viernes, 4 de mayo de 2018

Aguante de tango

Siento ganas de hablar largo y tendido del autor de estos versos y de tantos otros que hicieron camino en la ruta del tango. Héctor Negro supo trajinar las palabras, con una pluma fértil, profunda y cargada de emociones. Poeta que se deslizó con sutileza e inteligencia en los meandros de la cotidianeidad del porteño de su época, penetrando con su pluma en la intimidad o en la rutinaria vida de sus semejantes.

Fue incluso muy prolífico, a la manera de un Expósito o un Bahr, pero no escribió al voleo, sino con pluma sabia e incluso con críticas que formulaba mediante el poderoso narcótico de las sensaciones. Su paleta que describe el paisaje con tanto bronce inútil,  le permite otear un país desmediado, los mecanismos de la esperanza colectiva, los distintos centros de gravedad emocional y siempre con el tango como telón de fondo, con la temperatura justa de sus palabras.

                                           
Héctor Negro


Se llemaba Ismael Héctor Varela, nació en el barrio de Belgrano, fue publicista y periodista, colaborador en distintas publicaciones. Sus poemas encontraron espacio en  diversos medios locales pero también de Estados Unidos, Uruguay, México, Colombia y otros países. Su tango Esta ciudad, con música del guitarrista Osvaldo Avena, ganó el Primer premio del concurso Odol 1967. Le editaron tres libros de poemas y colaboró con numerosos compositores en sus tangos y milongas.

Hoy quiero extenderme con este tema del título, del cual utilicé hace unos días un trozo de la segunda parte. El cantor Oscar D'Angelo le puso música. El tema se corresponde con hábitos del país que nos vio nacer, con sus gobiernos lacayos, sus desprecios hacia los pueblos originarios, la entrega vil y artera y los peculados de espaldas a  la ciudadanía. Por eso es siempre historia viva y sangrante.

¡Cuántos sueños se nos fueron de las manos!
El rincón del barrio aquel que trajinamos
los paisajes tan queridos que borraron,
tantas cosas del país que se llevaron.
Un saber "vivir feliz" con lo que amamos
y ese orgullo de creer tanto en lo nuestro,
en las cosas que perdimos y añoramos
como un límpido horizonte que no está.

Cargaron en tropel
pedazos de país
y un modo de vivir
que ya no pudo ser.
Y apenas nos quedó
el tango rezongón
que no se dejó arrear
de puro retobón...

El tango que nos dio
color de identidad,
que nos templó la voz
con su raíz profunda.
Que erguido desenfunda
su estirpe arrabalera
y cruza las fronteras
del mundo sin cesar.

                                           
Eladia Blázquez y Héctor Negro, pilares del tango  en los años del bajón


Versos impactantes que escarban con el idioma de la sensatez y la verificalidad, en la colonialidad del poder. La súbita opacidad de todo. El envés de la vida sin abalorios retóricos. La meliflua historia mal contada. El paso del tiempo demuestra lo ilusorio  de muchas convicciones y la gente parece que está siempre muy ocupada con su angustia. La fuerza mineral de la palabra encuentra las sentinas de la posmodernidad. Y Héctor Negro parece radiografiar momentos siempre presentes del país, con la fuerza lírica del tango.

Se vendieron nuestro orgullo y nuestra suerte
y jugaron con la vida y con la muerte,
achicaron nuestro sol y nuestro cielo
y apagaron las guirnaldas del desvelo.
Pero fuimos inmortales y aprendimos
que el aguante es la virtud que no se entrega
y salvamos, de las cosas que quisimos,
esta tango que en el mundo suena ya.

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