jueves, 21 de febrero de 2019

Antes y después del maestro

   Fue un personaje que llenó mi infancia quien me llevó, creo que era en 1926, al Select Lavalle para que escuchara a la orquesta de Julio De Caro. Era una tía mía, hermana de mi madre, llamada Julia pero a la que vaya Dios a saber por qué le decíamos "Tata", la que de la mano me hizo cruzar los umbrales del tango. Diré de ella que su finura, su amor a todo lo que fuera expresión de belleza, su curiosidad juvenil que consevó hasta su muerte, su alegría de vivir y su señorío, que la hacía prescindir de las convenciones cuando éstas se convertían en algo ridículo e inhumano, definían su alma.

   Era en fin "alguien", hubiera dicho Flaubert. Y como si todo esto fuera poco, sentía amor por el tango. Apenas cumplidos mis cinco años me llevó al teatro Empire, ubicado en la esquina de Maipú y Corrientes, para que escuchara ese día que para mí tuvo destino de fecha, al dúo Gardel-Razzano.

   Pero esa aproximación, diré así, a De Caro en el Select Lavalle fue fugaz. Sólo unos años después -un chico todavía- pude saborear con asiduidad a ese conjunto del que muchos piensan que en el aspecto orquestal la historia del tango deve dividirse en dos épocas: antes y después de que él apareciera.

                             

    Memorizo lo que voy a contar como referido a los comienzos de 1928, ya en los finales de la presidencia dle doctor Alvear, un gran gobernante y también sea dicho, admirador de Julio De Caro. Confieso que al inventariar este más de medio siglo que se ha vivido, evoco el mundo de ayer y me lleno de melancolía.

   Por aquellos días, el maestro dejaba "el centro" para debutar en uno de los cines más elegantes del barrio norte: el Petit Splendid. Estaba ubicado en la calle Libertad, frente a la plaza, a unos pocos metros de la confitería "París", y era lo que hoy llamaría un lugar exlusivo. La casa paterna quedaba apenas a una cuadra del cine (Cerrito, entre Paraguay y Córdoba), y con mis hermanas menores y la miss que las acompañaba íbamos inexorablemente los jueves y domingos a devorarnos de cabo a rabo el programa.

   Y De Caro llegó hasta allí e hizo el milabgro: impuso el tango. Por supuesto, él aparecía en la sección vermouth. Los aplausos se convirtieron muchas veces en ovaciones y el pedido del bis fue frecuente. Años después, conversando con mi viejo, querido y admirado Julio, me dijo que esa temporada le había dado una de las grandes satisfacciones de su vida.

   Con mi hermana menor, con la que compartimos la pasión por el tango, no olvidaremos nunca aquellas tardes del Petit Splendid. ¿podríamos borrar de nuestra memoria las interpretaciones de El monito, Tierra negra, Lorenzo,Sobre el pucho,Buen amigo,  La última cita y de tantos otros tangos...?

                        
Julio De Caro, Emilio de Caro, Blasco, Francisco De Caro, Laurenz y Sciarreta.
   
 
   Por esos días, si recuerdo bien, la orquesta estaba constituída así: Pedro Laurenz y Armando Blasco, el cieguito, tenían a su cargo los bandoneones; Francisco de caro era el pianista; Vicente Sciarreta, con una pinta que mataba, el contrabajo, y Emilio De Caro y Julio De Caro los violines. El cantor, creo, Pedro Lauga.

   Cada uno de esos nombres es de por sí un capítulo de la historia del tango. Julio De Caro consiguió que la suma de ellos dieran una voz inédita y perdurable en el universo de nueastra música. Mucho se ha elogiado al maestro como virtuoso, compositor o director de orquesta. Pero todo eso es poco, muy poco, frente a lo que él es y representa.

   Mi querido Julio: lo que en síntesis te quise decir es ésto. Desde la primera vez que escuché tu orquesta me encanutaste. Hoy, a esta altura de la calle Rivadavia, tu recuerdo y el de aquellos días ya lejanos del Petit Spdlendid son como una luz amable que apacigua las aristas de la vida . Gracias.

Hipólito Jesús Paz

(Tuco para los amigos, Abogado, Político, Ministro, Embajador, Profesor,  Escritor.

"Tuco" Paz, con el presidente norteamericano Harry Truman

Apasionado desde joven por el tango, era miembro de la Academia Nacional del Tango. Un Acta notarial labrada en la casa de Felipe Yofre el 17 de Mayo de 1974 por Jorge Garrido, Escribano General de Gobierno, y suscripta por Cátulo Castillo, Homero Expósito, Héctor Stamponi, Ariel Ramírez y Albino Gómez, caratulada “Acta a Tuco el grande sus gomias de la noche” exterioriza su condición de hombre de tango, así como también sus vínculos con Manzi, Discépolo, Anibal Troilo, Piazzolla, Horacio Ferrer y su admiración por Carlos Gardel y Julio de Caro).



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