domingo, 15 de julio de 2012

Claudio y Vito

De repente se armó una pareja tanguera de machos en Madrid.

Los hombres jamás bailaron entre sí el tango, como se empeñan en repetir como loros, los pseudo historiadores que surgen como hongos y no conocen la historia.

Los que sí la hemos estudiado e investigado con la gente muy mayor cuando éramos jóvenes, sabemos que todo surge de una foto cualquiera de dos hombres abrazados. Eso se hacía en las habituales prácticas, cuando a las chicas no se les permitía salir de noche para esos menesteres.

Entonces para aprender a bailar el tango, los más novatos debíamos hacer el papel de la mujer y es así cómo se aprendía entonces a bailar el tango. Cuando ya dominábamos los secretos: la postura, el eje, el compás, la circulación, pasábamos a ejercer el rol del hombre que conduce. Y los que venían de atrás tenían que pasar por el mismo sendero. Y es así cómo mejor se dominan los secretos del baile de tango.

Y por esas casualidades, que a veces se dan y derivan en algo bueno, Claudio y Vito se encontraron. Claudio es argentino, de Bariloche y aprendió a bailarlo en su hermosa ciudad con una pareja mayor. Tiene condiciones naturales para el tango. Es elegante, tiene muy buena figura y su baile rezuma naturalidad.
Vito -izq-acaba de cumplir 30 años. Claudio -der.- tiene 25
Vito es peruano, de Lima, no bailaba tango. Lo aprendió en Madrid. Y no sólo lo aprendió sino que también encontró su estilo. A comienzos de 2009, se conocieron y decidieron montar una milonga, que se llamó La covacha y en poco tiempo consiguieron congregar a una gran cantidad de milongueros.

Antes de la milonga daban clases y uno de los dos, tenía que asumir el rol femenino.  Se alternaban en ello y era tan vistosa la armonía de movimientos de la pareja -pese a la masculinidad de ambos-que una persona que asistió a la clase les preguntó si podían dar una clase en Málaga. Y fueron.
Claudio Cardona y Vito Muñoz tienen un brillante futuro por delante
 Era el comienzo de otra historia.

Hoy los llaman de festivales de toda Europa y han conseguido una perfección de movimientos, unido a una elegancia notable y muy buena interpretación de la música que están bailando. Sus coreografías llaman realmente la atención por la personalidad de la pareja, la prolijidad, las sutilezas de sus figuras y una gran sincronización en el intercambio permanente de roles.

Pueden comprobarlo viéndolos en accíón. Primero en un tango. Mi dolor, por Juan D'Arienzo.


Y en una Milonga de mis tiempos, por Francisco Canaro.


Y por último una audacia, pero que sirve como divertimento y demostración de dominio del ritmo. Un rock-tango








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