jueves, 22 de marzo de 2018

La Transcripción orquestal

Transcribir música es emprender un viaje al pasado.

Y si se trata de orquestas de tango de los cuarenta, ese pasado se ilumina para traernos la magia y la sabiduría de grandes músicos cuyo talento seminal y generosidad artística forjaron las bases de nuestro género ciudadano.

Julián Hasse
Desgrabar tangos es desandar los pasos de una compleja operación combinatoria de la que sólo conocemos el resultado.
Ese resultado sonoro, registro de escasa calidad en muchos casos, que servirá de único mapa en nuestra sinuosa pero enriquecedora empresa.
Sería muy ilustrativo describir los pasos que usualmente se necesitaron para concebir un registro orquestal, de modo que entendamos la ingeniería artesanal que será necesaria para volver a poner en papel lo que se ha almacenado en vinilo.

                                  
La música empieza siempre en el oído interno, es decir en el cerebro del músico.
A partir de allí los dedos sirven de puente para garabatear ideas sobre algún instrumento, que luego se cristalizarán en una obra definida.
Esa obra requerirá de un arreglador (en algunos casos el mismo autor) que pueda definir secciones y transformaciones (de allí el "arreglo" ) y decidir qué instrumentos participarán en cada sección (orquestación).

                    



Cuando todas esas notas han sido puestas en un plano maestro llamado "partitura" deberemos solicitar la asistencia de un "copista" que pueda extraer las partes para cada instrumento (particellas).
Cuando cada músico posea su parte se procederá a ensayar y luego de horas de definir y acordar intenciones, fraseos, tempi, dinámicas y otras variantes, llegará la grabación.
Como vemos, todo este proceso empezó en el oído y es allí donde empezaremos para recorrer el camino inverso.

Desgrabar música implica entender qué nota se está tocando, cuándo ocurre y quién lo hace.
Y por si todo esto fuera poco queda un elemento adicional que escapa a la notación musical: el estilo.
Esto significa que además de escribir todo lo que está ocurriendo debemos comprender cuáles son los elementos que configuran el estilo de esa orquesta: un marcatto tocado por la orquesta de Caló, De Angelis o D'Agostino se codifica igual, pero suena diametralmente distinto.

                        
Rubén Cané, Alberto Podestá, Juan Carlos Godoy, Osvaldo Ribó y Lalo Martel

Cuando fui convocado por Gabriel Soria y Cecilia Orrillo para la tarea de transcribir las grabaciones originales del espectáculo "Cantores de típica", recordé los comienzos de mi curiosidad por entender cuáles eran los materiales armónico-melódicos de las orquestaciones que escuchaba. Descubrir con decepción que de esas músicas no quedaban registros impresos fue el disparador de una obsesiva carrera que me ha llevado a desgrabar más de 600 orquestaciones que ahora forman parte nuevamente del repertorio de decenas de orquestas y ensambles de todo el mundo.

Todo está allí: en el papel. Los exquisitos solos a dos manos octavados de De Angelis, los pasajes y variaciones de la fila de Tanturi, las cuerdas que se prenden a las voces de Ribó, Godoy, Martel, Podestá y Cané, resonando en la memoria.

Transcribir música es emprender un viaje al pasado. Pasen y escuchen.
Todo está allí: en el papel.

Julián Hasse
Agosto de 2009

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