jueves, 8 de noviembre de 2012

Andrea Missé

Cuando apenas despegaba este año que comienza a evanescerse, las filas del tango sufrieron un duro golpe con la noticia del fallecimiento de la brillante bailarina Andrea Missé, víctima de un choque múltiple en la localidad de General Acha, provincia de La Pampa. Su rubia figura, integrante de una familia milonguera, había dado la vuelta al mundo dando exhibiciones e impartiendo clases.


 Casada, madre de una hija, era pareja de baile de Javier Rodríguez. Y quiero traerla al Blog con una nota que les hizo a ambos en sociedad, la revista El Tangauta y que refleja el espíritu milonguero de ambos. Comparto totalmente los análisis que realizan, y la recuerdo con este importante reportaje.
                                                                  
                                                            Tango esencia

¿Su estilo reúne los orígenes del tango danza con la improvisación?
Javier Rodríguez: Sí, porque hoy somos bailarines profesionales, pero primero fuimos milongueros. Para que se vea cómo sos verdaderamente en la pista debe haber improvisación, es decir naturalidad. Así como te parás y bailás cuando la pista está llena, debe ser cuando es sólo para vos. Por eso no ensayamos, a lo sumo practicamos alguna secuencia.
Andrea Missé: Nos alejamos de la técnica porque optamos por expresar lo que nos está pasando en el momento.

¿Cómo fue el paso de amateur a profesional?
AM: Nunca me planteé “quiero ser profesional”. Empecé a bailar a los doce años con mis hermanos, al poco tiempo nos empezaron a llamar de varias milongas para hacer demostraciones y con el paso de los años empezaron a surgir propuestas cada vez más importantes. Estudié en la universidad, tuve otros trabajos, pero mi pasión siempre fue bailar.
JR: Sin buscarlo, como le sucedió a ella. Comencé a bailar en la adolescencia y al tiempo me empezaron a llamar desde distintas milongas para hacer exhibiciones, incluso del interior del país y hasta del extranjero. En esa época no existía ser profesional del baile del tango, Juan Carlos Copes era un mito y Miguel Ángel Zotto y Milena Plebs, aunque más cercanos en edad, también parecían inalcanzables. Pero todo se fue dando y de repente estaba arriba de un tren que no paraba, ocupándome la vida por completo, y llegó un momento en que ya no podía tener otro trabajo: daba clases, bailaba y seguía estudiando. Porque el tango danza te requiere tanto tiempo que terminás aceptándolo como carrera, pero tenés que darle todo, no podés estar por la mitad porque sino sale mal.

¿Qué diferencias han encontrado entre Europa y Asia?
JR: Hoy los asiáticos tienen más predisposición, copian y reproducen con calidad las actividades culturales que les atraen. Hace ocho años Europa era el mejor lugar, incluso durante mucho tiempo los más ‘grossos’ del tango danza fuera de Argentina eran de Alemania, Italia y Francia. Hoy el viejo continente mantiene buenas milongas y los mejores festivales, pero el nivel de sus bailarines decayó en comparación con los asiáticos.

¿Por qué sucedió eso?
JR: Para bailar tango tanto la mujer como el hombre deben sentir y pensar en quién los acompaña. Hoy hay mucho odio tapado, se reprime la relación, hay miedo. Las personas se acercan al tango por el abrazo, vienen en busca de él, pero cuando llegan a la clase prefieren una posición más abierta, donde cada uno esté en su eje, sintiéndose independiente. Quieren bailar juntos, se mueren por estar abrazados, se necesitan, pero no lo demuestran ni lo aceptan. Finalmente se cansan y se largan a la pista, pero han pasado por un prólogo demasiado largo.
AM: En cambio para nosotros empezar a bailar fue como un juego, aprendimos con hermanos, tíos, padres, madres, por lo que no tenemos esa mentalidad tan complicada.

Ustedes también dan clases, ¿cómo lo viven?
AM: Lo vivo como nuestra misión. No sólo enseñar el baile sino también transmitir la esencia, lo cultural, lo que está detrás de los movimientos, que en nuestro tipo de baile tienen un significado clave, luego a nivel técnico se los puede desglosar, pero sin conocer su naturaleza resultan vacíos. Por ejemplo todo lo que es jueguitos de pies de las mujeres, que ahora se les dice adorno, sin un significado, un color, una actitud, son sólo movimientos de pies. Cada situación y momento es para decir algo, no para hacerlo simplemente.
JR: Cuando hace años mirábamos a los milongueros bailar, atrás de lo que hacían -que podía ser fácil o difícil- había un misterio. Entonces pasa por entender la técnica, para copiar el movimiento, pero llegando a la esencia. Si con el alumno usas menos la palabra “técnica” y más “esencia” o “sensación”, buscando que haga el movimiento desde un lugar natural, aprende más rápido que si le hablás de números, diagonales o músculos.

¿Cómo ven a las nuevas generaciones?
JR: Nuestro inicio fue de la mano de legendarios milongueros, quienes nos mostraron el camino. Hoy los chicos bailan bien -a nosotros nos llevó mucho más tiempo lograrlo- pero nadie les aconseja, entonces todos lo hacen igual. Antes ser ‘grosso’ era ser diferente, ahora es bailar mejor que el otro pero haciendo lo mismo. Me da pena porque por eso la pista no tiene misterio, magia, no hay ángel en la milonga sino una masa moviéndose perfectamente. Hay grandes talentos porque está lleno de chicos que vienen de la danza clásica o contemporánea, les pasás un movimiento y lo sacan al instante, pero no tienen referentes, la tribu no tiene cacique, no hay control ni descontrol, no hay una grieta, nadie les enseña qué está bien y qué mal. Ven un movimiento en el sitio de internet youtube, lo copian y van a la milonga.

                                                               Andrea Missé
Los hermanos Missé son reconocidos en el ambiente del tango por su nivel y dedicación. Andrea nos cuenta su historia: 


                                               
“Somos cinco hermanos, tres mujeres y dos varones, yo soy la más grande. Empezamos a bailar folclore desde chicos con Santiago Ayala (a) ‘el Chucaro’ y Norma Viola. Cuando yo tenía once años vino al estudio Carlos Rivarola, y por curiosidad empezamos a tomar clases con él, luego nos llevó al Sunderland, donde vimos en directo el baile de pista y una milonga de ambiente muy familiar, y nos apasionamos. Teniendo doce años, y mis hermanos menos, comenzamos a ir todas las noches a las milongas, nos llevaba mi mamá o mi abuela. No estaba bien visto que los chicos frecuentáramos el ambiente, pero por ir a lugares familiares se toleraba. Después a la mañana íbamos al colegio, a la tarde hacíamos la tarea y a la noche a la milonga de vuelta. Hoy todos seguimos aferrados al género: Stella también es bailarina, Mariana toca el bandoneón, Gabriel tiene su propia línea de zapatos y participó de muchos espectáculos internacionales, incluso ha sido portada del diario
The New York Times varias veces y Sebastián vive en París, donde tiene su escuela de tango junto con su esposa y además participó en varios shows”. •


                    
                                       Andrea y Javier bailan en El Beso, de Buenos Aires
 


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