jueves, 23 de octubre de 2014

Copes y María Nieves

En varias oportunidad he hablado de esta genial pareja que desafió a todos los prejuicios, los comentarios y la historia. Porque Copes fue el visionario que divisó la espectacularidad del tango como danza coreográfica en el escenario, más allá de la repetida exhibición del hombre y la mujer floreándose al compás de un tango o una milonga.

Él entendió, comprendió la fuerza que  contiene el tango como danza de pareja, y estudió para superar aquellas antañas performances. Y no sólo lo consiguió, sino que le abrió las puertas a los futuros bailarines para que se superaran y lograran éxitos que parecían estar sólo destinados para otro tipo de danzas internacionales.

Hoy que el tango triunfa en todas partes, creo que vale la pena recordar estos dos nombres cúlmines, por aquellas hermosas noches en que los disfruté en Caño 14, y por esa estela que dejaron para que nuevas parejas de bailarines los siguieran y volvieran a relucir el nombre del tango.

                                   


El Negro Copes fue quien comprendió que arriba del escenario podían estar varias parejas bailando, aunados en una coreografía colectiva.  Él supo crearla y María Nieves fué disciplinando su cuerpo para llegar a ser la gran bailarina de tango que fue. Y sigue siéndolo como milonguera, retirada de las tablas aunque cada tanto asoma su figura en algún espectáculo o da alguna clase magistral.

Juan Carlos Copes (¿Te acordás Negro cuando jugamos en la cancha de San Lorenzo los  Artistas vs. Periodistas por el anivesario de la Radio argentina y vos la yugabas de lateral derecho?), arrancó en el Teatro Nacional con varias parejas que fue preparando y resultó, no sólo una novedad sino también, todo un bombazo en plena calle Corrientes.

Es muchacho de familia muy humilde, criado en una casa de madera en Mataderos, o en un conventillo de Floresta, y en una casa primaria de material y calles de tierra en Villa Pueyrredón, supo tener fuerza y visión para labrar su futuro. Hay que entender todo esto para comprender mejor su afán de superación y la conducta que tuvo para jerquizar la danza del tango, en lugar de emprender el mal camino.

                              
Copes-María Nieves y su compañía saludando al final de un show.

Como pasa con tantas parejas, el destino los fue separando. Es muy difícil compaginar la vida artística con la familiar, cuando están juntos en ambas. Le pasa a la mayoría de las parejas de baile. Pero María Nieves, superadas las primeras etapas de despecho y de rencor lógicos por las aventuras de Copes, reconoce que lo de ambos fue maravilloso, único, ejemplar.

-Juan quería llegar lejos y lo consiguió, conmigo al lado -recordaba María-. De Atlanta saltamos a los escenarios del centro, viajamos por países de América, comíamos como podíamos, la cosa era difícil, pero él se lo propuso porque quería ser como Gene Kelly.  Y llegamos al programa de Ed Sullivan. Él consiguió aunar a varias parejas y lo practicamos mucho para realizarlo en el escenario. No había antecedentes, fue la locura de Juan. Y nunca dio un paso atrás, siempre al frente hasta nuestra separación.

                               


Las autoridades de la Ciudad la declararon Ciudadana ilustre, y María pronunció estas sencilas pero expresivas palabras: "Si hay algo que tiene que ser Ciudadano Ilustre, es el Tango. La primera vez que lo bailé, de los pies se me metió en la piel, de la piel en la sangre, y de la sangre al corazón. No importa la acrobacia, hay que poner el bobo (corazón). Pero yo me expreso con los pies, no con las palabras".

Como milonguero, admiro todo lo que hicieron Copes y María Nieves, y el sacrificio que conllevó su enorme desafío. La compañía Tango argentino, con la pareja incluída, marcó el cénit y el tango llegó a Broadway entre ovaciones y teatro lleno. Fue el arranque de la nueva etapa de florecimiento del género que sigue mostrando cada día nuevos brotes. A los dos los tenemos vivitos y coleando, afortunadamente, y siguen dando que hablar por su trabajo diario.

Hoy, como homenaje a ambos, podemos recordamos con una nostalgia tremenda, por todo aquello que trajeron, en estas escenas del filme de Leo Fleider Esta es mi Argentina, de 1974.



                                            

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