domingo, 2 de octubre de 2022

Julio De Caro

      Cuando se habla de la historia y evolución del tango, el hombre de Julio De Caro marca un antes y un después. El movimiento de transformación más importante en cien años tangueros lo llevó a cabo el afamado violinista al frente del sexteto que debutaría en el Café Colón, en 1924 y que integraban: Pedro Maffia y Luis Petrucelli en bandoneones; Francisco De Caro al piano, Leopoldo Thompson en contrabajo y Julio y Emilio De Caro en violines. (Al principio, cuando grababan, Manlio Francia reemplazazaba a Emilio, luego estaría 30 años junto a Julio.).

   Con un sensorio afinado para las singladuras de la ciudad en ebullición, la melodía decareana inaugura una nueva época del tango, en los años veinte, cuya continuidad a través de músicos  tan notables como Troilo, Pugliese, Salgán, Gobbi, Pontier, Stamponi y demás, lo eleva a extremos impensados para aquellos inicios lejanos llenos de improvisación, aunque muy creativos. "El tango también es música...", perogrulló una vez el bueno de Julio con carácter notarial, y en ese casi ingenuo aserto se basó el devenir de la futura música porteña. 

                                       



   José De Caro y Mariana Ricciardi eran sus padres italianos  y en la Argentina tendrían 12 hijos. El segundo de ellos fue Julio (11-12-1899), que pasaría por muchas dificultades, dada su precaria salud, aunque al fin lograría salir a flote. El padre de la prole era profesor del Conservatorio de Música de Milán, y en la calle Defensa 1020, montaría su Casa-Academia, por la cual desfilaban gente como Alberto Williams, Demaría, Cimaglia (padre de Lía), Cóspito (padre de René), Donato (padre de Edgardo y Osvaldo), Fracassi, D'Andrea, Marshall y otros.

   En ese ambiente y luego de los consabidos estudios, el primogénito Francisco se dedicaba a cultivarse en el violín y Julio en el piano. Y ambos se envidiaban mutuamente. Don José, visionario, acopla en su Conservatorio los bandoneonues que eran traídos de Alemania en pequeña escala y su casa se convertiría en un desfile incesante de curiosos, en su mayoría padres del tango. Saborido, Pacho, Pepino Bonano, Villoldo, Bevilacqua, los De Bassi, Rosendo, Mochila Gonzáles, Santa Cruz o Vicente Greco pasaban a diario por allí, viendo como sus recién editados tangos se vendían a 0.10 centavos la particella.

   José De Caro traslada su Conservatorio a la esquina de Catamarca y México y perfila el fururo de sus hijos. A Julio le asigna un destino de en medicina, ignorando los sueños tangueros del mismo. Una tarde llegó Vicente Greco a afinar su bandoneón y mientras Don José lo atendía,  emergió la carita infantil de Julio, que felicitó al triunfal autor de Racing Club y Ojos negros por sus éxitos, lo que motivó el enfado del padre, que tenía un concepto poco elevado del tango, algo normal para esa época.

   Los maestros Demaría y Bolla complementarían la formación musical de los hermanos.  y derivarían a Francisco al piano y a Julio al violín, sin imaginar el inmenso favor que le estaban haciendo al tango. Cuando Julio tenía 17 años y pantalones cortos, una noche, sus amigos del barrio y el primo lo  invitan al Palais de Glace para ver a la triunfal orquesta de Roberto Firpo. 

   El adolescente no conocía los lugares nocturnos y temía la reacción del padre en caso de enterarse. El primo le proporcionó los pantalones largos y allá fueron, con un palco reservado.  En medio de la velada, uno de la barra subió al palco y le habló a Firpo al oído. El tema corrió de boca en boca y la gente entró a pedir que subiera el mocoso a tocar. Finalmente Tito Rocatagliata le cedió el violín y Julio tocó La cumparsita con la orquesta. La ovación final fue de gala. Firpo abrazó al chico, y al bajar del palco, un señor se le acercó y propuso incorporarlo a su orquesta.

-Imposible señor, estoy en bachillerato y lugo me esperan los estudios de medicina. Mi padre me mataría si me dedico al tango. .

-Bueno, como me has dicho tu nombre: Julio De Caro, te dejo el mío: Eduardo Arolas...

   A los pocos días, el Tigre del bandoneón se presentó en casa de los De Caro a hablar con Don José, pidiéndole permiso para contratar a Julio, Papá De Caro se indignó y respondió con la mayor vehemencia:

-Julio no irá a tocar tangos con nadie, y le pido que se retire inmediatamente...

   Pero el chico ya tenía inoculado el virus tanguero y a los pocos días aceptó la oferta de Arolas, conformando un cuarteto con el Tigre, Rizzuti y Tuegols. Esto le valió la expulsión del hogar paterno, pese al llanto de su madre y poco después el cuarteto se transformaría en orquesta, partiendo hacia Montevideo para hacer galas y carnavales.

                                   

De Caro, su cantor Luis Díaz, el sexteto, y Anita Palmero, Ada Falcón y Libertad Lamarque

   Julio De Caro sería líder de su generación y creó, tal vez sin pensarlo, una escuela de intérpretes que perdura en el tiempo. Fue el umbral que separa el pasado del futuro, cuando el tango había quedado encallado en una zona de sombras. No en vano Piazzolla le dedicó su Decarísimo.Y hay varios tangos más dedicados a él.  Pero la presencia de su hermano Francisco, pianista excepcional, influyó sobremanera en la elección de los músicos y el diseño orquestal. 

   Aunque su figura haya estado siempre a la sombra de su hermano,  la conducción pianística, sus avanzadas ideas musicales, la constante búsqueda de la excelencia y su tratamiento contrapuntístico de los demás instrumentos, lo consagran como figura fundamental de la evolución del tango. En treinta años de éxito jamás quiso separarse de Julio a quien siguió con conmovedora fidelidad, renunciando a infinidad de ofrecimientos y cediendo la dirección y administración de la orquesta a su hermano menor. 

   Entre tanto creó pagínas hermosas y revolucionarias como Fores negras, Loca bohemia o Sueño azul. Ambos renegaron del burdo disfraz de gaucho con que vestían al tango en Europa y promovieron el riguroso smoking para la reclamada jerarquía de la música porteña. Así llegaron al viejo continente, ensanchando el horizonte espiritual del tango. Frecuentaron amistades como el Duque de Windsor, el barón Rotschild, Toscanini y otors famosos, tocando en grandes escenarios europeos.

                                

Le Journal , 12 de julio de 1931

   El legendario violín-corneta de Julio se lo traían expresamente de Estados Unidos (Pepino Bonano se le había adelantado en su ejecución) y con el tiempo, su uso le acarrearía una deformación en las cuerdas vocales que lo perseguiría hasta el final. Lo comprobé la mañana que lo llevé a mi programa radial, en donde me regaló su libro autobiográfico, y le costaba mucho articular frases.

   Cuando Petrucelli dejó el sexteto para casarse e irse a Mar del Plata, Julio fue a buscar al francés Pollet que tocaba en la orquesta del pianista Roberto Goyheneche. Y le llamó la atención, el segundo bandoneón del conjunto, un desconocido, encarándolo al final y ofreciéndole un puesto en el sexteto. 

-Soy hermanastro de los Laurenz. Me llamo Pedro Blanco. A usted lo vi tocar con Minotto en Montevideo, donde vivía yo con mi familia, ¿recuerda? Pero no estoy preparado para tocar en su orquesta y menos al lado de Pedro Maffia...

   De Caro consiguió convencer al joven y se lo llevó a su hermano Francisco para que lo preparara. Así nació la yunta de fueyes legendaria del tango: Maffia-Laurenz.. Los palcos del Chantecler se llenaban de fanáticos para ver a los dos bandononistas  en acción, en aquel gran conjunto de los años veinte.

                              

Los componentes de la orquesta en el barco rumbo a Europa

   Julio De Caro fue una simbiosis que albergó al músico, director y compositor. Compuso temas notables, que superan el paso de los años: Tiny (con Maffia),  Mala junta, Orgullo criollo (ambos con Laurenz), El monito, Boedo, , La rayuela, Tierra querida, Guardia, Copacabana, El arranque, Chiclana, Todo corazón y otros. En 1937, a raíz de una actuación en el Cine-Teatro Ópera, se reencontró con su padre. Había ido con la madre a verlo.

   Fue un reencuentro muy emocionante para todos. Su padre estaba orgullosísimo  de ellos y guardaba en una caja recortes de diarios de distintas partes del mundo donde habían actuado. Le encantaban los arreglos y el sonido del conjunto. "Desde hoy he prometido ser tu más rendido admirador", le dijo al emocionado Julio.

   La música, el estilo,  y la renovación de Julio De Caro fueron el manantial en el que abravaron su sed de tango los Troilo, Pugliese, Gobbi y tantos decareanos que flamearon en las llamadoras marquesinas de la década del cuarenta.  En 1954, juntamente con su fidelísimo hermano Francisco se retiraron de la actividad musical, aunque él siguió colaborando en todo lo relacionado con el tango que tanto le debía. Julio De Caro falleció en Mar del Plata, donde se había instalado, el 11 de marzo de 1980.

(Extracto de su biografía publicado en mi libro El ABC del Tango)

   Podemos escuchar la versión que hizo de su tango Chiclana, el 11 de septiembre de 1950, con su orquesta. 

                                    


   

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