domingo, 24 de marzo de 2019

La saga del contrabajo

Don Aniceto quedó inmortalizado en el tango de Esteban Gilardi que grabó la orquesta de Osvaldo Pugliese el 26 de julio de 1950. Él había comenzado tocando el violoncello, dado que la música imperaba en su hogar, porque su padre ya tocaba el contrabajo, que al final sería su instrumento. Sí, Aniceto Rossi fue uno de los pilares de la orquesta del maestro de Villa Crespo.

Estuvo en la formación inicial del debut, en 1939 y formó en la consagrada orquesta que arrastraba a su bullaguera y milonguera barra por todos los clubes donde actuaba, hasta el año 1960, en que se jubiló. No sin haber dejado antes su estela en ese conjunto que definió como pocos la fuerza y el sonido del tango que trascendería a su tiempo y seguiría vigente en las pistas y la memoria de millones de personas y milongueros en el mundo entero.

Pugliese y Aniceto Rossi

Don Aniceto fue decisivo en esa marcación rítmica yumbeada que impuso Pugliese, y se identificaría plenamente con la modalidad orquestal. Su fuerza expresiva impregnaría todas las páginas que interpretaba la formación y su contrabajo marcaba junto con el piano los compases tan característicos que nos daban cuerda a los milongueros para pisar con fuerza en el piso de la pista, llenándonos el corazón de tango, con ese marcatto a tempo riguroso del contrabajo,.

La línea melódica  está basada en la inspiración y juegan un papel fundamental el estilo, las ideas del director y la polenta de los integrantes del conjunto. Beba Pugliese también  nos recuerda que "La música es un bálsamo que nos hace revivir toda emoción, reflejando todos los estados de ánimo.  La música del tango es alegre, imaginativa, despliega  todo tipo de matices, es descriptiva"...

                          

La importancia del contrabajo en el tango, que incorporara Leopoldo Thompson en aquella orquesta Canaro-Firpo que amenizó los carnavales rosarinos, queda demostrada ampliamente en "La yumba", donde bastan dos compases para sostener todo el tema de Osvaldo Pugliese que definió certeramente a la orquesta para siempre.

Cuando Don Aniceto decidió jubilarse, le recomendó a Pugliese que llevara a su hijo Alcides en su lugar. En ese momento Alcides Rossi era el contrabajista de la orquesta de Aníbal Troilo, luego de pasar por las de Cristóbal Herreros, Alfredo Gobbi, Florindo Sassone, José Basso y Armando Cupo (que acompañaba a Alberto Morán y con los que bailé infinidad de noches en la confitería Montecarlo).

Y Pugliese lo llevó y el hijo de Don Aniceto, ya fogueado, y pese a los contrastes  de ejecución y estilo musical entre Troilo y Puglise, se adaptó rápidamente a la orquesta y estaría desde 1960 hasta 1968 en la formación, dejando su impronta en la misma. Llegarían los tiempos flojos para el tango, el cierre de clubes, el interés de las discográficas por otros ritmos y las orquestas comenzaron a achicarse.
                                 
El Sexteto Tango, con Jorge Maciel. Alcides Rossi está entre Herrero y Plaza
                                       
Entonces, elementos destacados de la orquesta de Pugliese como Osvaldo Ruggiero, Emilio Balcarce, Cacho Herrero, Julián Plaza, Víctor Lavallén y Alcides Rossi, dejan la misma y forman el Sexteto Tango, que tendrá una racha prolongada de éxitos, giras y discos, con el cantor Jorge Maciel.

Todo este proceso vital-musical de los Rossi, padre e hijo, que dejaron una huella importante en el tango, es como un prefacio o prólogo de situación para el hermoso documento visual e histórico que realizaron Daniel Tonelli y Marcelo Turrisi, sobre ambos contrabajistas.

Es un vídeo imperdible para los amantes del tango, oyentes o milongueros, porque nos sitúa perfectamente en la importancia histórica y real del contrabajo en el género. Y lo ejemplifican para que puedan entenderlo y descubrirlo los que ignoran los andamios musicales en que  están montadas tantas orquestas que nos siguen conmoviendo al escucharlas o bailarlas.

                                               

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