Puede repetirse aquí la pregunta tantas veces formulada de si "Milonguita", la inspiradora de los versos perdurables de Samuel Linnig, fue una muchacha de carne y hueso que siguió el itinerario no muy ejemplar trazado en el tango, o, por el contrario, simbolizó la imagen de un infortunio frecuente en las pibas conventilleras a partir de la década del '20, en Buenos Aires.
Lo único cierto es que su figura, después del descubrimiento de aquel periodista, crítico y autor teatral uruguayo, sirvió a la manera de una veta generosa para cien versiones distintas en la forma de la milonguerita que raja para el centro, puesto que en el fondo no podía variar en cuanto en todos los casos era el mismo punzante drama de la miseria o la ignorancia.
Pueden anotar entre los menos olvidados de una larga lista, los tangos siguientes que insistieron en el tema: "Margot", "Audacia", "Flor de fango", "El motivo", "Galleguita", "Muñeca de carne", "Che, paupusa oí", "Desdichas", "La muerte de Milonguita", "No salgas de tu barrio", "La maleva", "Pobre milonga", "Mano cruel", "Santa Milonguita", "Alma de loca", "Melenita de oro" y "Loca".Todos, sin excepción, giraron en torno de la anécdota que conformó una parte de la realidad de un momento en le vida porteña y de la que, naturalmente, el sainete no podía renunciar a su aprovechamiento para forjar la historia que se desenvolvía en la escena, culminada muchas veces en el cabaret, meta obligada de las protagonistas que dejaban el convoy, el percal y el hambre, atraídas por las luces de las noches de farra y placer, las alhajas, las sedas y el champán, según se caracterizó en el reiterado dibujo.
En verdad, quien inauguró literalmente la fuente milongueril fue Evaristo Carriego en "La canción del barrio", que incluye "La costurerita que dio aquel mal paso", "La enferma que trajeron anoche", "Por la ausente", "La vuelta de La Caperucita" y "La que hoy pasó muy agitada", poemas que contienen en sustancias las aristas fundamentales de "La pebeta más linda'e Chiclana", como cantó el creador del modelo, no se sabe si movido por una Esthercita real y visible.
Ni Enrique Delfino, a quien se debieron los compases pegadizos de la música, pudo atestiguar de qué recurso se valió Linnig para escribir las sencillas pero emotivas estrofas que en la noche del 12 de mayo de 1920, en el teatro de la Ópera, se oyeron por primera vez en la interpretación de María Esther Podestá durante el estreno de "Delikatessen House".
Lo que se sabe con seguridad es que Linnig, a raíz del resonante éxito de su tango, le dio forma eascénica a "Milonguita", puesto que se presentó como un sainete que llevaba ese nombre a un concurso organizado por el diario "Crítica". Al premiárselo el jurado, ganó el derecho a subir al proscenio, como ocurrió, en efecto, en 1922.
La compañía del Nacional, dirigida por Pascual Carcavallo, fue la encargada de infundirle acción a la breve pieza en un acto, cuyo cuadro inicial se desarrollaba en "el patio húmedo y sucio de una vieja casa de San Cristóbal Sud, donde viven, en una promiscuidad miserable, varias familias. A foro, sobre la calle Chiclana, la cantina de Cirú...", etc. El personaje central era Esther, y por descontado, no pudo prescindirse de la canción que sostenía el argumento y a la que se agregó otro tango: "Melenita de oro".
Samuel Linnig murió el 17 de octubre de 1925. poco antes se había aplaudido su obra postrera, "Puente Alsina", que incluía el tango "Campana de plata", con versos suyos. No pudo asistir, sin embargo, a su presentación porque ya estaba derrotado por la enfermedad que padecía. Pero Linnig no ha desaparecido, en rigor.
La vigencia de su recuerdo no ha conocido el debilitamiento pues se apoya en el frágil y angustiado - aunque en definitiva, conmovedor para el espíritu popular de todas las épocas- perfil de "Milonguita".
JOSÉ BARCIA ("Tangos, Tangueros y Tangocosas" - Editorial Plus Ultra - Editado en 1976)
(Esuchamos "Milonguita" por la orquesta de Alfredo de Angelis, cantando Carlos Dante. Lo grabaron el 11 de junio de 1953.)