miércoles, 14 de agosto de 2024

Bajo el cielo azul

    Este valsecito de Ivo Pelay y Francisco Canaro nació en 1941, creado por ambos para la obra teatral "La historia del tango". Lo cantaba Francisco Amor que interpretaba el papel de Ángel Villoldo en la misma. Y sigue haciéndonos disfrutar en la pista al ritmo que le da Pirincho Canaro con su orquesta, o Francisco Lomuto que lo llevó al disco con su cantor Fernando Díaz.

   La relación plácida de la pareja activa el mito romántico sin melindre costumbrista. Y en el merodeo de los detalles, poéticamente eficaces, la aprehensión del entorno en el que se vivifica el amor de la pareja, le da vuelo a la poesía. El valsecito tiene algo de folklórico, su legado musical subvierte los códigos del tango envolviéndonos en su melodía. Y mezclando lo interior y exterior, nos transporta...

                                    

 

   Pelay se instala poéticamente en la falda de la montaña y va pintando "una taperita nacarada", que viene a ser una especie de ranchito donde se consuman el amor y los sueños de la pareja. En medio de la geografía musical va mostrándonos  la belleza de los ojos de ella, la mujer de sus sueños. Que son los que inspiran la paleta autoral de los versos.

Bajo el cielo azul de mis montañas
Hay, allá en la falda, acurrucada
Una taperita nacarada
Plena de luz, plena de sol, plena de fe y amor
Junto a la humildad de sus terrones
Y entre sus vergeles soñadores
Hay unos ojazos tentadores
Que embrujan al brillar, fascinan al reír y besan al mirar.
 
    Lo cierto es que si bien la música de Canaro es enganchante, contagiosa, con muy poco Ivo Pelay logra que los efluvios de la pareja le sirvan para el derroche de frases pegadizas en el detalle del supuesto narrador. Y entonces se produce la continuación de los detalles que impulsan a la fantasía, la ternura, el momento epifánico en la taperita de los sueños, bajo el cielo azul.

Son los ojazos de mi bien
Los bellos ojos de mi amor
Que cautivaron mi querer
Con su cegante resplandor
Son las pupilas de quien es
La dueña de mi corazón
La bien amada, fiel, la compañera ideal
Con labios de clavel y risa de cristal
 
Para ella mi canción febril
Para ella mi cantar triunfal
Las alas de mi inspiración
En un divino madrigal
Es ella, bajo el cielo azul
La diosa que, en mi soledad
Me lleva hasta el radiante edén de mi felicidad.

   
   (Una vez más escuchamos la versión de Francisco Canaro y su cantor de entonces, el bahiense Francisco Amor. Lo grabaron el 9 de mayo de 1941.)

                                




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