lunes, 17 de junio de 2024

En contra de las agujas del reloj

   Negando el paso del tiempo o quizás buscando su inspiración en el pasado, así se baila el tango.            

   En estos días de soledades físicas en que amistad, sexo y afecto encuentran soluciones de Internet, el tango ofrece la oportunidad de un encuentro vivo, cuerpo a cuerpo, a la vez que un espacio para vivir experiencias de diversa calidad emocional, sensual y artística..  

   Así baila Buenos Aires. con el pasado en presente y el presente continuo, al son de viejas orquestas y letras que cuentan historias de otros tiempos, pero baila hoy.

   Perdidos en la gran ciudad y el mundo globalizado, en la Milonga se encuentran todos. los que ya no están, los que bailan, los que van viniendo o vendrán, los que vuelven.

   Jóvenes que descubren el tango que bailaron sus abuelos, aportando su energía, creatividad e irreverencia.

   Adultos que redescubren el tango de sus viejos y del que renegaron durante años.

                    Hermosa la placita... - Milonga Placita del pañuelo Blanco | Facebook   

   Viejos milongueros que nunca dejaron de bailar y miran sorprendidos este nuevo berretín por el tango caminando la pista con una mezcla de orgullosa modestia y displicente destreza.

   Extranjeros que vienen y vuelven enamorados de ese abrazo intenso y de esa proximidad emocional inhallable en sus propias tierras.

   Todos ellos circulan entre clases y milongas que tampoco son ya de un solo modo.

   El tango de hoy se baila informalmente en algunas plazas de Buenos Aires, con un modesto equipo de música a ras del piso, a la vista de los curiosos y atónitos paseantes. Estilo compinche, sin cabeceo ni remilgos, tanto el hombre como la mujer pueden invitar a bailar. Se baila en jeans y zapatillas, borcegos y remera. Vas si sos del barrio y si no también.

   Se baila en las clases y prácticas que evolucionan naturalmente hasta transformarse en milongas. Los grupos de amigos o compañeros de clase se sientan juntos, charlan, prueban nuevos pasos. Allí no hay riesgo de planchar ni de rebotar. Piadosamente, ellos bailan a todas las chicas, ellas bailan hasta con el más tronco.

   Se sigue bailando en las milongas más tradicionales, con tanda y cabeceo, y mesas separadas para hombres y mujeres. Hay más empilche, ellos de traje o camisa negra, todavía se encuentran los engominados y hasta algún saco cruzado a rayas finitas. Ellas más producidas, con medias de red, transparencias o ropa que brilla. También de mini y con el ombligo al aire.

   El tango "violador de fronteras" como lo llamó Cadícamo, ya ha atravesado las barreras sociales, espaciales y generacionales, mezcla los estilos, sale de los salones a las calles. Ahora, además, es un torrente imparable, cruza la frontera del milenio, llevado por los bailarines que avanzan hacia el futuro, girando siempre en el sentido contrario a las agujas del reloj.

 SONIA ABADI ("El Bazar de los Abrazos", 2005) 



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