viernes, 14 de diciembre de 2012

Luna de Buenos Aires

Es el satélite más cantado por músicos y poetas. Siempre lo asociamos al romanticismo y realmente ver una luna llena iluminando la tierra desde allá arriba es, además de romántico, una hermosura que nos aporta vida interior. Provoca prácticamente el imperativo amoroso, nos entrega luminosidad y no sólo inspiró este fenómeno astrológico a Beethoven o Debussy; infinidad de músicos de todos los registros se apoyan en el íncipit  lunar y flotan en torno a ella, en el decurso del poema musical.

Cuántos boleros nos hablan del amor a la luz de la luna y con ella cuantas canciones sentimentales abrigan el abrazo de la pareja de enamorados y su efusión emocional.

 Los poetas tangueros no se quedaron atrás. Homero Manzi en Sur recuerda el amor a la luz de la luna: "Las calles y las lunas suburbanas, / y mi amor y tu ventana / todo ha muerto, ya lo sé...". En Ninguna mastica las hieles del desamor: "No habrá ninguna igual, no habrá ninguna,/ ninguna con tu piel ni con tu voz./Tu piel, magnolia que mojó la luna./ Tu voz, murmullo que entibió el amor."

El Negro Celedonio Flores, la trata con mucho respeto, deja de lado el lunfa y le habla en Vieja luna, con mucho cariño: "Es la linda de siempre, mi poética amiga, /blanca, suave, discreta, soñadora, cordial./Si me ve que estoy triste me acaricia, me besa /y le enciende faroles a mi pobre arrabal".



El cantor uruguayo Carlos Olmedo, hace una hermosa metáfora con ella y un  amor , en Mi luna: "
Yo la llamaba luna y era morocha, / como aquella que acunan mis arrabales, /con la filosofía del “meta y ponga” /del barrio donde somos todos iguales".

Alfredo le Pera, en Lejana tierra mía, a la que no pudo retornar, la recuerda románticamente: "Silencio de mi aldea / que sólo quiebra la serenata / de un ardiente Romeo / bajo una dulce luna de plata".   

La lista es larga, y la cierro con Cátulo Castillo en sus tangos Luna llena : "La luna llena del cielo /se aburre colgada / sobre el callejón cortón. /Y está tirada en el suelo / del rojo pañuelo / de un patio en reunión",  y el hermosísimo Tinta Roja: "Donde estará mi arrabal? ... / ¿Quién se robó mi niñez? .../ En que rincón, luna mía, / volcás, como entonces, / tu clara alegría"

Un amigo, Miguel Belluci, hizo esta hermosa postal con mi libro ABC del Tango, que presentó Editorial Corregidor el pasado año. Seguramente simbolizando el sitio donde ancló mi cuore.




Y aunque en estos días está escondida por los alrededores de Madrid, yo tampoco puedo olvidar las enlunadas e interminables noches porteñas y le dediqué este poema:




LUNA PORTEÑA
                                                          "Hay mucha luz y es que: la luna de arrabal
                                                                              nos acompaña por las calles como ayer..."

                                                                                            Enrique Cadícamo

Llegás siempre asomando con sigilo
tras naufragios de tardes declinantes,
crepuscular aparición de vago estilo:
nuevas, llenas, crecientes o menguantes.

Faro que alumbra el corcovear del río
y singladuras de noctámbulas bohemias,
con postrera aparición en el desvío
de madrugada, a la aurora que la apremia.

Riela la luz de tu cosmogonía
Acompañando el yirar del porteñaje.
Te presentimos ahí, como un vigía

que en su torre filial al alba encaje
el linternazo final hacia otro día,
que funque ganador en el baraje.

Luna porteña, fraterna luna mía,
Hoy que los años me achantan en rebaje,
me encana tu ancestral litografía.


Y para completar la quiniela lunática la sigo con el tango del Pibe de Wilde, Carlos Marcucci y Mario César Gomila: Luna arrabalera, por Francisco Lomuto, con la voz de Jorge Omar. Lo grabaron el 9 de mayo de 1935. Y el valsecito Claro de Luna de José Decuzzi y Alberto Cosentino, por Francisco Canaro, cantando Eduardo Adrián, registrado el 30 de setiembre de 1942. 








 


        

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