viernes, 26 de julio de 2013

Armando Pontier

Apareció en un momento rutilante del tango, cuando tallaban las grandes luminarias del género, la calle Corrientes era una fiesta de música, los cabarés olían a tango, la radio los despachaba toda hora  y los clubes desparramados a lo largo de la ciudad y su periferia, recibían multitudinariamente a estos conjuntos para darle rienda suelta a la pasión del baile.

En este bandoneonista nacido en Zárate, a orillas del Paraná, resaltan dos grandes cualidades: Músico de muy buena factura y de capacidad para formar una orquesta y soldar los distintos elementos logrando que la estructura sea sólida, y con la suficiente sensibilidad para atraer tanto a los bailarines como a aquellos que suelen escucharlo con un mate o un vaso de wisky en la mano, por un lado. Y por otra parted su legado en forma de composiciones que muestra a un grande en todo sentido, por la obra pergeñada junto a grandes poetas o en forma instrumental.

                                   

Armando Pontier (Puntorero) creó con Homero Expósito, por ejemplo, temas de gran hondura poética y musical. Bastaría con citar Trenzas y Margo, para sopesar la importancia y belleza de su obra. Y también realizaron juntos El milagro, Pa'qué, La luna y tú y Bien criolla y bien porteña.

Con José María Contursi firmaron esa hermosa obra: Tabaco, más Claveles blancos y Lluvia sobre el mar. Otros que compartieron temas con Pontier fueron Carlos Bahr (Cada día te extraño más, Corazón no le hagas caso), Eugenio Majul, Horacio Ferrer,  Miguel Bucino, Héctor Marcó, Cátulo Castillo (Anoche) o el uruguayo Federico Silva con quien firmó una larga lista de obras que sirvieron para el lucimiento del Polaco Goyeneche, especialmente. Su tango Qué falta que me hacés, en el cual también colaboró Miguel Caló, tiene todo un récord de grabaciones, que orilla las 300.

Además, Pontier destacó en otra faceta: supo acompañar a los cantores y permitir su lucimiento sin desmedro de que brillase la música. Por eso, sus once triunfales años junto a Julio Sosa, hablan por sí solos. Pero también destacaron a su lado Alberto Podestá (el que más apreció), Roberto Florio, Oscar Ferrari, Roberto Rufino y Héctor Darío entre otros, a los que buscó explotar su sensibilidad y conseguir los mejores resultados.

Había estudiado bandoneón en su ciudad natal y con el maestro Elhert, con quien llegaría a Buenos Aires: solfeo, armonía y composición. Su incrustación en la Orquesta de las estrellas de Miguel Caló, le permitió no sólo la unión con una serie de músicos que harían historia grande (Maderna, Federico, Francini, Lázzari, Rovira, Cambareri, Rodio, Farace, Pedernera) en el tango, sino que además, Caló le dió carrete a las composiciones que iban surgiendo del fecundo talento de Pontier.

Lo mismo haría un ya consagrado Aníbal Troilo que lanzó su instrumental Milongueando en el cuarenta, un tango que parece creado para que perviva en las pistas milongueras de todo el mundo. Y la lista de temas que le grabó Pichuco también es muy extensa y con grandes resultados, como Tabaco, A los amigos, Corazón no le hagas caso, Trenzas, Cada día te extraño más, que servirían tanto para el lucimiento rítmico de Fiorentino como para el más denso y expresivo de Goyeneche. Por eso Pontier, gran admirador de Troilo, le dedicaría su tango: Pichuco.

                                  
Con su gran amigo Enrique Mario Francini, se fueron de la orquesta de Caló para intentar la aventura propia y el debut de esa formación, fue todo un suceso, el 1 de setiembre de 1945. Supieron rodearse de muy buenos músicos y de vocalistas de primera línea como Raúl Berón, Roberto Rufino, Alberto Podestá y el descubrimiento de Pontier: Julio Sosa. La sociedad Francini-Pontier se disolvió diez años más tarde y cada uno emprendió rumbos nuevos bajo el prestigio de sus nombres, aunque volverían a unirse circunstancialmente para viajar a Japón.



        

 El 25 de diciembre de 1983, Pontier era un hombre todavía joven y con proyectos, pero por problemas íntimos y bajo una fuerte depresión, resolvió poner fin a su vida, con el tiro del final.

Yo lo recuerdo con su orquesta en dos temas instrumentales creado en 1916 y 1919 respectivamente:: El africano, de Eduardo "El Chón" Pereyra, grabado el 29 de nobiembre de 1966. Y Pura clase, de Adolfo Rosquellas, realizado en el disco el 31 de agosto de 1954.

Armando Pontier - El africano

Armando Pontier - Pura clase


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