miércoles, 1 de febrero de 2023

Aguja brava

    Estos versos lunfas del poeta Eduardo Giorlandini muestran su gran capacidad creativa. Un señor abogado, autor de numerosos libros sobre Derecho y cuestiones sociales, incluso sobre Política, además de artículos periodísticos, y de la poesía lunfardesca que curtió como pocos, y que lucen en su libro Runfla lunfarda publicado en 1971 en su Bahía Blanca natal, la cual fue siempre morada protectora. En total se cuentan 46 libros escritos por él y editados.

   Realizó tareas de investigación en la Universidad de Estudios de Palermo, en Sicilia (Italia) y fue becario en Alemania. En 1966 fue incorporado como miembro de número en la Academia Porteña del Lunfardo y como investigador adjunto en el Instituto de Filología Experimental. 

                                 

Eduardo Giorlandini

   Fue tanguero de alma incluso y dedicó muchas páginas al género en sus libros de tango, demostrando una vez más esa poderosa intuición que nos permite apreciar la excelencia del arte o de la música. En su imaginativo universo poético, las ideas estéticas se combinan con la densa maraña de pasiones populares y por ello logra el tono y la atmósfera adecuados, junto con una gran imaginación para pintar el mundo interior de los personajes. ​

   Edmundo Rivero popularizó definitivamente este poema lunfa, cuando lo descubrió y se enamoró del mismo. Lo estuvo trabajando con mucha dedicación durante un tiempo, hasta que consiguió adosarle la música que el tema requería y lo grabó en 1967 con sus guitarristas, dándole el paso a la fama que el verso merecía. 

                                      


   Cuenta el caso de un cafisio que termina enamorándose de una milonguera que además se ganaba un dinero explotando su cuerpo. El poeta contó que se trataba de un caso real y reverbera en su mirada y verba  lunfarda  muy bien diseñada, como el caralisa termina trabajando de colchonero (dándole nueva vida a colchones  aplastados por el uso), para evitar que ella siga vendiendo su cuerpo. Rivero certificó la realidad auténtica del cafishio, uno de los mayores de su ciudad que se metejoneó con la mina.

En un feca de barrioun laburante le otivaba a un vivilloque habia caido de recaladaa mandarse una caña antes del apolillo.

La laburó de guapo, piolamente,y la milonguera, su caro berretín,ñapada postamente en su bulín,rejunó cayetana el expediente.

Era una naifa piya y cadeneraque andaba con la yuta cabreiroa;con prontuario a la gurda, sobradora,y una pintusa de percanta buena.

Él, que había sido un liso bien cheronca,un caferata de tapín y escuela,perdió su cancha laburando, ¡oi'dioca!,de colchonero y refilando tela.

Tanto amó el longipietro a la taqueraque aguantiñó, cabrero,que la barra nochera lo llamara,por Pamela y por merlo mishé,Aguja Brava.

Y así terminó un piola, Aguja Brava,que por amor quedó cardando lana.Antes, sacaba tela de las minasy ahora le hace colchones a la cana.

   Y el propio Rivero, después de trabajar musicalmente el poema que tanto le gustaba, lo grabó acompañado por sus guitarristas.

                           

    

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