lunes, 21 de agosto de 2017

Lito Bayardo

Se llamaba Manuel Juan García Ferrari y fue uno de los tantos artistas rosarinos-santafesinos que bajaron a la capital porteña con su pinta y su talento, para dejarnos sus registros discográficos y un reguero tremendo de obras que enriquecen el vedemécum tanguero y folklórico. Porque fue cantor, autor teatral, periodista, hizo radioteatro, intevino en películas como actor y cantor, publicó varios libros de poesía y la citada obra autoral, en tangos y música nativa, lo consagraría definitivamente.

Su tango Duelo criollo, que lleva música de Juan Rezzano, entró en cuarto lugar en el concurso que organiza Max Glücksmann, en 1928, pero lo grabó ese mismo año carlos Gardel con las guitarras de Barbieri y Ricardo y le dió el pasaporte a la inmortalidad. Además de los cantores y orquestas que lo incorporaron a su repertorio, fue interpretado en otras lenguas, incluso en idish, tal vez por ese final que evoca a la tragedia griega: "Y un farol en duelo criollo vió / bajo su débil luz, morir los dos".

                                 


Pero la ristra de temas que creó este notable personaje que cantó en dúo con Alfredo Palacios, es realmente de antología. Por el brillo de sus páginas y la versatilidad de los géneros nacionales que transitó. Una zamba hermosa como Mama vieja, con música de Juan Larenza, fue interpretada magistralmente por Antonio Tormo y fue un gran impacto popular. Con Agustín Irusta recordaron a su pago con otra zamba: Rosario de Santa Fe, que consagró el propio Irusta.

A mi me sigue chiflando su tango Va llegando gente al baile, compuesto con otro comprovinciano como el bandoneonista Félix Lipesker, y que consagrara Julio Martel con la orquesta de Alfredo de Angelis. Tiene ese no sé qué, ¿viste?, que me devuelve a las noches milongueras del cincuenta...

Va llegando gente al baile y a bailar
a recordar
a recordar un tango de los de ayer,
que los acordes graves del bandoneón
reviven su emoción.
Va llegando gente al baile y a bailar
que en el compás
en el compás del tango sentimental,
yo encandené mis sueños
mis sueños forjados
allá en mi arrabal.

Es larga de mencionar la cantidad de temas que creó. Por ejemplo, solo (Con la otra, Cuatro lágrimas, Desilusión), o en yunta con compositores como Carlos Marcucci (Esta noche, Una vez), Eduardo Scalise (Déjame soñar), Félix Lipesker y Emilio Barbato (Adiós adiós corazón)... Con su compañero Alfredo Palacios escribieron los versos del vals Flores del alma, que musicalizó el pianista Juan Larenza. Con Charlo crearon Arreando sombras y Adiós amor. Con Cátulo Castillo: Están sonando las ocho y Para qué la quiero tanto. Con el guitarrista Marsilio Robles, Así es Ninón y la milonga Cimarrón de ausencia...

                               
Lito Bayardo y Antonio Tormo


Son apenas bosquejos de su ingente producción. Del muchacho que comenzó como cantor en sus pagos, que formó en Tríos, el mismo terceto que cantaría fugazmente con la orquesta de Julio De Caro. Que fue directivo de SADAIC, que vivió escribiendo, cantando y caminando la noche de Buenos Aires, sembrando páginas para los registros de orquestas y cantores. Y que de repente se suicidaría cuando tenía 81 años, en su departamento de la céntrica calle Motevideo, en la Capital.

                          


Lo recuerdo en dos temas. Así es Ninón, por Roberto Goyeneche acompañado por la orquesta Típica Porteña que dirigía Raúl Garello, grabado en 1976 . y el valsecito Flores del alma, que llevara al disco Pedro Laurenz con su orquesta y el cantor Martín Podestá el 7 de enero de 1942.

Así es Ninón - Roberto Goyeneche.

Flores del alma - Pedro Laurenz - Martín Podestá




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