Fresedo en París
Merced a la activa gestión de su gran amigo de la alta sociedad porteña, “Macoco” Alzaga Unzué, por largos períodos residente en Francia, la orquesta de Fresedo fue contratada ventajosamente para inaugurar el lujoso cabaret “Nouvelle Garrón” de Montmartre, con una elevadísima cifra en carácter de retribución, como lo eran 35.000 francos.
El 16 de octubre del mencionado año 28, zarpó rumbo a Francia en el vapor “Florida”, con este plantel de músicos:
Bandoneones: Osvaldo Fresedo, Alberto Rodríguez y Luis Minervini
Violines: Adolfo Muzzi y Jean Koller
Piano: José María Rizzuti
Contrabajo: Humberto Costanzo
Cantor: Ernesto Famá (que sólo grababa con Fresedo).
El maestro Fresedo hubiera preferido llegar dos bandoneones y tres violines, pero el empresario insistió para que fuera a la inversa, dada la atracción de los bandoneones sobre el público.
Tras el exitoso debut en el “Nouvelle Garrón”, emplazado en los altos del cabaret “Palermo”, donde se presentaba por entonces uno de los pioneros del tango en París, Manuel Pizarro, prosiguió actuando con el mismo suceso por espacio de tres meses, trabajando simultáneamente por la tarde en los “The danzantes” del afamado “Lido” de Champs Elysèes.
Terminando el contrato con el “Nouvelle Garrón”, aunque había otras posibilidades de trabajo, varios de los integrantes de su orquesta decidieron regresar a nuestro país: el pianista Rizzuti, el bandoneonista Alberto Rodríguez y el violinista Adolfo Muzzi.
Ante esta deserción, Fresedo debió recurrir a los músicos de su orquesta paralela del Casino Pigall de Buenos Aires, a cargo como se dijo del pianista Nicolás Vaccaro, quien narra al respeto para este trabajo:
-“En 1928 recibí un telegrama de Fresedo para que viajara a París, donde él estaba con su orquesta, de la que se habían vuelto Rizzuti y varios otros integrantes.
De aquí viajamos tres músicos: el violinista José Lorito, el bandoneonista José Salvatore y yo, para reemplazar a Adolfo Muzzi, Alberto Rodríguez y José María Rizzuti respectivamente”.
Acotemos que también el cantor Famá había desertado, pero no fue sustituido, y en cuanto a Minervini, quedó radicado en París donde contrajo enlace y allí pasó a España para trabajar en diversos conjuntos españoles que cultivaban el género típico, como ellos creían que era.
Bandoneones: Osvaldo Fresedo, Alberto Rodríguez y Luis Minervini
Violines: Adolfo Muzzi y Jean Koller
Piano: José María Rizzuti
Contrabajo: Humberto Costanzo
Cantor: Ernesto Famá (que sólo grababa con Fresedo).
El maestro Fresedo hubiera preferido llegar dos bandoneones y tres violines, pero el empresario insistió para que fuera a la inversa, dada la atracción de los bandoneones sobre el público.
Tras el exitoso debut en el “Nouvelle Garrón”, emplazado en los altos del cabaret “Palermo”, donde se presentaba por entonces uno de los pioneros del tango en París, Manuel Pizarro, prosiguió actuando con el mismo suceso por espacio de tres meses, trabajando simultáneamente por la tarde en los “The danzantes” del afamado “Lido” de Champs Elysèes.
Terminando el contrato con el “Nouvelle Garrón”, aunque había otras posibilidades de trabajo, varios de los integrantes de su orquesta decidieron regresar a nuestro país: el pianista Rizzuti, el bandoneonista Alberto Rodríguez y el violinista Adolfo Muzzi.
Ante esta deserción, Fresedo debió recurrir a los músicos de su orquesta paralela del Casino Pigall de Buenos Aires, a cargo como se dijo del pianista Nicolás Vaccaro, quien narra al respeto para este trabajo:
-“En 1928 recibí un telegrama de Fresedo para que viajara a París, donde él estaba con su orquesta, de la que se habían vuelto Rizzuti y varios otros integrantes.
De aquí viajamos tres músicos: el violinista José Lorito, el bandoneonista José Salvatore y yo, para reemplazar a Adolfo Muzzi, Alberto Rodríguez y José María Rizzuti respectivamente”.
Acotemos que también el cantor Famá había desertado, pero no fue sustituido, y en cuanto a Minervini, quedó radicado en París donde contrajo enlace y allí pasó a España para trabajar en diversos conjuntos españoles que cultivaban el género típico, como ellos creían que era.
Al retomar nuestra charla con el maestro Fresedo, buscó entre muchas otras fotografías, una en particular, señalando:
-“Esta es de 1928, cuando los muchachos me abandonaron en París; yo me quedé y fui al “Paramount”. Aquí está Nicolás Vaccaro, el pianista que hice viajar de la orquesta que tenía en el Casino Pigall. Este es Juan Salvatore, bandoneón, éste Carlos Espósito, también bandoneón, que era hermano del “Tano” Genaro Espósito, luego José Lorito, violín y Jean Koller, también violín, que había quedado en París conmigo. Los demás son músicos franceses.”
Este elenco tocó en el fabuloso “Ambassadeurs” donde estuvieron cuatro meses, del que pasaron a Bélgica a fin de hacer la temporada veraniega en las sofisticadas playas de “Ostende”, presentándose en los exclusivos bailes del Casino “Kursall” de la alumbrada ciudad Belga.
En 1929 prosiguieron su periplo por la Costa Azul, Montecarlo, para retomar a París el 5 de febrero de ese año y participar en el acontecimiento internacional conocido como “Bal des petit Lits Blanes sur le Pont d’Argent (Baile de las pequeñas cunas blancas sobre el puente de plata), que se realizaba anualmente en el “Theatre de L’Opera”, con presencia del Presidente de Francia, Gastón Doumergue.
Allí concursaban usualmente las veinte aspirantes al título de Miss Europa.
Este elenco tocó en el fabuloso “Ambassadeurs” donde estuvieron cuatro meses, del que pasaron a Bélgica a fin de hacer la temporada veraniega en las sofisticadas playas de “Ostende”, presentándose en los exclusivos bailes del Casino “Kursall” de la alumbrada ciudad Belga.
En 1929 prosiguieron su periplo por la Costa Azul, Montecarlo, para retomar a París el 5 de febrero de ese año y participar en el acontecimiento internacional conocido como “Bal des petit Lits Blanes sur le Pont d’Argent (Baile de las pequeñas cunas blancas sobre el puente de plata), que se realizaba anualmente en el “Theatre de L’Opera”, con presencia del Presidente de Francia, Gastón Doumergue.
Allí concursaban usualmente las veinte aspirantes al título de Miss Europa.
Un cielito que no es mío, pero es lindo
-“Cuando llegué a París en el 28 para inaugurar el “Nuevo Garrón”, tuve una sorpresa grata y a la vez graciosa.
Yo no soy –ni he dicho que lo sea- autor de “Cielito lindo”, sino que un Sr. Lalo Buiet, que era un galán joven de los años veinte, cuando viajó a México con la Compañía de la gran actriz Camila Quiroga, me trajo la novedad de este tema, que había escuchado por primera vez allá y se cantaba por todos lados.
-“Mirá pibe, oí esto” y me lo entonó.
-“¡Qué lindo!” –Le dije- nunca lo había escuchado
-“Anduve por todos lados buscando el autor –prosiguió Buiet- y no hay nada: es de dominio público. ¿Por qué no hacés un tango?
-¡Pero no es mío, cómo voy a hacer un tango!, argumenté. Pero finalmente me animé.
Entonces tomé la primera parte, e hice la segunda y tercera.
Fue un éxito; yo lo titulé “Cielito mío”, y se basa en motivos populares mexicanos. Cuando llegué a París, estaba el Sr. Volterra, que chapurreaba algo el italiano. Estaba yo tocando en el “Nuevo Garrón” y en un intervalo Volterra me preguntó: “Fresedo, usted conoce un tango que dice: Salute alla papá, Salute alla mamá, Salute a tutta la famiglia?, entonándolo con la música de “Cielito mío”.
-“Si, lo conozco, ¡es mío!” ¡Se había hecho popular en París, con esa letra!”.
-“Cuando llegué a París en el 28 para inaugurar el “Nuevo Garrón”, tuve una sorpresa grata y a la vez graciosa.
Yo no soy –ni he dicho que lo sea- autor de “Cielito lindo”, sino que un Sr. Lalo Buiet, que era un galán joven de los años veinte, cuando viajó a México con la Compañía de la gran actriz Camila Quiroga, me trajo la novedad de este tema, que había escuchado por primera vez allá y se cantaba por todos lados.
-“Mirá pibe, oí esto” y me lo entonó.
-“¡Qué lindo!” –Le dije- nunca lo había escuchado
-“Anduve por todos lados buscando el autor –prosiguió Buiet- y no hay nada: es de dominio público. ¿Por qué no hacés un tango?
-¡Pero no es mío, cómo voy a hacer un tango!, argumenté. Pero finalmente me animé.
Entonces tomé la primera parte, e hice la segunda y tercera.
Fue un éxito; yo lo titulé “Cielito mío”, y se basa en motivos populares mexicanos. Cuando llegué a París, estaba el Sr. Volterra, que chapurreaba algo el italiano. Estaba yo tocando en el “Nuevo Garrón” y en un intervalo Volterra me preguntó: “Fresedo, usted conoce un tango que dice: Salute alla papá, Salute alla mamá, Salute a tutta la famiglia?, entonándolo con la música de “Cielito mío”.
-“Si, lo conozco, ¡es mío!” ¡Se había hecho popular en París, con esa letra!”.
El barón de Rothschild
Durante una de sus actuaciones en Francia, el Barón de Rothschild, uno de los hombres más acaudalados del mundo en aquellos tiempos, escuchó a la orquesta de Fresedo y como buen gustador del tango, quedó entusiasmado con ella.
Decidió entonces contratarla, para que animase uno de los aristocráticos bailes organizados en su fastuosa residencia.
Pera era habitual en estas bacanales danzantes, que la orquesta tocase detrás de un biombo.
Fresedo, pese a la generosa retribución, no aceptó esa condición y estaba dispuesto a devolver el importe.
Ante esta firme actitud del músico argentino, por primera vez una orquesta, reafirmando la jerarquía y dignidad que como artistas y personas de bien les correspondía, tocó sin el humillante y clasista biombo.
Nueva York
Tras actuaciones señaladas precedentemente, que fueran galardonadas con un éxito total, Fresedo decidió intentar repetir ese suceso en Norteamérica, en su segunda visita a este país.
Allí, su plantel sufrió la nueva deserción del pianista, en este caso Nicolás Vaccaro, siendo su plaza cubierta transitoriamente por un instrumentista alemán Otto Montbruk.
Posteriormente ingresaría Sebastián Lombardo, destacado pianista y orquestador, llamado a cumplir un importante ciclo en la evolución instrumental de la orquesta de Osvaldo Fresedo:
-“Lombardo me fue presentado en Nueva York, donde era el pianista de la National Broadcasting Company y cuando vine de Norteamérica, estuvo en mi orquesta aquí.
Después, cuando hicimos la primera orquesta sinfónica para tocar que hubo en el país, la mayoría de los temas los instrumentó él, compartiendo la tarea con Ramón Gutiérrez del Barrio, otro gran orquestador”.
Tampoco fue de la partida en Nueva York el cantor Ernesto Famá, siendo cubierta esta función por Genaro Veiga, Pilar Arcos y Fortunio Bonanova, quienes intervinieron en sus grabaciones de Brunswick en Estados Unidos.
La orquesta de Fresedo se presentó en muy prestigiosas salas de espectáculos neoyorquinas, de manera especial en los más lujosos hoteles de la época, como el “Savoy Plaza Hotel”, “Ritz Carlton Hotel”, “Abbadies Club” y otros.
El maestro Fresedo nos da una idea lo que fue la lucha por imponer nuestra música en EE.UU.:
-“Yo hablaba muy mal el inglés, pero el empresario me enseñó a decir las palabras indispensables para anunciar más o menos: “Señoras y señores, ahora tocaremos jazz argentino”. Y arrancábamos con “El entrerriano”, que los norteamericanos no conocían ni de lejos. Y tocábamos haciendo muchos firuletes con los instrumentos, haciendo bailar al contrabajo. Había que imponer nuestra música a cualquier precio. Y lo conseguimos.” (Rep. Geno Díaz)
Realizó además un concierto radial sumamente exitoso desde la National Broadcasting Company de la esplendente Radio City y ya en las postrimerías de ésta su segunda incursión por Norteamérica, tuvo el privilegio de inaugurar el famoso “Trocadero”.
Desde Nueva York retornó a París donde cumplió nuevas actuaciones, para finalmente emprender la vuelta a nuestro país.
Triunfal reaparición en el “Metropol”
Ya en nuestro medio, su reencuentro con el público porteño tuvo lugar en la sala del cine “Metropol” de la calle Lavalle, el miércoles 1º de octubre de 1930, con la siguiente formación, según fotografía del archivo del músico Manlio Francia:
Bandoneones: Osvaldo Fresedo, Juan Salvatore
Violines: Manlio Francia, Juan Cruz Mateo y José Lorito
Piano: Sebastián Lombardo
Contrabajo: Alfredo Corletto
“Chansonnier”: Roberto Díaz
A fines del año 30 finalizó en el “Metropol”, el 30 de noviembre, y comenzó en el “Florida Dancing” el 1º de diciembre, prosiguiendo en este local con notable suceso durante toda la temporada veraniega.
En 1931 Fresedo vuelve a las salas de grabación tras estar ausente en ellas, al menos en nuestro medio, desde 1928, haciéndolo en el nuevo sello discográfico “Brunswick” donde dejó impresos 24 discos, inaugurando su serial la placa Nº1436 con el éxito de entonces:”Tango mío”, que contó con la atracción de Agustín Magaldi interpretando el estribillo y del reverso “El mal de ausencia”.
En esta etapa de su albor para el disco, participaron como estribillistas Teófilo Ibáñez, Luis Díaz, Roberto Ray –que ingresó en 1932- Antonio Buglione y Juan Carlos Thorry.
Además en colaboraciones especiales intervinieron el dúo Agustín Irusta-Roberto Fugazot, aparte de la ya mencionada de Agustín Magaldi.
La vinculación de Fresedo con Brunswick se prolongó hasta 1932.
En lo atinente a sus presentaciones públicas durante el curso de 1931, prosiguió trabajando en el “Florida Dancing”, con idéntica formación a la apuntada.
En 1931 Fresedo vuelve a las salas de grabación tras estar ausente en ellas, al menos en nuestro medio, desde 1928, haciéndolo en el nuevo sello discográfico “Brunswick” donde dejó impresos 24 discos, inaugurando su serial la placa Nº1436 con el éxito de entonces:”Tango mío”, que contó con la atracción de Agustín Magaldi interpretando el estribillo y del reverso “El mal de ausencia”.
En esta etapa de su albor para el disco, participaron como estribillistas Teófilo Ibáñez, Luis Díaz, Roberto Ray –que ingresó en 1932- Antonio Buglione y Juan Carlos Thorry.
Además en colaboraciones especiales intervinieron el dúo Agustín Irusta-Roberto Fugazot, aparte de la ya mencionada de Agustín Magaldi.
La vinculación de Fresedo con Brunswick se prolongó hasta 1932.
En lo atinente a sus presentaciones públicas durante el curso de 1931, prosiguió trabajando en el “Florida Dancing”, con idéntica formación a la apuntada.
Fresedo, Ramón y Rosita se mudaron al Club Casanova (151 West de la Calle 54) el 9 de Noviembre
El maestro Fresedo hacía estas consideraciones referentes a la aparición del estribillista en las orquestas típicas.
El maestro Fresedo hacía estas consideraciones referentes a la aparición del estribillista en las orquestas típicas.
-“En Estados Unidos habían comenzado a hacer furor los cantantes de fox-trots que interpretaban solamente el refrán de la composición. Bing Crosby, por ejemplo, hacía este trabajo con la orquesta de Paul Witheman. Un directivo de una grabadora porteña tuvo la idea de hacer cantar los estribillos de los tangos. Y para eso contrató a Teófilo Ibáñez que decía los estribillos en varias orquestas. Entre otras la mía. Pero por cuenta de la grabadora”.
Fresedo alude al sello Brunswick, donde además de Ibáñez, había otros estribillistas como Luis Díaz, Carlos Viván y Carlos Obregón, todos ellos intervinientes en los registros de este director en el sello aludido. Esta empresa grabadora comenzó a operar en el año 1929 y se extendió hasta 1932 en nuestro país.
Y debe recordarse que el antecedente más antiguo de una grabación con estribillista se remonta al mes de febrero de 1926, cuando Roberto Díaz registró con la orquesta de Francisco Canaro en el sello Odeón, el tango “Así es el mundo”, de modo que la iniciativa le pertenece a “Pirincho”. Pero prosigamos con las declaraciones de Fresedo:
-“Cuando regresé de los Estados Unidos contraté como “chansonnier” de mi orquesta a Roberto Ray. (…) Allá por 1931 llevé a Roberto Ray a cantar con mi orquesta en el Ta-Ba-Rís”.
(Reportaje sin fecha a Geno Díaz). Como la Brunswick le imponía a Fresedo sus estribillistas, el director se quejó a la compañía y le solicitó que grabara “el pibe que canta conmigo en el cabaret”, cosa que ocurrió hacia fines de 1932, iniciándose con los tangos “El rebelde” y “Metido” y el vals “Clyde”.
Ray fue recomendado a Fresedo por Luis Rubistein y Emilio Fresedo le puso el nombre artístico Ray, apócope de su apellido Raimondi.
Roberto Ray, según su colega Osvaldo Arana, fue quien “inventó” la forma en que se debía cantar en la orquesta de Fresedo.
Fresedo alude al sello Brunswick, donde además de Ibáñez, había otros estribillistas como Luis Díaz, Carlos Viván y Carlos Obregón, todos ellos intervinientes en los registros de este director en el sello aludido. Esta empresa grabadora comenzó a operar en el año 1929 y se extendió hasta 1932 en nuestro país.
Y debe recordarse que el antecedente más antiguo de una grabación con estribillista se remonta al mes de febrero de 1926, cuando Roberto Díaz registró con la orquesta de Francisco Canaro en el sello Odeón, el tango “Así es el mundo”, de modo que la iniciativa le pertenece a “Pirincho”. Pero prosigamos con las declaraciones de Fresedo:
-“Cuando regresé de los Estados Unidos contraté como “chansonnier” de mi orquesta a Roberto Ray. (…) Allá por 1931 llevé a Roberto Ray a cantar con mi orquesta en el Ta-Ba-Rís”.
(Reportaje sin fecha a Geno Díaz). Como la Brunswick le imponía a Fresedo sus estribillistas, el director se quejó a la compañía y le solicitó que grabara “el pibe que canta conmigo en el cabaret”, cosa que ocurrió hacia fines de 1932, iniciándose con los tangos “El rebelde” y “Metido” y el vals “Clyde”.
Ray fue recomendado a Fresedo por Luis Rubistein y Emilio Fresedo le puso el nombre artístico Ray, apócope de su apellido Raimondi.
Roberto Ray, según su colega Osvaldo Arana, fue quien “inventó” la forma en que se debía cantar en la orquesta de Fresedo.
OSCAR ZUCCHI - (Continuará)
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