miércoles, 13 de marzo de 2024

Argañaraz

    Vale la pena recordar aquellos tangos de la guardia vieja que pasaron todas las cribas, la sucesión de cambios generacionales, la tempestad de vituperios y denuestos de quienes no aceptaban la permanencia del género en su sitial preferente de popularidad. Esa atmósfera emotiva que instituyó el tango, tanto musical como poéticamente, cuando llegaron los primeros versos.

   La memoria del tanguero almacena piezas que le quedan para siempre registradas en su cuore y en la discoteca que nos alienta en las horas bajas, y nos da cuerda en la milonga. Y siguen regresando los nombres de los pioneros que fecundaron el tango y le dieron la savia necesaria para que creciera indefinidamente. Aunque como las plantas y árboles, también tuvieron que atravesar su "invierno".

                                


   Roberto Firpo fue uno de aquellos músicos, que no sólo destacó como pianista y director de orquesta -a la que le dio un estilo definido y musicalmente apreciable-, sino que también aportó su talento de compositor creando infinidad de páginas de largo recorrido: El amanecer, Noche calurosa, Fuegos artificiales, El apronte, Didí, El rápido, Alma de bohemio, Marejada, Vea vea, La carcajada...

   O el que cito en el título, que compuso en 1913, año en que formó su primera orquesta. El nombre refiere a la dedicatoria del tema, que era la sala de la calle Argañaraz 39, en el barrio de Villa Crespo, un lugar de baile con prostitutas,  donde él actuaba con su flamante formación, que todavía no llegaba a orquesta. En 1927, Enrique Cadícamo, a instancias del propio Firpo, le puso versos y pasó a subtitularse como: "Aquellas farras".

Tiempos viejos y compadres
de mi vida cadenera
que ya no volverán
mis años a gozar.
Qué habrá sido de esa barra,
bravucona y trencillera,
que tanto dio que hablar
por su guapear.

Adiós, amigos de entonces,
ya estamos viejos de tanto andar.


Marcando una candombeada
fue luciendo medias lunas
y entre cortes y quebradas
iba el tango provocador.
Me acuerdo de aquellas farras
que entre fueyes dormilones,
ritmaban los corazones
un pasaje sentimental.

Siglo de oro de ese tiempo
en que el ñato Monteagudo,
borracho de pernó
se quiso suicidar.
Y del loco Puentecito
y del viejito Rossano
No los he vuelto a ver,
¿dónde andarán?

Adiós, amigos de entonces,
ya estamos viejos de tanto andar.

   La cantante Rosita Montemar estrenó estos versos  el 20 de mayo de 1927 en la obra teatral "La muchachas de antes no usaban melena" y Gardel grabó el tango el 1 de abril de 1930 acompañado por sus guitarristas Aguilar y Riverol con el titulo de "Aquellas farras". Hay numerosas versiones grabadas de este tema, como la de Roberto Firpo con su cantor Ignacio Murillo, el instrumental de Ricardo Tanturi, D'Agostino-Tino García y otras.

   Podemos escuchar el registro de Roberto Firpo con Ignacio Murillo del 21 de abril de 1944. 

                   


   Y la versión instrumental de Ricardo Tanturi que llevó al disco con su orquesta el 11 de febrero de 1939.
                                            


                                    


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