jueves, 10 de noviembre de 2016

El abrazo

                                                                       "Mientras el brazo como una serpiente
                                                                        se enrosca en el talle que se va'quebrar..."
                                                                                   Marvil  (E. Martínez Vilas) 

Es el símbolo sensual y maravilloso que define a primera vista, el baile del tango. La sola fotografía de una pareja abrazada al compás de un tango, ya da la dimensión íntima, lúdica, social y de un sentimiento colectivo que encierra esta danza única. Cuando dejamos la pista de baile y nos sumergimos en el mundo que nos rodea, en las vicisitudes de tantos desarrapados, refugiados y masacrados por el capitalismo descarnado, valoramos la verdadera dimensión del abrazo en el tango.

Es la contraseña macerada entre varias generaciones que la han traído hasta acá, pero ahora extendida a todo el mundo. Porque han logrado comprender la belleza del encuentro físico, mental y de un profundo sentimiento, al citarse en la pista para bailar un tango. Aunque no se conozcan antes de dar ese paso. Aunque hablen idiomas distintos y procedan de estamentos sociales muy diferenciados. El abrazo del tango es un símbolo de unión frente al terreno pantanoso y la estúpida velocidad del mundo actual.

                                         


Ernesto Che Guevara decia que "hay que endurecerse pero sin perder jamás la ternura", cosa que va quedando relegada, entre tantos infiernos que nos asolan y debiendo soportar la cutrez política que nos degrada como seres humanos. El abrazo, mientras bailamos un tango, un valsecito o milonga, semeja a la imaginación expresiva en estado de gracia. La posteridad es misteriosa y errática. Nunca se sabe lo que se va a salvar o se va a destruir. Pero este abrazo que nos conmueve, lleva más de un siglo proporcionándonos esa agradable sensación del contacto físico y emocional con otras personas, aunque no tengamos relaciones fuera de la milonga. Es como un acto de contricción ante tanta muerte inútil, tantas guerras, tantas atrocidades diarias.

Aníbal Troilo, un tanguero mítico, fue el precursor del beso entre los hombres. Cuando se acercaba a saludar a un conocido: "¡Hola querido/a!",  lo abrazaba y le daba un beso para mostrarle su cariño, estaba inventando un gesto que años más tarde copiarían los argentinos. Porque en la época de Pichuco, y en un país muy perezoso para las complejidades, el acercamiento del rostro entre hombres no estaba bien visto. Pero el Gordo rompió el molde porque le sobraba ternura...y tango.

                                
D'Arienzo y Pichuco abrazados

El abrazo es la baldosa  inicial del piso del baile y debe estar bien cimentado entre las partes. Un buen palenque al cual atarte, diría el gaucho. Sometido a la limadura frágil del tiempo, es el dictum desde el cual la nocturnidad no se presenta como un tiempo, sino como un espacio donde expandir la otra vida, que te permite sobreponerte a a la decadencia del entorno. Y te olvidás en la pista de cómo te guionan el pensamiento y el poso de lo cotidiano que te hunde en el pesimismo.

La milonga fue el amarradero de nuestros fuegos juveniles y hoy vemos como puede hacer desparecer la invisibilidad de las mujeres y los hombres mayores que buscan su sitio en la pista, reivindicando su papel. Y los muchachos y muchachas comienzan su travesía al magen del Gran hermano y tantas idioteces televisivas. A veces, las musas se toman el bondi, pero siempre un tema de Di Sarli o D'Arienzo, le harán de bastón a tus desteñidas ilusiones.

                                         


Los containers del alma guardan tus viejas figuras, tus arrebatos, y cuando firmás el abrazo con la persona que te acompañará en el ilusionante viaje musical, las edades se difuminan y dan paso a la elegía personal y a la ucronía que te bulle en la cabeza. La percepción visual de la pista es un paisaje infestado de códigos de supervivencia. La aventura enemiga de las convenciones socialmente acordadas. Las ciudades tienen rumor propio y el de Buenos Aires era el tango y el fútbol. Ahora te corren la zanahoria y no sabés para donde ir, debido a los constantes cambios brutales que soportan los ciudadanos.

Y mientras la tierra se desmorona por los brutales intereses de empresarios y financistas desalmados y los líderes mundiales son caretas de cartón, manejadas por intereses personales; y se levantan enormes y costosísimos muros para separar países y personas, yo defiendo el símbolo que encierra ese abrazo utópico que es ajeno a los tormentos furiosos de las cosas que rigen nuestros destinos, y por tanto, a nuestras mayores angustias por lo que vemos y escuchamos.

                                       


Por eso me refugio en letras como la de José María Suñé, a la que musicalizaría Raúl Kaplún:

Envuelto en la ilusión, anoche lo escuché
compuesta la emoción por cosas de mi ayer,
la casa en que nací, la reja y el parral,
la vieja calesita y el rosal.
Su acento es la canción de voz sentimental,
su ritmo es es el compás que vive en mi ciudad,
no tiene pretensión, no quiere ser procaz,
se llama tango y nada más.


Quien no abrazó en una pista de tango, nunca podrá entender la emoción enorme que se ha perdido. Y escuchamos, entonces, Una emoción, ese tangazo en las versiones de Tanturi-Campos y Vanesa Quiroz acompañada por Nicolás Ledesma.

Una emoción- Vanesa Quiroz

Una emoción- Ricardo Tanturi-Enrique Campos







3 comentarios:

  1. barbaro jose maria va doble abrazo-abrazo tanguero y abrazo de gol juan de boedo

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  2. Gracias Juancho. Semo de la misma época semo...Altri tempi...

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  3. Una emocion....mi buen amigo Osvaldo Ribo, tambien lo hacia
    requete bien.....

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