Cadícamo que era un retratista poético, pintaba como muy pocos la época que le tocó vivir, que, afortunadamente fue larga. Y Ángel D'Agostino logró su mejor obra con este tango que Ángel Vargas clavó para neutralizarlo del voluble barrido del olvido. Lo sigo escuchando con una nostalgia tremenda y lo paso una y otra vez en la milonga porque además es maravillosamente bailable.
En una de esas charletas que tenía con Ángel y Coco D'Agostino, su sobrino, a la salida del Diario donde éramos compañeros con éste último -La Razón-, saqué a relucir la perenne condición de esta página y el rostro del celebrado pianista y director se iluminó. La historia de la esquina, del bar que tenía ese nombre y lo cambiaron, de la estación de ferrocarril, era muy conocida, pero el resto lo fuimos escarbando mientras sorbíamos la sidra de barril helada con amarettis.
- Allá por 1920 yo trabajaba en el Teatro con la compañía Arata-Simari-Franco y hacíamos un sainete de Enrique García Velloso llamado Armenonville, representándolo en el Teatro Nacional -contaba D'Agostino-. Y para una escena determinada, con aquellas historias del cabaret y las chicas que trabajaban allí, compuse un tango llamado Pobre piba, que era instrumental, solo con el fin de acompañar la situación escénica...
-El tango quedó archivado entre tantos papeles amontonados, hasta que una noche a fines del cuarenta, estábamos en la boite Chez Nous y después de la actuación, me vino a la cabeza ese tema y lo empecé a tocar en el piano con la idea de rejuvenecerlo. Como estaba Cadícamo le dije si podía ponerle letra. Éste tomó unos apuntes y se lo llevó. Así fue como empezó la historia de Tres esquinas...
D'Agostino y Cadícamo en los recuerdos. |
Y ya con el tema compuesto lo estaban ensayando. Angelito Vargas con su vocecita fraseadora le estaba sacando punta y lo tenían bien enfilado, para entusiasmo de todos los integrantes de la orquesta. Pero había algo que no terminaba de satisfacer a D'Agostino, cuando a Vargas se le ocurre recitar el comienzo de la segunda parte:
Soy de ese barrio de humilde rango,
yo soy el tango sentimental...
Y continúa cantando:
Soy de ese barrio que toma mate
bajo la sombra que da el parral....
Alfredo Adolfo Attadía |
Era el paréntesis que buscaba D'Agostino para no hacer tan largo el parlamento cantado. Y quedó redondito. Entonces venía el final de la segunda parte en la que el director había ideado una melodía con el piano, pero no salía como quería y en un paréntesis se puso a dialogar con el violinista Holgado Barrio. Y el primer bandoneón, que era Alfredo Attadía y había colaborado en el armado de la orquestación, entró a realizar unos acordes.
D'Agostino se incorporó y le dijo: "Dele, dele....". Y quedó clavado. Cuando Vargas termina la segunda parte...
quemé en los ojos de una maleva
la ardiente ceba de mi pasión...
..Attadia con el fueye se manda un solo maravilloso lleno de notas que emocionan. Y vendrá el violín de Holgado Barrio y el piano milonguero de D'Agostino, antes que vuelva Vargas con el final. Una obrita de arte. Me lo decía Alfredo Attadía en su exilio de Venezuela en 1967 o 68, cuando fuimos con la Selección argentina de fútbol.
-Lo tenía en la cabeza, había trabajado el tema con D'Agostino y lo tenía adentro. Sí, fue realmente precioso como quedó el tango, y aunque terminamos mal con Ángel, el capolavoro que hicimos con ese tango y la voz de Vargas, quedó para siempre entre los tangos imprescindibles...
El tema está filmado y es una delicia, incluso con un recitado previo de Vargas que suprimirán en la grabación. Pero no resisto la tentación de verlo también en el corto que grabara Cadícamo, que lo ve sentado en la mesa del feca junto a D'Agostino, que a su vez se levantará emocionado para terminar su parte. ¡Qué tangazo!
Y acá va el corto con D'Agostino y Cadícamo en vivo.