lunes, 3 de abril de 2023

La pena del payador

    Estoy escuchando este valsecito campero con toda su carga de tradición, de colores imprevistos, con creciente lirismo que me trae tantos recuerdos. Sobre todo, pensando en  aquellas noches del café del barrio en que era muy común que pasara algún guitarrero-cantor que se mandaba tres o cuatro temas y luego pasaba el platito, juntaba unas monedas, para a continuación saludar y continuar su ruta noctámbula.  

                                         


   En una de esas reuniones nocherniegas, con ese clima entre juvenil y veterano, cayó uno de los citados, al que nadie conocía. Saludó cordialmente, desenfundó la viola y comenzó a desflorar su mensaje interpretativo a la barriada.

  - ¿Algún pedido? -preguntó luego de su segunda interpretación. Nadie respondía e insistió.       -Pídanme algún tema que les guste, vamos...

   Un tanto abatatado, con mis 17 años y entre tanto veterano, recordé ese valsecito que  tanto me gustaba y solté: ¡La pena del payador...!

   Todos me miraron, creo que me puse colorado, el tipo sonrió, aprobando con su cabeza y entró a acariciar las cuerdas de su guitarra para, a continuación, entonar este hermoso valsecito campesino que tanto me gustaba y que arrancaría sonoros aplausos de todos los parroquianos del boliche y de los amigos de la barra en la que me había injertado mi hermano, que también era quien compraba discos de tango y escuchaba cuanta audición del género había en la radio.

   Lo cierto es que me sigue impregnando de nostalgia este tema del poeta Eduardo Escaris Méndez, que lleva música de los hermanos bandoneonistas  José y Luis Servidio. Y resulta curioso comprobar como un porteñazo que escribe tangos de su estilo: Barajando, Medianoche, Así canto yo, En la vía, Funyi claro, La cornetita, Campaneando la vejez..., puede desenvolverse poéticamente con un valsecito campero, bien gauchesco.

   Por algo Gardel le grabó los tres primeros temas citados que llevan música de Nicolás Vaccaro, Alberto Tavarozzi y Graciano De Leone, respectivamente. Y también registró este valsecito,  que continúa haciéndome  cosquillas en el alma, en 1930, acompañado  por sus guitarristas Aguilar, Barbieri y Riverol. 

                                      



   Los versos reflejan toda la jornada del campo con sus malezas, sus paisajes, los pájaros que musicalizan el aire, el viento que azota, las manadas de ovejas que quieren volver al corral, los teros con su "teru...teru..", el gaucho cantor que trota ensimismado en su problema amoroso, todo contado en una poesía que detalla el escenario con una maravillosa perspectiva de recuerdos...


La tarde en el poniente su poncho recogía
peinando, entre sus flecos, un copo de arrebol
y el hilo de la noche, que en ancas se veníab
bordaba en seda negra los pétalos del sol

Llorosos, los yuyales doblábanse al pampero
y el viejo 'e la carreta, picando al buey sobón
atrácase a la férrea rejilla del pulpero
haciendo para el viaje su gaucha provisión

Balando las ovejas, se agrupa la majada
tirando pa' las casas en busca del corral
y el tero centinela, soldado de avanzada
vigila que el indiaje no arree un animal

Calandrias y zorzales, de pechos escarlatas
se ven en espesura del monte vivaquear
colgando de las ramas, los palios de sus flautas
cual músicos cansados que vienen a nochear

De pronto, allá a lo lejos, al tranco acompasado
se ve asomar a un flete bordeando el cañadón
y en él, a un gaucho triste de negro arrebujado
con porte de hombre, nervio, audacia y corazón

Facón de plata al cinto, trabuco amartillado
espuelas nazarenas, sombrero echao pa' atrás
Allá va Santos Vega, jinete en su tostado
pensando que la vida para él está de más

Quién sabe qué honda pena lo abisma al peregrino
centauro de las pampas, invicto payador
que, en vano, las acacias y sauces del camino
se inclinan para verle sonreír en su dolor

Más, dicen los que saben de amores escondidos
y al gaucho le conocen su indómito valor
que solo son culpables dos ojos renegridos
de aquella gran tristeza que aflige al trovador.

   Además de Gardel que lo llevó al disco el 26 de junio de 1930, lo grabaron entre otros:  Héctor Mauré, Julio Sosa, o Juan D'Arienzo con su orquesta y Armando Laborde cantando los versos de Escaris Méndez. Esta última grabación se realizó el  4 de mayo de 1945. ¿La escuchamos? 

                              


                                        
 

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