jueves, 31 de marzo de 2022

La música milonguera

    Anoche estaba conversando de temas milongueros con un amigo argentino que recorre las pistas madrileñas y surgió el tema de la música que alienta el alma de los bailarines de ambos sexos. En ese sentido, a mí me llama la atención que algunos asistentes a Bien Milonga me digan que la música que pasamos es muy buena. 

   Y lo digo seriamente porque cuesta mucho, muchísimo entender que puedan pinchar una música que no sea milonguera, es decir la que siempre nos acompañó desde jovencitos en las pistas porteñas. Era imposible equivocarse. Ningún musicalizador de la belle époque del tango se dedicaba a descubrir orquestas o discos poco conocidos. Los dueños de la milonga lo sacarían carpiendo de su puesto. Y esa misma música es la que nos sigue iluminando y motivando ochenta/noventa años más tarde.

   En la conversa, al voleo, estábamos comentando el repertorio de las orquestas más populares. Y en el mismo siempre están firmes dos grandes del tango, dos creadores que dejaron su huella para la posteridad y para los futuros compositores: Eduardo Arolas y Agustín Bardi. Da lo mismo el ritmo febril, pausado o muy marcado de cada formación. Bardi y Arolas se adaptan a todas las orquestas típicas. Y como símbolo, en 1938, Troilo dejó un solo disco de 78 rpm en la Odeón, de un lado Comme il faut de Arolas y del otro Tinta verde, de Bardi.

                            

Club 1º de Febrero- Morón - Baile con la orquesta de D'Arienzo. Año 1938.

   Tomo una orquesta al voleo: Ricardo Tanturi. No puede faltar nunca en una noche milonguera. Porque las orquestas de su tiempo se preocupaban por brindar su música a los bailarines. El propio Tanturi compuso temas que grabó con su orquesta. Para el lucimiento de Alberto Castillo o Enrique Campos firmó temas como La vida es corta, Mozo guapo, Pocas palabras, Ese sos vos, Sollozo de bandoneón, Quién canta mejor que yo, con distintos poetas.

   En su orquesta militaron músicos que permanecieron muchos años en la misma y eso ayudó a fortalecer el esquema. Algunos de ellos como el violinista, Vicente Salerno, por ejemplo, también aportó páginas de pegada como La serenata, Qué podrán decir, El corazón me decía, Qué bien te queda y Anselmo Laguna. O el bandoneonista Vicente Salerno que también se lució con sus temas: Mi romance, El tango es el tango, Al pasar, Igual que un bandoneón, Cuatro recuerdos, Desde lejos.

   Tomo esto como símbolo. Lo mismo podría haber dicho de Ángel D'Agostino que selló su alianza con Ángel Vargas como si fueran una sociedad. Prácticamente toda su producción discográfica se basa en el dúo. Muy pocos instrumentales, para bailar necesitamos a la yunta. Y ojo, que D'Agostino tocó con leyendas como  Pacho. Y bailaba de pibe. Por eso cuidó siempre el ritmo de la orquesta, buscando que los temas de su repertorio tuvieran ritmo milonguero. 

                                      

                                 Ricardo Tanturi con sus músicos y Alberto Castillo

   Músicos de su orquesta como el bandoneonista-arreglador Alfredo Attadía, por ejemplo, aportaron temas importantes: Compadreando, El yacaré, El cocherito. Y en sociedad con D'Agostino: Entre copa y copa, Hay que vivirla compadre, Todo terminó, Y te dejé partir, Cantando olvidaré y esa maravillosa página que no puede faltar en una milonga: Tres esquinas, donde dibujó las variaciones que acompañan el recitado de Angelito Vargas. El cantor que dejó 94 temas grabados con la orquesta en seis años.

   Los violinistas que pasaron por su orquesta también contribuyeron con temas  importante. Benjamín Holgado Barrio aportó Solo compasión y No creas. Por su parte Mario Perini lo hizo con Porque me siento feliz y Pinta blanca, además del arreglo de El espejo de tus ojos. Y el bandoneonista Eduardo del Piano aportó sus tangos: De corte Criollo, Con sabor a tango y Esta noche en Buenos Aires (con D'Agostino).

   Obviamente las cuatros grandes orquestas son las que reinan en todas las milongas. Las primordiales: D'Arienzo, Pugliese, Troilo, Di Sarli, sin orden de preferencia, salvo en el final, que siempre termino con D'Arienzo porque te da el toque decisivo en el cuore y en las fibras. He puesto los dos ejemplos más arriba porque sintetizan lo que fue el tango en sus años de gloria. Los sábados había veladas en todos los barrios y rotaban las orquestas por los clubes arrastrando a infinidad de milongueros/as. Caló, Demare, Basso, Fresedo, Laurenz, Donato, Canaro, De Angelis, Francini-Pontier, Biagi y otras, cada una con su estilo,  estaban en el candelero, tanta era la prevalencia del tango.

                                 

   Es lo que debemos tener en cuenta cuando pasamos música en una milonga. Julián Plaza, músico que tocó en varias orquestas y concibió temas maravillosos, estuvo también en la de Di Sarli. Recordaba que, cuando militaba en su orquesta, el maestro les pedía a sus músicos un matiz  que de tan simple parecía complicado, al menos para los bandoneonistas que tenían influencias de Troilo o Piazzolla. Agregaba:

-Cuando en 1956 me convertí en intérprete de su orquesta, me di cuenta de que lo que parecía sencillo era difícil de interpretar. Con Troilo y Piazzolla había que tocar fuerte. Con Di Sarli, livianito. Íbamos a clubes que tenían pistas abiertas, como Comunicaciones, por ejemplo, y nos exigía que tocáramos livianito, como si estuviéramos en el estudio de la radio. El efecto de Di Sarli era lo que caracterizaba su estilo. Tocaba el tango como lo había hecho el autor, matizándolo un poquito. Los ligados, el stacatto y el matiz definían el estilo sobre la base pianística que ponía el propio director. Hoy eso no lo hace nadie. 

   El gran analista historiador del tango: Luis Adolfo Sierra, aunque no haya sido admirador de D'Arienzo, supo, sin embargo analizar su éxito: 

-La resurrección bailable del tango tuvo su protagonista en un nombre que creó una modalidad interpretativa que perdura como una característica de un estilo. Juan D'Arienzo, violinista iniciado en 1919, compartió conjuntos de tango, Ya iniciado como director, imprimió a su orquesta una peculiar forma de ejecución orientada  a atraer el interés de los bailarines. Sus proposiciones fueron esencialmente adecuadas para la danza. Una rígida marcación, tajante y acelerada, sin tregua en el permanente contraste de stacattos y silencios, destacando acentuadamente  en la mano derecha el tema de la melodía o algún contracanto sobre la misma.

  Las melenas de Ruggiero, Caldara, Gilardi y Castagniaro desparramadas sobre sus bandoneones en alarde compadre, encadenando fraseos hermosísimos, con el contracanto de los violines y la plástica rítmica de Alcides Rossi en el contrabajo, mientras el flaquito miope  empujaba  e hilvanaba todos los hilos de la compleja estructura desde el puente de mando de su piano, subliman una escena inolvidable para todos aquellos que tuvimos la suerte de vivirla. Nos siguen impactando esos sobrecogedores adagios que Pugliese embellece con un tocar íntimo, esos silencios intencionadamente hermosos. (De mi libro ABC del tango)

                                      


   Los 71 primeros registros que nos dejó Aníbal Troilo son una reliquia maravillosa para los bailarines. Ese pianista genial que fue Orlando Goñi y Pichuco con su talento, más el decir inimitable de Fiorentino con su estilo de canzonetta, convirtieron a la orquesta en una joya para escuchar y bailar. Goñi con sus síncopas y el Gordo estableciendo con él contrapuntos y contra ritmos que aún hoy estremecen y nos llevan en andas por la pista. Luego Troilo fue evolucionando y era un placer enorme escuchar sus temas, aunque ya no tendría aquel ritmo bailable con Goñi al piano, que se nos fue tempranamente.

   Creo que la cosa está muy clara. Seleccionar música para una milonga es tarea sencilla para alguien que haya mamado el tango milonguero. Y ojo, que yo bailé en varios lugares con distintas orquestas de menor nivel, en los años cincuenta y se milongueaba con gusto. Pero era una época especial, sobre todo por todo lo que representaba el tango en la sociedad porteña, y por la juventud que se adapta a lo que venga. Hoy lo tenemos todo servido en bandeja, afortunadamente, para nuestras ansias milongueras, en una discografía inmortal. El que "descubre" cosas nuevas para pinchar en la milonga es porque le faltan ese poso y el afán de aprender... 

    Está todo descubierto hace tantos años...

  

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