sábado, 20 de febrero de 2021

Buen amigo

   Este hermoso tango de Julio De Caro guarda una historia emotiva en su creación y estreno. Lo contó el propio De Caro cuando estuvo en nuetro programa "Dialogando con swing" que conducíamos con Osvaldo Papaleo los domingos por radio Argentina de 8 a 12.30 de la mañana. Ese día, además, me regaló dedicado su libro El tango en mis recuerdos, donde narra el emotivo proceso del mismo.

   Cita el debut con su orquesta en el cabaret Chantecler y la cantidad de gente de tango que concurría cada noche a escuchar a su orquesta. Entre otros: Bardi, Pacual Contursi, Vaccareza, el Malevo Muñoz,  Enrique y Raúl González Tuñón, Graciano De Leone, Cadícamo, Razzano, Atilio Supparo y artistas conocidos. Y entre los infaltables nombra a Florencio Lezica, Pedro Chutro y Enrique Finocchieto. Estos dos últimos eminentes médicos que están recordados en calles de Parque Patricios y Barracas. 

                           
    El doctor Pedro Chutro además de trabajar en hospitales argentinos realizó el viaje iniciático a Europa, en 1906, donde visitó las clínicas de los más grandes cirujanos de la época en Viena, Berlín y París. Al regresar al país, Chutro ejerció en varios hospitales, fue profesor suplente de la cátedra Medicina Operatoria en la Universidad de Buenos Aires y fue uno de los miembros fundadores de la Sociedad de Cirugía de Buenos Aires.

   Por su parte, Ricardo Finocchieto fue calificado como "El Maestro de la cirugía argentina".​ Junto a su hermano Enrique (también médico) aportaron enormes progresos quirúrgicos, con técnicas y modificaciones sustanciales de procedimiento.​ Incluso sería el propio Ricardo quien atendería a Evita Duarte de Perón hasta el último momento de su vida. Tanto Chutro como Finocchieto trabajaron en la Segunda Guerra Mundial participando en los servicios médicos aliados en París. Recibieron distinciones del gobierno francés por ello. Hoy hospital y sanatorio llevan el nombre de uno y otro en Buenos Aires.

   -Finocchieto, como niño que quiere hacerse perdonar alguna travesura, me decía:
   -Mirá De Carito, para mí es muy importante venir a escucharlos, pese a la agobiante tarea que sobrellevo; necesito de este bálsamo que me renueva totalmente; tu orquesta tiene para mí un encantamiento de mundo soñado... ¡y me hace tanto bien! 
 
                                
El célebre doctor Ricardo Finocchieto


   -Una noche comenzó a diluviar, y como el Chantecler era abierto, tuvimos que salir corriendo a cobijarnos en el salón de invierno que estaba sin terminar. Allí me encuentro a un amigo que desde la puerta del mismo me hacía señas con las manos, para luego tomarse la cabeza, mostrando su desesperación. Me acerqué a él y le pregunto:
   -Qué te ocurre, Tito?
   -No sé Julio cómo me encuentro aquí, debo estar loco; mi mujer se está muriendo... Fui a la Asistencia Pública... al Hospital Español, no encontré un médico... y la partera que la atiende dice no poder hacer más de lo que ya intentó. Julio ... ayudame... ayudame... me quedaré solo, sin mujer... mi hijo...

   Esperame un momento y no te alejés -le dije-; ya te resuelvo esto -porque acordándome de Finocchieto, Chutro y Lezica, ahí presentes-, me dirigí a ellos, implorando por el amigo. Al explicarles lo sucedido, Don Enrique, de inmediato me apuró a llevarlo junto a Tito y le dijo:
   -No se aflija, amigo. Por lo pronto vamos a ver a su mujer: tal vez es más susto que otra cosa.
   Salimos todos a escape, hasta el domicilio, a muy pocas cuadras de allí.

   Jamás olvidaré el cuadro, patético, por cierto...
   La partera, sentada, ayudando a la enferma infructuosamente, y muy poco ético de una profesional que, en el colapso histérico, gritó al vernos llegar: ¡Bendito Dios, ya no sabía que hacer!
Yo aterrado, observaba a la señora, cuya demacración iba en aumento, presagiaba muerte...Mientras tanto Finocchieto, ya en el teléfono, daba imperativas órdenes pidiendo ambulancia y mesa lista para operar... y le dice a Chutro: "Tú me ayudarás...".

   Por la tarde del día siguiente fui a pedir noticias, sin encontrar a nadie. A la 1.30 de la madrugada no aparecieron Finocchieto y Lezica. Me temí lo peor. Recién a las 3 llegaron y Lezica se adelantó:
   -Julito, este Enrique es un fenómeno; salvó a la madre y a la hija, sabrás que es una nena preciosa..
   Finocchieto por su parte me abrazó y me dijo:
   -Sos muy pichón todavía y tu gran sensibilidad te ha roto. No hay porqué preocuparse. Ya pasó, aunque te confieso que fue bravísimo...
 
   Me consideré obligado con Enrique, y Lezica, interpretando mi deseo tuvo una brillante idea:
   -Podrías Julito, quedar con "éste" magnifícamente componiéndole uno de esos tangazos que nos transportan. Mejor regalo, imposible...
 
                                       
    Ya en casa, despojado de mi envoltura física, me dirigí a una mesita, brotando así de un tirón el tango prometido, y seguidamente orquestado. Ya de día, devuelto a la tierra, recién pude advertir lo realizado la noche anterior. A las 17 horas lo ensayamos en el Chantecler con los músicos de mi orquesta. Luego, tanto en la vespertina como en la soirée tuvimos que bisar el tango varias veces. Pasada la medianoche aparecieron Lezica y Finocchieto, quienes, sin poder llegarse a la mesa, de pie tuvieron que escucharlo 4 o 5 veces seguidas sin interrupción.
 
   Tan pronto pude saludarlos, ellos, intrigados, preguntaron cómo se llamaba lo que acababan de oír, ya que conocían todo el repertorio y no lo ubicaban.
   ¡Este también es maravilloso, Julito!, gritaba a todo pulmón Don Enrique. Yo, feliz con el acierto se lo brindé.
   -Es el tango pedido anoche por Lezica.
   -Pero, querido... esos lloros de bandoneón y solo de violín, ¡extraordinarios! ¡Gracias! ¡Gracias!

   Viendo a ese monumento de la cirugía vibrar, con lágrimas de agradecimiento, el título de mi composición llegó espontáneamente y pensando en voz alta la dije:
   Quiero Don Enrique, confesarle que en este especial caso, el suyo, debía dejar hablar a mi corazón,  para que él me dictase el nombre; mucho más, siendo para usted lo escrito. Así pues, lo bautizaré: "Buen amigo". 

(Vale la pena, después del relato de De Caro, escuchar este tango que nos retrotrae a aquellos momentos que narra el autor del mismo. De Caro lo grabó con su sexteto el 12 de mayo de 1925. Lo volvería a llevar al disco en 1930. La versión de la orquesta de Pugliese, del 26 de marzo de 1958 me parece estupenda. Podemos disfrutarlo)

                            
   

  

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