre absorbiendo y absorbiendo.
-Te ibas de gira con tu banda favorita, ¡el sueño del pibe!
-¡Sí! En 1999/2000 yo laburaba todas las noches con un sexteto en Señor Tango, un boliche que hacía shows para turistas. Pero estaba la orquesta de Ernesto Franco, bandoneonista, solista de D’Arienzo durante más de 20 años y además bandoneonista de la orquesta de Osmar Maderna, de Albino Vargas… Este Ernesto Franco tenía una orquesta de toda gente grande, algunos bastante viejitos. Yo iba temprano y me la pasaba en los camarines charlando con, no sé, Nicolás Parasino, que había sido el bandoneonista ladero de Armando Pontier y en la orquesta de Pontier estaba Emilio González, un violinista que había tocado con Gobi, estaba Roberto Cicaré… Con esos viejos para mí era navidad todos los días y para ellos yo era un purrete de 22 años al que podían enseñarle y darles cátedra de vida.
-¿De ahí surgió la idea de crear la Orquesta Escuela?
-La idea tuvo que ver en su momento con una necesidad de cómo restablecer los puentes entre generaciones. Yo era un pibe, me copaba el tango, quería tocar, quería aprender, ya venía tocando hace un par de años con El Arranque y teníamos esa necesidad: ¿dónde hay un lugar que vengan los maestros y nos enseñen cómo se toca, un lugar donde los viejos maestros y los jóvenes como nosotros podamos coincidir para que nos pasen la llama? Y sobre esa idea armé un proyecto y lo llevé a distintos lugares. Fui rebotando por varios lados hasta que di con la gente que organizaba el primer festival de tango, con Carlos Villalba, que por fin se interesaron. De hecho con uno de los primeros con los que hablé de este proyecto fue con Leopoldo Federico, que me apoyó muchísimo, pero me dijo que no le daba la vida para ser director y dio el visto bueno con Emilio Balcarce.
-Con casi 25 años de existencia la Emilio Balcarce formó centenares de músicos de distintas partes del mundo.
-Y muchos de ellos, a su vez, abrieron sus propias escuelas en otros países. Y tenemos la dirección musical de Víctor Lavallén que está enterísimo a sus 89 años y tiene la libertad de ser un inimputable, que te canta la justa. Es un tipo muy claro, muy directo, muy amoroso, es el menos y a la vez el más pedagogo del mundo, depende de cómo lo mires. Es de estos tipos que enseñan siendo.
-¿Sigue existiendo aquel casette de Corsini?
-¡Sí! Lo tengo guardado en casa. Una vez se me rompió la cinta pero por suerte la pude arreglar.
(Virginia Poblet/Tiempo Argentino)
EL RITO
LUNFA
TANGO
LA RECHIFLADA
interpreta con el bandoneón de Troilo (ya fallecido), que le regalara Zita, la mujer de Pichuco, el tango de Cátulo Castillo y Troilo: La última curda.
La discoteca de mi bulín exhala tangos, milongas y valsecitos de diversas añadas y mis ojos relumbran en el recuerdo, atiborrándose el cuore de cosas lindas, entrañables. Refractándose en un temperamento que reverbera en cada frase, en cada instrumento, en voces oscurecidas por el tiempo. Un mosaico de realidades e imágenes que enfocan momentos diversos.
Emboco al voleo un disco y arranco con este tango que lleva letra del rosarino Lito Bayardo (Manuel Juan García Ferrari) y música del exquisito bandoneonista Carlos Marcucci. Lo compusieron en 1937 y el título ya destalla y se instala en la noche, esa parte tan importante de nuestras vidas pasadas y bien vividas. Aunque también hay astillas y en este caso los versos de Bayardo radiografían la tristeza y el desconsuelo amoroso.
La descarga emocional está realizada en la reunión con los amigos que reciben el fervor de lo vivido por el enamorado, que se resiste a escuchar la opinión de ellos sobre el paso definitivo a la ruptura, el alejamiento de ella. El pasado se protege, hace trampas. Y él los anima a brindar por la tristeza, en esas copas de sombras, llenas de entusiasmo dionisíaco, como un original locus oremus.
Mensaje de la Academia Nacional del Tango, nombrándome Académico del Tango en Madrid. Otorgado en Diciembre de 2023.
"Café La Humedad, billar y reunión... sábado con trampas. ¡Qué linda función! Yo simplemente te agradezco las poesías que la escuela de las noches le enseñaron a mis días". Cacho Castaña.
"Remotos bandoneones despliegan en la noche sus pájaros de brumas. Y un coro de fantasmas que gritan en las sombras preguntan y preguntan, preguntan por qué lloro, preguntan por qué canto, por qué no la maldigo, por qué la quise tanto... tanto...". Rodolfo M. Taboada.
"Me achica el corazón salir del corralón, porque me sé perdido. Me tienta la ilusión que ofrece el bodegón, en su copa de olvido. Caña en la pena...llama que me abrasa, mal que no remedia, pena que se agranda. Siempre lo mismo... Voy para olvidarla y entre caña y caña la recuerdo más...". Carlos Bahr.
"Volvió esa noche, nunca lo olvido, con la mirada triste y sin luz, y tuve miedo de aquel espectro que fue locura en mi juventud. Se fue en silencio, sin un reproche, busqué un espejo y me quise mirar: había en mi frente tantos inviernos que también ella tuvo piedad...". Alfredo Le Pera.
"Contame tu condena, decime tu fracaso, ¿no ves la pena que me ha herido?. Y hablemos simplemente de aquel amor ausente como un retazo del olvido...¡Ya sé que me hacés daño! ¡Ya sé que te lastimo diciendo mi sermón de vino! Pero es el viejo amor que tiembla, bandoneón, y busca en un licor que aturda. la curda que al final termine la función ¡corriéndole un telón al corazón!". Cátulo Castillo.
"Callejón...Callejón lejano... lejano... Íbamos perdidos de la mano bajo un cielo de verano soñando en vano...". Héctor Marcó.
"Vos fuiste el rey del bailongo en lo de Laura y La Vasca...¡Había que ver las churrascas cómo soñaban tras tuyo! ¡Alzaba cada murmullo tu taconear compadrón, que era como flor de yuyo que embrujaba el corazón!..." Mario Battistella.
"¡Qué ganas de llorar en esta tarde gris! En su repiquetear la lluvia habla de tí... Remordimiento de saber que por mi culpa, nunca, vida, nunca te veré. Mis ojos al cerrar te ven igual que ayer, temblando, al implorar de nuevo mi querer... ¡Y hoy es tu voz que vuelve a mí en esta tarde gris!". José María Contursi.
"¡Qué noche llena de hastío y de frío! El viento trae un extraño lamento. Parece un pozo de sombras la noche y yo en la sombra camino muy lento. Mientras tanto la garúa se acentúa con sus púas en mi corazón..." Enrrique Cadícamo.
"En la tarde que en sombras se moría, buenamente nos dimos el adiós; mi tristeza profunda no veías y al marcharte sonreíamos los dos. Y la desolación, mirándote partir, quebraba de emoción mi pobre voz... El sueño más feliz, moría en el adiós y el cielo para mí se obscureció."... Virgilio San Clemente.
"San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido, Pompeya y al llegar al terraplén, tus veinte años temblando de cariño bajo el beso que entonces te robé... Nostalgia de las cosas que han pasado, arena que la vida se llevó, pesadumbre de barrios que han cambiado y amargura del sueño que murió". Homero Manzi.
"Si la vida es el infierno y el honrao vive entre lágrimas, ¿cuál es el bien...del que lucha en nombre tuyo, limpio, puro?... ¿para qué?... Si hoy la infamia da el sendero y el amor mata en tu nombre, ¡Dios!, lo que has besao...El seguirte es dar ventajay el amarte sucumbir al mal". Enrique Santos Discépolo.
"Nada, nada queda en tu casa natal... Sólo telarañas que teje el yuyal. El rosal tampoco existe y es seguro que se ha muerto al irte tú... ¡Todo es una cruz! Nada, nada más que tristeza y quietud. Nadie que me diga si vives aún... ¿Donde estás para decirte que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?". Horacio Sanguinetti.
"No sé que rumbos tomarán mis pasos, lejos de esta tierra me lleva el destino, yo tengo en el alma penas y fracasos que olvidar quisiera por algún camino. Y si entre las brumas espesas de Londres o en la algarabía infernal de Nueva York, arranque esa pena que siempre se esconde, adiós Buenos Aires, amigos adiós.". Leopoldo Torres Ríos.