jueves, 2 de agosto de 2012

Javier y Geraldine

El tiempo pasa, surgen nuevas parejas de bailarines, se intercambian otras, pero lo bueno queda. Para siempre.

Javier y Geraldine marcaron un punto alto bailando juntos y así se los recuerda en todo el mundo, en la inmensa cantidad de ciudades donde dejaron su impronta milonguera.

Luego vino la separación.

Y aunque ambos, cada uno por su lado, siguen siendo unos magníficos bailarines, no han encontrado en sus actuales compañeros/as esa compenetración, la belleza que mostraron en aquella estapa febril, espléndida de matices, de gestos, de solercia milonguera.

Y lo mejor es que, tanto el uno como la otra desplegaban su arte, permitiendo a la vez el lucimiento de la pareja. En eso, principal y finalmente, reside el secreto del baile de tango. En que ambos integrantes de la yunta disfruten, goce y transmitan por igual. Que en la entrega, haya espacios de solaz para cada bailarín de la pareja, pero que la belleza del conjunto, supere a la individual.

Javier y Geraldine recrean la música, la retransmiten a través de su baile, aportándole un plus a lo logrado por la orquesta, como si fueran un todo indivisible.

Y hablo en presente, aunque ya no estén juntos, porque afortunadamente sus interpretaciones quedaron registradas en innumerables vídeos, y es como si la historia la repasáramos permanentemente.

Aunque Javier y Geraldine hayan dado por cerrada para siempre esa unión, por los motivos que fueren, es como si siguiéramos escuchando a Troilo-Fiorentino, D'Agostino-Vargas, Di Sarli-Rufino, Tanturi-Castillo, más allá de las aventuras posteriores de los integrantes de cada una de esas duplas: Director-Cantor.

Para nosotros siguen tan juntos como hace 60 o 70 años y así los sentimos y manifestamos al bailarlo en la pista. O incluso cuando vamos conduciendo el coche y vuelven desde el recuerdo a través del reproductor.

Y así los veremos siempre a Javier y Geraldine, como aquí en Taipei.


O bailando esta milonga en París..




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