Este tango de padre e hijo (José González Castillo y Cátulo Castillo), siempre me llegó, me gustó, le encuentro algo especial. En parte porque de niño viví esos carnavales, las serpentinas, el papel picado, la fiesta en sí misma. Los versos de González Castillo desgranan restos de memorias simbolizadas en reconocibles huellas sociales en las cuales está reconsiderando el fracaso amoroso.
Decantado por la melancolía, reverbera la mirada hacia atrás, siente despertar una pasión antigua, tratada con delicadeza y sensibilidad. La añoranza se encalla en el simbolismo del Carnaval y todo su despliegue, en donde pueden pasar cosas alegres y en algunos casos las emociones quedan atrapadas en el discurrir de la pasión sentimental.
José González Castillo |
Entonces entra a tallar la nieve como elemento agravante de la relación, en el paisaje de la realidad palpitante. Entre la neblina del recuerdo flotan proyecciones inconscientes, astilladas en contenido e intensidad. Cautivo de la nostalgia, el poeta pretende sublimar un deseo no satisfecho y se encuentra con esos trocitos de papel que vuelan hacia él, como arma que convierte el amor en ceniza.
Pasaste en el turbión del carnaval
como un detalle más de su tropel,
y me arrojaste, riéndote al pasar
un manotón de trozos de papel.
Nevaba. Estaba viejo mi gabán
y yo sentí llegar al corazón,
como otra nieve cruel,
tus trozos de papel
que fueron pedacitos de ilusión...
La fiesta del Carnaval es como una vez interna que lo aleja de la juventud dichosa y pasa a ser un espejo de su primera madurez. Las máscaras, al incómodo voyeur, lo instalan en el juego sarcástico de la vida y los pensamientos autodestructivos. Una ínsula extraña impregna el relato y el reverso inquietante se dispara en sus reflexiones por recuerdos reales o latitudes donde flirtea con la fantasía.
Carnaval, carnaval,
Que te burlas de mí,
Volverás a pasar
Otra vez con Mimí...
Carnaval, carnaval...
¿Mis treinta años qué son?
Si no sé ni cantar
Ni olvidar tu canción.
También a mi buhardilla, un carnaval
Te trajo la comparsa aquella vez.
Era en París. Nevaba y no había pan
Y te pintó un banquete mi pincel.
Entonces eras nuevo, mi gabán,
Y loco el corazón... Ciega la fe...
Helaba y en mi afán
Lo mismo lo empeñé,
Para comprar papel
En vez de pan...
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