lunes, 11 de junio de 2018

Canaro y Donato

Esta interesante anécdota del encuentro entre Francisco Canaro y Edgardo Donato, la cuenta el propio Pirincho en sus memorias. Por lo simpática y llamativa, creo que vale la pena reproducirla.

-Edgardo Donato llegó de Montevideo integrando el rubro con Roberto Zerrillo, allá por el año 1921 o 1922. Debutó en el cine Select Lavalle, en la era del cine mudo, cuando las orquestas típicas significaban, puede decirse, la base del espectáculo cinematográfico.

Su conjunto gustó mucho y Donato se radicó definitvamente en Buenos Aires; pero ya en 1919 había estado de visita en nuestra capital, y recuerdo que en aquel entonces, una noche, acudió a oír a mi orquesta que conocía sólo de nombre. Mi orquesta se hallaba tocando pero yo no estaba en mi sitio, porque tenía la costumbre de llegar algo más tarde.

 
Donato preguntó a sus amigos:
-¿Cuál es Canaro?
Y le informaron que no había llegado. Pero, en el momento que yo tomé mi puesto y empecé a actuar con mi violín, Donato, que estaba sentado junto a una mesa, dando la espalda a la orquesta, se dió vuelta de repente y dijo:
Llegó Canaro!...

Me había reconocido por mi particular modalidad de pulsar el instrumento, pues sabido es que Donato  es también un magnífico violinista. El detalle fue que Donato advirtió que la orquesta que escuchó un momento antes, había cambiado de ritmo. Este episodio me lo contó él mismo. Los amigos suyos me lo presentaron y él me pidió que le dejase tocar con mi orquesta, mi tango La Tablada.

                                    

Le entregué mi violín y lo anuncié como un colega uruguayo (Canaro creía que Donato era uruguayo, ignoraba que había nacido en Buenos Aires y era argentino) que pronto debutaría en Buenos Aires con su orquesta, bajo el rubro "Donato-Zerrillo". Al acceder yo gustosamente al pedido de Donato, subió éste al palco y empezó a florearse con el tango elegido, que ejecutó haciendo hábiles malabares y pizzicatos, metiendo el arco por debajo de las cuerdas, tocando por detrás de la cabeza, por la espalda y hasta tirando el  violín al aire y volviéndolo a pulsar sin perder el compás.

Al terminar la ejecución, una larga ovación celebró su graciosa y pintoresca manera de tocar. Hasta los bailarines habían dejado de bailar para admirarlo. A continuación repitió las mismas proezas con el tango El Entrerriano, que hubo de ejecutar como bis a insistencia de la concurrencia.

Edgardo Donato dirige un buen conjunto de orquesta típica, manteniendo la pureza original de sus interpretaciones, sin haberse dejado influenciar por la llamada modalidad moderna. Es además de excelente ejecutante, un compositor de éxitos que han alcanzado nombradía mundial. Basta citar dos de sus composiciones: A media luz y Julián, tangos de clamoroso suceso, como tantos otros debido a su ingenio musical. Es leal colega y un simpático y buen amigo.
                            

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