lunes, 29 de enero de 2018

Reflexiones de Horacio Ferrer sobre el tango

La consubstanciación de música, versos y canto es indisoluble en canciones en las cuales la palabra, lejos de ser un elemento rítmico, tiene otra trascendencia expresiva y poética. Así concebidos hay tangos de muy diverso contenido argumental y sentimental que encierran las virtudes de pequeñas obras lírico-dramáticas. es el caso de Contramarca (Rossi-Podestá), Galleguita (Pettorossi-Navarrine, El metejón (Goyeneche-Chiarello), Tabaco (Pontier-Contursi), Volver (Gardel-Le Pera), Desencuentro (Troilo-Castifllo), Mensaje (Discépolo-Castillo), Vcntanita de arrabal (Scatasso-Contursi), Confesión (Discépolo), en los que hay monólogos o diálogos tácitos.

Como interpretar es exponer entendiendo lo que se expone, hay buenos intérpretes del tango que sin separar música y letra y sin cambiar o palabras, hacen creaciones de ese conjunto cantable de versos, melodía y armonía, porque la armonía en la música aporta nada menos que los climas. Y otro hecho importante, ya que no se trata de una poesía "leída para los adentros de un lector", es la prosodia, el modo de pronunciar las palabras que se acopla con la prosodia melódica y el todo cantable.

                                         


 (...) La distancia o el momento son decisivos para el tango. O la luz. De mi tango, con Tarantino: "Credo de amor en tango" puedo extraer este párrafo: "El tango cantado, dicho, bailado o tocado al rayo del sol, es como el saludo de un sordomudo con muñones y sin nadie a quien saludar". El tango no es un "servicio nacional obligatorio". Es un arte, un conjunto de artes (también lo que hay de entanguecido en narrativa, pintura, teatro o en cine) que no logra la misma plenitud en todas las sensibilidades. El tango es nocturno, bohemio, barroco, romántico, interior.

Entre el tango y Buenos Aires hay vínculos sutiles. La correspondencia, sin embargo, no es descriptiva (ejemplo: si el ruido de una hormigonera se correspondiera con el tango de Piazzolla, esa música sería insoportable) sino alguna correspondencia de climas. Percibo, metafóricamente que en cada molécula del aire porteño hay un átomo de tango. Porque las melodías del tango son muy de aquí. Y los versos -como la estética corporal de su danza- no son constitutivos como el idioma que hablamos y son escritos por seres de la misma genética cultural que los orfebres de musicales.

Nosotros empleamos ciertos giros melódicos que se corresponden nativamente con el vos pronominal, que no es el resultado de algún decreto de nuestros siglos pasados sino de la naturaleza diferente de nuestra comunidad en su implantación cósmica.

Hablemos de toda la tristeza en todas las artes. "Hoy me desperté con la cama rodeada de blues. Creo que los blues acabarán por matarme". Por de pronto me doy cuenta de que la tristeza es un alto estado de la dignidad humana, ya se apodere de Hamlet o de Werther o de mí. Está claro que el destierro es una fuente de tristezas. Los griegos entendían que los dioses del pago dejaban de protegernos al atravesar nuestras fronteras hacia el exilio. O las tristezas que depara el amor, las que nos regalan la deslealtad en la amistad o el fracaso liso y llano en cualquier orden de la existencia.

Pero el tango no es un ejercicio fatal de la renuncia al júbilo y aún en sus situaciones más trágicas una mujer que canta tango es necesariamente plena y feliz por estar plasmando bien su papel, lo mismo que una actriz en plena y feliz interpretación de la Nora de Casa de muñecas. Los deslindes entre una realidad -la diaria- y la otra realidad -el arte- en el tango son imprecisos porque el que interpreta al tango (bailarín, cantor, músico) va contándonos su propia vida mientras baila, canta o toca.

Y en cada vida penas y dichas  no están demarcadas como regiones, se sumergen matizada e irresistiblemente unas en las otras. Lo musita el tango de Ghirlanda y Garros Pe: "Vivir es un sueño que cuesta la vida".

Y yo adorno estas palabras de Ferrer con el tango que cita al final: Traicionera, de Juan Ghirlanda y Luis Garros Pe. Lo grabó Roberto Goyeneche con la orquesta conducida por Raúl Garello en 1998.

Traicionera - Roberto Goyeneche


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