jueves, 15 de noviembre de 2018

SALGÁN

    Los pocos que han asistido a sus ensayos -y los propios ejecutantes- se confabulan, admirativamente, en el asombro. Alguien explica: "Se dice por ahí que tiene un aire a Fresedo. Otros -qué sé yo!- le encuentran alguna semejanza con Troilo. Para mí, no se parece a nadie. Lo que se dice, a "nadie".

   
    La cuestión es que al cabo de unas pacientes sesiones de ensayo (este joven director prueba hasta dos y tres posibilidades diferentes de arreglo orquestal para un mismo pasaje del tema, nunca visto) debuta en la Confitería Diamante, de Rivadavia y Castelli, una de las orquestas más llamativas, más originales y sin vuelta, más importantes que haya tenido el tango y la música argentina toda. ¿Quién la dirige?

    -Yo tenía, la verdad, cierta fama de loco.
    - ¿Por qué?
    - Bueno, porque estudiaba armonía y contrapunto, también -además de perfeccionarme en el piano - estudiaba órgano, saxofón y contrabajo. Para peor, probablemente me lo daba los anteojos, tenía, digo yo, alguna fisonomía intelectual.

    -¿Y que pasaba con todo esto?
    - Lo previsible: cada vez que me aparecía por los cafés donde se tocaba Tango, me miraban de reojo y con un poco de recelo. Como si yo -todavía lo recuerdo y me causa gracia- fuera una especie de taxidermista de la música. ¿Qué me dice?

    Corre 1944, cuando este loco, Horacio Salgán, porteño nacido en la calle Gallo, 28 años, delgadito, de tez morena, conversador de charla rápida y conceptos tajantes, lector de Alexis Carrel y de Ortega y Gasset, forma por primera vez una orquesta típica.

     -En realidad, desde la adolescencia había estado en el Tango. A los 18 o 19 años -época en que compuse mi primer tema: Del 1 al 5- fui pianista de Roberto Firpo. Le confieso: el de esa orquesta de Firpo ha sido uno de los pocos estilos que verdaderamente sentí afín a mi sensibilidad. Mucho me gustaba esa orquesta. Honda tristeza, ¡qué tango! ¿no es cierto?

   
    -Eso como ejecutante. ¿Y como arreglador?
    -Digo yo que habrá sido allá por 1933... Sí, en 1933 le escribí a Miguel Caló un arreglo -el primero mío de Tango- sobre Los indios, de Francisco Canaro: fue también uno de los primeros arreglos formales, por así decir, que se hicieron. Entonces no se arreglaba; se estilaba que los segundos violines y los segundos bandoneones pusieran unas voces paralelas a las primeras.

    -Por qué tardó casi diez años, entonces, en hacer su propio conjunto?
    -Porque a mí siempre me gustó toda la música. Y entonces derivé mis inquietudes a otros géneros: estudié el contrabajo porque quería tocar en orquestas sinfónicas para poder vivir la emoción de interpretar a los grandes. Estuve en el folklore, ¿recuerda al dúo Martínez-Ledesma?, toqué con ellos como pianista un tiempo. En fin, y hasta formé, escribí y ensayé una jazz propia, que no llegó a debutar.

(De una entrevista de Horacio Ferrer a Horacio Salgán)
  


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