sábado, 24 de noviembre de 2012

Ricardo Ruiz

Los que siguen el blog ya saben que, en su estilo, para mí, Ricardo Ruiz fue una de las hermosas voces del tango. Y cuando encontró el marco adecuado -la orquesta de Fresedo-, sus prestaciones se elevaron, dejando registrados con la misma 29 temas que son una dulzura para los oídos.

Era el tipo de chansonnier que encajaba marvillosamente en el estilo fresediano, donde no cabían las extensiones vocales, los calderones y la adaptabilidad de la orquesta al cantor, sino precisamente lo contrario. El modo natural del canto, lo que aportaron Roberto Ray y Ricardo Ruiz al conjunto fue precisamente la melodía de su voz, la comprensión del texto poético y el tono acorde a la música.

Ruiz, tuvo la formación necesaria en Chispazos de tradición, semillero de tantas figuras y su ascenso fue paulatino, pasando por la fragua de Francisco Canaro en el Teatro, con 21 años,  y llegando a Fresedo a los 23. Pero ocurrió en su segunda estancia en la orquesta del Pibe de La Paternal, cuando se afincó y deleitó con su afinación y el modo de cantar, derramando miel al compás de la orquesta.

Ricardo Ruiz canta con Fresedo, parado a su lado. Hugo Baralis (p) en el contrabajo
 Sin exagerar, haciendo brillar los versos y de rebote que florezca la música. Esquivando la sobredosis de énfasis. La contención y musicalidad fue una de sus mayores virtudes.

Me remito a esta etapa floreciente y milonguera que iluminaba el alba de los años cuarenta. Fresedo tenía entonces arrastre entre los bailarines y tocaba en un tiempo más rápido y menos lánguido que en los cincuenta y sesenta. La ejecutante de arpa es Etelvina Chinici, integrante de una familia de músicos que brilló en el jazz.

                                                   
Tiene un deje de melancolía esta etapa fresediana y el estilo de canto que, años más tarde, con Héctor Pacheco se aboleraría y caería en un expresionismo fatuo y desteñido.

 Escuchando a Fresedo-Ruiz, el sonido reverbera y se consigue esa summa estética, seda melódica.

Los escuchamos en dos temas. Vacilación, de Rafael Rata Iriarte (Rafael Yorio) y versos de Antonio Molina y José R. De Prisco. Lo grabaron el 17 de noviembre de 1941. Y Vida querida, de Eduardo Lalo Scalise y Juan Carlos Thorry, grabado el 10 de mayo de 1940.

Lalo Scalise era el que pasaba al papel la música de Discépolo en sus tangos. Y Thorry (Torrontegui) evoca en estos versos sencillos a una  novia juvenil de su pueblo natal (Coronel Pringles). El resultado es inmejorable. Una delicatessen.

Vacilación

Vida querida

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